26

510 70 0
                                    

Al llegar al apartamento, el cual deducía era el hogar de los Jackson, el semidiós se adelantó extendiendo la puerta para permitirle entrar, depositó las bolsas encima de una mesa y le indicó a Constantinova que tomara un lugar.

Desde otro lugar de la casa, escuchó la voz de una mujer, la semidiosa se tensó. Percy la había descrito como una gran madre, pero para la joven aquello era inexistente en su vida. Desconocía como debía ser el amor materno.

—¿Por qué has tardado tanto, Percy? ¿Está todo b...? —la mujer no terminó su oración cuando notó la presencia de la chica en su sala de estar. Miró rápidamente a su hijo antes de ofrecerle una sonrisa cálida.

Constantinova intentó devolverle la sonrisa, pero en cambio mostró una mueca al sentir nuevamente el pinchazo sobre su brazo. La mujer miró a su hijo pidiéndole respuestas.

—Ella es Nova... la encontré en la calle, esta herida —explicó rápidamente Percy.

Aquello fue suficiente para que la mujer actuara, cambio su expresión amable a la de una madre preocupada. Se acercó con el ceño fruncido hacia Nova, para ayudarle.

—Percy, trae el botiquín del baño.

—No hace falta, señora Jackson. Traigo mis propios suministros —respondió, sacando de distintos sitios el alcohol y vendas que había guardado. En la persecución anterior había dejado caer el algodón y gasas.

—Déjame ver —pidió con cautela.

Tal vez fue el tacto amable, su actitud renuente o los expresivos ojos de angustia, que delataron a Constantinova. La madre intentó sonreírle y reconfortarle, hablándole suavemente para no alertarla, probablemente fuera el instinto materno innato lo que le había hecho saber, lo poco acostumbrada que la doncella se encontraba al tacto.

Solo bastaba de una mirada materna, para leer a Constantinova.

—No te haré nada, tranquila.

Entonces, Nova se quitó la chaqueta, descubriendo su playera manchada de sangre, de la cual sobresalía un torniquete improvisado con trapos desvencijados que había encontrado en su travesía dentro de los bosques.

Gran parte del rastro de sangre se hallaba seco, pero aún se percibía un rastro húmedo por la reciente presión que la dracaena le había hecho. El lugar tenía un hematoma violáceo, y el tumor de la inflamación ya había avanzado.

La madre de Percy destapó el alcohol y con algodón que le había traído su hijo comenzó a limpiar su herida. Constantinova cerró sus ojos por el ardor en su cuerpo, los mantuvo de esa forma hasta que la adulta le confirmó que podía moverse.

Ahora su brazo se encontraba vendado y limpio. No había sido demasiado profundo el rasguño que llevaba, pero había necesitado de una corta costura, Percy había preferido marcharse para evitar presenciar todo, le mareaba verlo, en su lugar había calentado la comida, que para entonces se hallaba fría.

—Gracias —murmuró.

La mujer asintió, ofreciéndole una sonrisa maternal. Constantinova se preguntó, si así es como debía sentirse que una madre se preocupara, disipó sus pensamientos cuando Percy apareció en la sala con dos platos humeantes de comida.

—La comida esta lista.

—Percy, no puedo quedarme...

—Ya es muy tarde para que te vayas —intercedió la madre de Percy—. ¿En dónde te has quedado?

Constantinova se removió incomoda.

—En realidad, no tengo ningún lugar, pero quedarme con ustedes los pone en un peligro mayor al que se encuentra Percy por sí solo, señora Jackson.

Greek Tragedy | PJOWhere stories live. Discover now