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Todas las cazadoras se encontraban amontonadas en la parte trasera del autobús, en un intento por encontrarse lo más alejadas posibles de Apolo y el resto de los chicos. Constantinova se quedó de pie en medio de las dos filas de asientos, analizando los últimos sitios que quedaban. Divisó al hermano de Bianca sentado con el resto de los semidioses, mientras que su hermana se encontraba detrás juntó a las cazadoras, sin ninguna pizca de preocupación por el chico.

¿No pudo esperar más para deshacerse de él? ¿Qué le costaba con pasar los últimos momentos que tendría con su hermano? Evitando disipar aquella molestia, tomó asiento detrás del grupo. Sacó de su mochila uno de los cuantos libros que había logrado conseguir y se adentró en su lectura. Una de las cosas buenas, que traía consigo la inmortalidad, era que disminuía gran parte de su problema de dislexia, sin embargo, no disponía del tiempo suficiente para explotar aquel beneficio como le gustaría.

El autobús dio una sacudida brusca, provocando que saltara sobre su asiento y cerrara su libro de golpe para guardarlo. Fue ahí cuando se dio cuenta de quién se hacía cargo de conducir el carro del sol. Intentó sujetarse del respaldo del asiento, pero nuevamente una sacudida la sacó de este provocando que cayera. Se puso de pie tan rápido como pudo, intentando acercarse a la parte principal donde yacía Thalia, para evitar alguna catástrofe y resguardar la vida de las personas que le habían dejado a cargo.

Miró por las ventanas del autobús, divisando los techos completamente blancos debajo de ella. Se encontraba rígida, pero finalmente logró llegar a la cabina donde Thalia luchaba por mantenerse tranquila. Una completa agonía.

—Thalia, suelta el volante. Esto no está resultando. —Había logrado llegar hasta el frente, tomando el respaldo del asiento donde se encontraba Nico, con tal fuerza, que sus nudillos se encontraban rígidos tornándose de un color pálido. Miró con reproche al dios a su lado—. ¡Apolo, haz algo!

Antes de siquiera poder recibir alguna respuesta de su parte, el autobús se lanzó en picado. Apolo salió desprendido hasta el fondo del autobús. Constantinova se sacudió con tal violencia que el agarre que tenía se debilitó, Grover intentó sujetarla, pero de igual forma había salido volando.

El golpe que había esperado recibir, se vio amortiguado al haber caído sobre el regazo del dios, que únicamente le brindo una sonrisa picarona y un guiño, haciendo caso omiso al caos que estaba surgiendo en la parte delantera del autobús. Las mejillas de Nova adquirieron un color carmesí, se puso de pie ágilmente intentando llegar de nuevo al frente, con el dios detrás suyo asegurándose de que no volviera a caerse y resultara herida.

—Toma el volante. —Le suplico Grover, una vez que ambos se encontraban de nuevo al frente.

—¡Por los dioses! —El rostro de Constantinova palideció.

Se encontraba absorta a lo que se encontraba debajo de ellos. Un pueblo se encontraba ardiendo, los árboles y tejados comenzaban a humear, no quedaba ningún rastro de que alguna vez se hubiera encontrado nevado. El grito de Percy hacía Thalia, había regresado a Constantinova a su estado, sin embargo, no tuvo el tiempo suficiente para sujetarse, pero evitando que volviera a caerse, Apolo le había tomado por la cintura. La azabache se incorporó discretamente, librándose del agarre del dios.

—Allí esta Long Island. —Apolo parecía aliviado de encontrarse cerca de su destino y seguir aún con vida. Incluso el, que resultaba completamente inmortal, parecía haber temido por su vida—. Frena.

Pero Thalia hacía caso omiso a las indicaciones, asegurando tener todo bajo control. —¡Que frenes, Thalia! —Constantinova elevó su voz, captando la atención de todos los presentes. No sabiendo si se debía al miedo que había tenido o por su liderazgo para que esta acatara las órdenes, cualquiera que fuese la razón había servido, Thalia había frenado abruptamente.

—Era verdad, querida. Lo tenías todo controlado. Vamos a comprobar si hemos chamuscado a alguien importante ¿sí? —Las palabras de Apolo iban dirigidas hacia la hija de Zeus, sin embargo, su atención se encontraba completamente en la azabache, quien se encontraba alzando la voz al organizar a sus compañeras, y que ahora tenía su cabello desordenado, mientras que su nariz había adquirido una tonalidad rojiza por el frío.

—Conozco a Quirón —respondió Zoë tajantemente, en respuesta al sátiro—. Dile que estaremos en la cabaña 8. Cazadoras, síganme.

—Les mostraré el camino. —Se ofreció rápidamente el sátiro, sin importarle el comportamiento hostil que había tenido la cazadora. Zoë puso los ojos en blanco, dándose por vencida, sabiendo que no podría librarse de Grover.

—Más tarde las alcanzo —articuló rápidamente Constantinova hacia el resto de las cazadoras. Zoë se limitó a asentir, no entendiendo que podría hacer en un lugar como aquel.

—¡Cuídense guapas! —La voz de Apolo sobresalió nuevamente, siendo ignorado por las chicas que se encontraban unos metros más lejos de donde estaba. Miró hacia el grupo que quedaba, viendo directamente a Percy—. Tú, ándate con cuidado con esas profecías.

Antes de arrancar, alcanzó a recibir un asentimiento de cabeza como saludo, por parte de Nova. Este le sonrió y guiño un ojo. —Nos vemos pronto, Cerebrito. Cuídate. —Alcanzó a gritar antes de irse juntó al carro del sol, nuevamente convertido en deportivo. Una ráfaga de calor los envolvió, antes de que el frío volviera a estar presente.

Nico por otro lado, parecía seguir malhumorado. —¿Quién es Quirón? Esa figura no la tengo.

—Es nuestro director de actividades.

—Es el mejor maestro.

Hablaron al mismo tiempo Percy y Constantinova. Deteniéndose a mirarse el uno al otro de forma incomoda, absteniéndose de decir algo al respecto.

—Si no le cae bien a esas cazadoras, para mí ya tiene 10 puntos. Vamos —refunfuño Nico.

—Oye que no todas guardamos rencor por ustedes, a mi si me agrada —contraatacó Nova, poniéndose al mismo nivel infantil de Nico. Podría llegar a ser bastante frívola y madura, pero en ocasiones tendía a dejar salir su lado jovial e inocente.

Nico la miró dubitativo por unos segundos antes de brindarle una amplia sonrisa. —Tú eres distinta. Tú si me agradas —respondió, antes de comenzar a dirigirse a la casa grande seguido del resto.    

Greek Tragedy | PJOTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon