39

220 34 2
                                    

El sombrío lugar alumbrado por una escasa luz naranja brindaba una atmosfera tranquila y lúgubre.

Hades se encontraba al término del pasillo sosteniendo un cuadernillo de pergaminos viejos, al mirar sobre su hombro, dejo el objeto sobre la repisa girándose a la figura de la doncella.

Ninguno dijo ninguna palabra, Constantinova se limitó a caminar en silencio siguiendo los pasos de su tío por lo largo del último pasillo. El inmortal se detuvo entre ambos estantes que aguardaban en la pared.

Durante algunos segundos, los ojos de Hades vacilaron casi reconsiderando lo que había estado debatiendo los últimos días, una pizca de remordimiento se había hecho notoria en su expresión.

Jalo el extremo de un libro viejo, el titulo se encontraba nítido casi irreconocible de distinguir su nombre por las letras que ya se habían borrado, el lomo se encontraba deshilachado y carente de color, a los pocos segundos, los estantes de libros se removieron en un crujido revelando una habitación oscura y polvosa.

Los músculos del cuerpo de Constantinova se encontraban rígidos, sus manos se encontraban fuertemente tensas en un puño evidenciando sus nudillos blancos, caminaba detrás de la silueta de Hades, viendo con cuanto detalle pudiese a su alrededor.

Si bien mantenía una relación formidable con el rey del inframundo, seguía siendo un inmortal y como cada uno de ellos, veían por sus propios intereses y beneficio propio.

Hades le miró haciendo un ademán con sus manos para que las puertas se cerraran, el estrecho espacio en el cual se encontraban se iluminó por una luz titilante que se acopló a los pocos segundos.

Constantinova mantenía el ceño fruncido y sus labios apretados en una fina línea, su mandíbula se encontraba tensa y bajo la mesa en la que estaban reunidos, ocultaba sus manos, una cerca de la otra.

—¿Qué es todo esto? —inquirió en tono rígido.

—El Olimpo se ha levantado en armas —anunció—. Se encuentra desprotegido y Cronos no dudara en atacar y hacerse del poder.

La semidiosa lo escuchaba atenta, manteniendo una expresión neutral y poco amigable en su rostro, de soslayo miraba hacia sus costados, buscando una alternativa con la cual librarse.

—Eso ya lo sabía —respondió luego de esperar que el dios explicara algo más—. ¿Ayudarás?

—No es precisamente mi pelea —añadió, analizando la expresión vacía de la micénica—. Esperaré a ver qué ocurre.

—¿Qué es lo que hago aquí?

Hades asintió, satisfecho por su vigorosa actitud.

—Siempre he admirado eso de ti —afirmó—. Tan valerosa y firme a vuestros ideales, una actitud digna de un héroe.

—¿Qué es lo que piensas hacer? —confrontó con voz firme y serena.

—Y por supuesto, tan perspicaz —añadió—. Bien sabes lo que los olímpicos han esperado durante años de ti. Has presentado una amenaza para mi hermano desde muchos años antes de que se determinará que serías tu quien ocuparía ese papel. Un acción estratégica por parte de las Moiras.

Hades frunció el ceño, mirándola fijamente durante largos segundos donde ninguno despegó la vista del otro; nuevamente extrañado de encontrar en ella el fantasma de quien llevaba años muerta.

Le parecía una coincidencia imposible, cuando aquella mujer poseía un verde olivo, tal cual una joya yaciente en la oscuridad, mientras que los de la semidiosa eran de un marrón oscuro y profundo, fríos y calculadores pese a la calidez del color.

Greek Tragedy | PJOМесто, где живут истории. Откройте их для себя