Dolores y el sátiro

13 3 0
                                    

Dolores y el sátiro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dolores y el sátiro

Prólogo

Veo el horizonte ennegrecido.
¿Dónde y cómo he aparecido?
¿Por qué en mi pecho crece el vacío?
Recuerdos frágiles caen como rocío.

Veo un anciano, veo su barca.
Doy la moneda dorada en mi palma.
Él asiente, hay desdén en su mirada
y en mi rostro el hastío, pierdo la calma.

Exijo respuestas, me entrega suspiros.
Digo mi nombre y no tiene oídos.
Crujen y crujen los remos partidos.

Navegamos el silente río.
Entonces pregunto: ¿Cuánto falta?
Sin avisos, toma un desvío.
Hay viento fétido y una sonata.

Canto I: Lujuria

Ojos con estrellas adheridas
lo vieron y prometieron amor.
Ellas florecieron entre caricias,
él deseaba extender su fulgor.

Derritió pétalos por variadas tierras,
secretos detrás del deteriorado escudo.
Luchando contra ficticias fieras,
la realidad se presentó en cuanto pudo.

Cansada, causó una tormenta gélida,
en sus manos tuvo ella el futuro.
Decapitar al sátiro nunca es seguro,
cuando la promesa se torna fétida.

Minimizar el daño, una acción atroz;
decisión tomada por la tradición.
Desdicha y pena. Ella tan solo miró
desdicha y pena. Pisó granos de arroz,
bebió todo el vino y luego durmió.

***

─¿Qué me decís? ─interrumpió la voz.
─Hemos llegado ─repitió,
el eco en sus labios voló.

De la barca bajó,
sus pupilas el llanto atajó,
en sus párpados el vidrio
que atorado permaneció.

¿Cómo empezar a describir el horror?
Fanfarria, pompa y circunstancia.
Atardecía suave sobre el decorado gore.
─Es esta tu confortable estancia.

Rugió el fauno que se acercaba,
le sonrió al visitante y le invitó
a disfrutar la velada mientras palpaba
su muslo izquierdo y le pidió
recostarse en una cama sin sábanas.
Saboreó su miedo y exigió
que de sus ropajes se privara.

─¡No me toques! ¿Quién te has creído?
─Has muerto y ahora eres mío,
en el infierno yace tu alma.
Por favor, niégate más a tu castigo.
Verte intranquilo me empalma.

─¿Dónde estoy? ¿Qué harás conmigo?
─Satiriasis cosechada como el trigo,
en este paraíso les damos castigo.
No temas, aún te falta camino;
hoy empezamos por lo mínimo:

Entre versos y otros tesoros: antologíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora