No había nada como oír que un demonio psicótico que tú habías ayudado a crear sin
querer te estaba gustando para hacerte sentir como si necesitaras entrar en el
programa de protección contra gente chunga.
Pero esperaba que Roth se hallara en lo cierto, porque eso haría que encontrara a
nuestro objetivo fuera más fácil.
Dado que era por la tarde, fuimos en coche hasta la ciudad y estacionamos en uno
de los edificios de aparcamientos. No teníamos demasiada suerte en lo relativo a esas
estructuras en particular, pero no podíamos ir por el cielo a plena luz del día. Aunque
los residentes humanos de la ciudad eran muy conscientes de la existencia de los
Guardianes y Roth era bastante parecido a ellos, si algún humano lo miraba con
demasiada atención surgirían preguntas que no estábamos preparados para responder.
Roth me echó un vistazo mientras yo abría la puerta.
—¿No te has traído una chaqueta? —Negué con la cabeza y él cerró la puerta del
conductor—. ¿Y una bufanda?
—No.
—¿Y tampoco guantes?
Mis labios se crisparon.
—Nop.
Me observó mientras rodeaba el coche por la parte delantera.
—¿Ni siquiera un gorrito para tu cabecita?
Me reí.
—No, papá, estoy bien.
Sus ojos centellearon.
—Me gusta cuando me llamas…
—Para.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—Hablando en serio, hace frío aquí fuera, enana.
Eso ya lo sabía. Roth solo llevaba una camiseta de manga larga y unos vaqueros,
porque, al igual que los Guardianes de sangre completa, su temperatura interna estaba
en algún lugar entre ardiente e hirviente. Uno pensaría que, como yo era una mezcla
de ambos, también tendría una alta tolerancia al frío, pero nunca había sido —No tengo frío.
Una expresión extraña cruzó sus facciones mientras me observaba con atención.
—Qué raro.
Había cosas en mí que eran más extrañas, por ejemplo, mis alas con plumas. No
había nada normal en ellas, y mientras Roth y yo salíamos sin peligro del edificio de
aparcamientos de F Street, decidí sacar el tema.
—Pues bueno…
Arrastré las palabras mientras pasaba junto a una horda de chicos jóvenes de
uniforme con auras suaves y blancas que estaban siendo conducidos hasta un autobús
que aguardaba junto al bordillo. La acera abarrotada era un arsenal de colores, y mi
atención quedó atraída de inmediato hacia aquellos con tonos más oscuros, los rojos
carmesí y el color ciruela. La mayoría eran gente trajeada, sujetando maletines.
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AMOR POR CONTRATOS
RomanceTania campares nunca se había arriesgado en la vida hasta que aprendió una dolorosa lección. Ahora quiere volver a empezar de cero con un trabajo lejos de su hogar al servicio de los hermanas de lealtad, dueñas de una inmensa fortuna... y de una osc...