MIS CEJAS

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Mis cejas se elevaron en mi frente. ¿Por qué diablos era yo la peor de los cuatro?
Aunque no es que debiera prestar atención a eso. Era algo gordo que ese humano
supiera sobre Zaymi, y aún más perturbador que supiera que rita era un demonio,
teniendo en cuenta que ningún humano debía saber nada sobre el asunto de los
demonios.
–Me siento ofendida –gruñí.
–La zorra no debería hablar en presencia de tal texto sagrado –escupió el hombre.
–¿Perdona? –aullé y salí de detrás de Zaymi, que me sujetó por la cintura– ¿Acabas
de llamarme «zorra»?
El hombre sostuvo la Biblia en mi dirección.
–Eres la hija de una. ¿Eso no te convierte en lo mismo?
–Vaya. –rita dio un paso hacia delante y cerró los puños a los costados–. Eso es
muy maleducado y un poco irónico…, ya sabes, usar palabras como «zorra» mientras sujetas una Biblia.
–¿Y eso lo dice un demonio? –escupió el otro hombre–. Eres el mal de la Tierra..,
una pestilencia para la gente.
–Tengo que estar de acuerdo –murmuró Zaymi entre dientes.
La mirada salvaje del hombre de la Biblia se dirigió hacia él.
–Y tú… tú no eres mejor. Fingiendo ser nuestros protectores mientras yacéis con nuestros enemigos. ¡Falsos profetas estúpidos!
–La Iglesia de los Hijos de Dios –dije al darme cuenta de quiénes eran. La furia sabía
como fuego ardiente en mi lengua. Las imágenes de todos esos benditos boletos
antiguardianes que cubrían los postes eléctricos bailaron delante de mí–. Son los
fanáticos que no tienen ninguna idea en absoluto sobre nada.
–Sabemos más de lo que creéis –anunció con orgullo el de la Biblia. Hizo una mueca
de desdén mientras miraba a rita–. Siempre hemos sabido de vuestra existencia y nuestro objetivo es revelar lo que son los Guardianes de los cielos en realidad.
–Curioso –murmuró rita, acercándose un paso. El hombre de la Biblia retrocedió y parte de su arrogancia se resquebrajó como el hielo–. ¿Cómo sabes de nosotros?
–Tenemos nuestros métodos –respondió el otro. A sus costados, sus dedos
temblaron.
Zaymi respiró hondo.
–No somos demonios. Eso es lo más…
–Estás con un demonio… con tres –respondió el hombre mientras pestañeaba varias
veces–. Salen mentiras de tu lengua larga.
Aunque nunca había tenido una relación cercana y personal con la lengua de Zaymi,
sabía perfectamente que no era bífida.
–No sabes nada sobre los Guardianes del infierno así como los guardianes de los cielos –dije, esperando darles una dosis de realidad–.
Si fuera así, sabrías que están ayudando a la humanidad. No hay nada que temer…
–Cállate, zorra del Satán.
Abrí la boca de golpe, y mi cabeza estaba a punto de girar como en El exorcista. Di un
paso hacia delante mientras rita hacía crujir su cuello, señalando que estaba listo para acabar con esa pequeña conversación.
–Llámame así una vez más y te daré algo que temer. –No tenía ni idea de dónde
salían esas palabras, porque incluso a pesar del entrenamiento de Zaymi en realidad no era una luchadora. Tampoco era ninguna malota, pero mis labios se curvaron en una sonrisa fría y tensa–. Es una promesa.
Sentí la mirada fija de Zaymi, el aturdimiento y la inseguridad, porque dudaba que
jamás me hubiera oído decir nada tan amenazador antes, pero tratar de razonar con
fanáticos era tan fructífero como que te hagan una lobotomía. Tres veces. La furia
hirviente y la indignación que bullía dentro de mí me dieron coraje. Probablemente no
fuera la mayor combinación, pero me aferré a ella. La piel me cosquilleaba y el fondo de
mi garganta ardía. Bambú se movió sobre mi piel, recorriendo con la cola la parte baja de mi espalda. Seguro que sus almas sabían a zumo de fresa aguado… manchadas.
–¿Hay alguna razón por la que nos haber  seguido, aparte de para predicar vuestra
hipocresía sin sentido? –Las mejillas del de la Biblia se ruborizaron–. Lo dudo –continué
antes de que pudiera hablar–. Dudo que haya ni una sola cosa inteligente que podras
decir ninguno de los dos.
–tania –me advirtió Zaymi con suavidad, llevándome una mano al costado.
–Deberían haberte matado en cuanto saliste del vientre –dijo el hombre de la Biblia, y la
sinceridad de su voz me sobresaltó–. Eres una atrocidad.
Cualquier control que pudiera tener se había estirado hasta tensarse demasiado y se
partió como una tira de goma llevada al límite. Me moví con mayor rapidez de lo que
probablemente lo había hecho jamás. Me lancé hacia delante y le quité la gruesa Biblia de
las manos al hombre. Vi el brazo hacia atrás, lo giré y el sonido de lo que tenía que ser como la hostia más épica de la Tierra reverberó en el garaje.
La risa sorprendida de rita me agitó por dentro.
–carajo. Esa ha sido una buena. En el sentido bíblico.
El aturdimiento zumbó a través de mí como mil abejas confusas. El hombre
retrocedió, y le salía sangre del corte en la comisura de su boca. Volvió unos ojos salvajes
hacia mí mientras levantaba una mano temblorosa hasta su boca. Mi mirada bajó hasta la
Biblia que sujetaba. El borde de la parte superior era más oscuro…, estaba manchado.
La suave inhalación de Zaymi me inquietó mientras soltaba la Biblia, esperando que me
quemara.
Sucedió demasiado rápido.
El otro hombre se lanzó hacia delante, con la cara en forma de una roja blanca máscara de
odio, retorcida en algo tan feo que me robó el aliento. Llevó la mano derecha bajo su
camisa y recordé el resplandor de algo metálico que había visto antes. Rita soltó una
Contra maldición y bendición mientras la pistola aparecía en la mano del hombre, pero en lugar de apuntarme la dirigió hacia Zaymi.
–¡No! –grité.
Zaymi se giró, y el corazón me saltó hasta la garganta. Me lancé hacia él mientras
sonaba un estallido. Antes de que pudiera llegar junto a él, Zaymi se transformó. Su
camisa se partió por el medio y la piel de un gris claro apareció. Algo pasó zumbando
junto a mi hombro y la bala encontró su objetivo, golpeando a Zaymi en el pecho.
Retrocedió dando traspiés.
Hubo un borrón de movimiento a mi izquierda mientras el grito se quedaba
congelado en mi garganta. El silencio quedó roto por un chillido agudo seguido por unos
huesos rompiéndose y después una especie de sonido carnoso de la piel cediendo. El hombre
de la Biblia giró sobre sus talones y echó a correr como si el mismísimo Diablo lo
estuviera persiguiendo. Me daba igual. Que corriera.
Llegué junto a Zaymi y le puse una mano sobre el pecho. Se estaba mirando mientras
volvía con rapidez a su forma humana y su piel se volvía rosada.
–Ay, Dios mío…
–Estoy bien –dijo, pero apenas procesé las palabras. Con el corazón latiéndome con
fuerza, le pasé la mano temblorosa por encima del pecho, en busca de la calidez y la humedad de la sangre. No me detuve hasta que me agarró la muñeca para apartarme la
mano–. Tania, estoy bien. Mira.
–¿Cómo puedes estar bien? –Tenía la voz pastosa por las lágrimas, teñida de miedo–.
Te acaban de disparar en el pecho.
Sonrió cuando levanté la mirada hasta su cara.
–Mira. La bala ha rebotado. Me transformé a tiempo. Tan solo hay un moretón, nada
más.
–¿Ha rebotado?
Cuando asintió con la cabeza, miré hacia abajo y vi la bala tirada sobre el cemento. El
borde redondeado se había quedado aplanado como si hubiera golpeado algo
impenetrable, que era lo que había pasado. Mi cerebro tardó en procesarlo, pero debía haberlo sabido desde el principio. Zaymi se había transformado. Una bala no atravesaría
la piel de un Guardián.
Me lancé hacia él, le pasé los brazos por el cuello y me aferré a él como un envoltorio
de plástico. El corazón todavía me latía de forma enfermiza, porque por unos cuantos
segundos horribles había creído que la bala le había atravesado, y en su forma humana un Guardián no sobreviviría a un disparo al corazón.
Zaymi soltó una risa temblorosa mientras me quitaba los brazos de su cuello con suavidad.
–Vas a estrangularme, bicho.
Me obligué a retroceder. Tratando de controlarme, me giré y respiré hondo. El aire
se me quedó atascado.
Rita nos estaba observando con una mirada distante en las facciones, pero no fue él
lo que atrajo mi atención, lo que me empapó como un cubo de agua helada. En el suelo,
un par de metros detrás de él, estaba el hombre que había disparado a Zaymi.
O lo que quedaba de él.
Su mano estaba retorcida en un ángulo antinatural, como una de esas marionetas
espeluznantes. La parte delantera de su camisa blanca estaba manchada de rojo, y la
pistola… Dios santo, estaba clavada en su estómago, con el mango asomándose por
fuera. Traté de respirar otra vez, pero mis pulmones estaban paralizados.
Seguía vivo. No sé cómo, pero su pecho se elevaba cuando tomaba unas bocanadas
de aire rápidas y superficiales. Sus ojos oscuros estaban muy abiertos e iban de derecha a
izquierda. Los dedos de su brazo bueno se retorcían.
Mis pies se movieron por voluntad propia. Me detuve ante el charco de sangre que
se extendía con rapidez. El hombre tomó otro rápido aliento y, cuando abrió la boca, le salió sangre.
–Todo ha… terminado… Sabemos lo que está pasando… –Sus ojos marrones se
desenfocaron mientras la sangre salía de su boca en un hilito constante–. Sabemos lo del leydi…
El hombre se estremeció una vez, y entonces no hubo nada más, ningún borboteo
final ni ningún aliento profundo. La entrecortada inhalación simplemente se detuvo
mientras la vida se escurría fuera de él. Aunque había tratado de disparar a Zaymi y
probablemente había querido matarlo, matarnos a todos, ver cómo se extinguía una vida,
una vida humana, no era algo que me gustara ni que supiera siquiera cómo procesar.
Me tapé la boca con la palma mientras retrocedía dando un traspiés. Una mano me
estabilizó, pero no podía apartar la mirada del hombre joven. En cuestión de segundos,
su piel palideció y adquirió el blanco de la muerte. La vida desapareció con rapidez. Se
fue. Así, de golpe. El hombre estaba muerto, y había muchas posibilidades de que
hubiera sido culpa mía. Tal vez se habrían marchado si yo no me hubiera enfrentado a
ellos.
–Ay, Dios –susurré.
Alguien tiró de mí hacia atrás y me obligó a darme la vuelta. Unos dedos cálidos me
apartaron el pelo de las mejillas mientras me esforzaba por ver al hombre del suelo.
–tania.
Mis ojos se encontraron con unos de color azul clarl. Rita y yo estábamos cerca;
demasiado cerca. Sus manos me sostuvieron donde estaba y recorrieron mis mejillas, y
sus caderas presionaron mi estómago.
–Tenía que hacerlo. Estaba dirigiendo esa pistola hacia ti, y no te habrías
transformado lo bastante rápido. Y te habría matado.
–Lo sé.
Claro que lo sabía, pero ese tío estaba muerto.
–Y tienes que dejar de mirarlo. No va a hacerte ningún bien. –Sus pestañas se
elevaron y su mirada pasó por encima de mi hombro–. Tienes que sacarla de aquí. Yo
me ocuparé del cuerpo.
No quería saber cómo iba a ocuparse de él, y no quería ser tan gallina ni que me
afectara tanto un cadáver, pero las manos me temblaban mientras sus dedos se apartaban
de mis mejillas. Los ojos de rita se encontraron con los míos un segundo más, y
entonces Zaymi apareció ahí, apartándome de la truculenta visión.
Mientras me llevaba de vuelta al Impala, eché un vistazo por encima del hombro. No
hacia el cuerpo. Las sombras parecían haberse extendido por el aparcamiento,
volviéndose más densas y casi tangibles. Tan solo nos encontrábamos a unos pocos
coches de distancia, pero Roth ya había desaparecido entre las sombras.
–Lo siento –dije, y no sabía muy bien a quién se lo decía, pero el silencio fue la única
respuesta.
El trayecto de vuelta a casa fue silencioso, y cuando Zaymi se marchó para informar
a su papá del altercado con los tíos de la Iglesia de los Hijos de Dios, yo me retiré a
mi habitación. Debería haber estado presente mientras hablaba con Aby, pero
después de la noche anterior dudaba que estar en la misma habitación que él fuera a
ayudarme con mi humor.
Me sentía incómoda en mi propia piel. Bambú no dejaba de moverse, tratando de
encontrar la postura. Deseé que se fuera a pasar el rato a la casa de muñecas, pero no iba
a irse a ninguna parte.
Me recogí el pelo en un moño desordenado y recorrí mi habitación. Cada vez que
cerraba los ojos veía al hombre en el suelo sucio del aparcamiento y oía sus palabras. Lo
sabían… La Iglesia sabe sobre los leydi. No tenía ni idea de cómo era posible. Y lo
mismo pasaba con rita. ¿Cómo habían descubierto lo de los demonios en general?
Me froté las manos mientras pasaba otra vez por delante de mi cama. Todavía no
podía creer que le hubiera pegado al tío en la cara con una Biblia. Aquello era terrible.
Tal vez tuviera alguna justificación, pero mi mano habría sido una opción mejor. Claro
que, si hubiera mantenido la calma, tal vez nadie habría muerto. Aquello estaba en mis
manos, y ni siquiera sabía por qué lo había hecho. Sí, me había puesto muy furiosa, pero
normalmente no era una agresora.
Y normalmente tampoco lamía los dedos de la gente.
Era algo que rita haría; algo que ya me había hecho antes. Cuando me lamió las
migas de una galleta de azúcar.
Rita.
Noté un movimiento retorcido en el pecho.
Uf.
Con un gruñido, me detuve y me senté en el borde de la cama, dando la espalda a la
puerta. Me había olvidado de todo el asunto de chuparle el dedo a Zaymi tras ver a
alguien morir. Había sido mejor así. Me tumbé y miré al techo. A veces me sentía como
si alguna clase de entidad extraña estuviera invadiendo mi cuerpo. Me froté la cara con
las manos, sintiéndome como si necesitara una limpieza de cuerpo.
Un golpe en la puerta de mi habitación me obligó a levantarme. Me volví y me aclaré
la garganta.
–¿Sí?
Cuando la puerta se abrió y Danila apareció, mis cejas se alzaron. Ella cambió el
peso de pierna.
–Venía a ver… –hizo una pausa y echó un vistazo por encima del hombro– qué tal
tenías el brazo.
Carajo. También me había olvidado de eso.
–Ya ni siquiera me duele.
–Eso es lo que quería oír. –Dudó mientras se mordisqueaba el labio inferior–.
¿Puedo?
Hizo un gesto en dirección a la cama.
Vale. Aquello era extraño, pero habían pasado tantas cosas extrañas en mi vida
recientemente que estaba interesada en ver adónde se dirigía aquello. Crucé las piernas.
–Claro.
Su sonrisa era dudosa mientras cerraba la puerta y cruzaba la habitación para sentarse junto a mí. Para alguien tan alto como ella, uno pensaría que sería menos grácil, pero no.
La chica parecía caminar sobre el agua, y al agua probablemente le gustaba.
–¿Te importa si le echo un vistazo al brazo?
–Nop. –Bajé la mano y me quité el jersey. Debajo llevaba una camiseta sin mangas,
lo cual le daba acceso total. El corte de mi brazo ya no era nada más que una marca rosa.
La piel estaba arrugada y lo más seguro era que eso no fuera a cambiar nunca, pero era
mejor que morir–. Se me cayeron los puntos esta mañana.
–Parece que está perfecto. –Levantó la mirada mientras se apartaba un mechón de
pelo oscuro. Pasó un momento mientras esperaba a que se levantara, pero se quedó ahí–.
He oído lo que ha pasado con esos miembros de la Iglesia.
Aparté la mirada, preguntándome si Zaymi le habría dicho a su padre que yo más o
menos había instigado la violencia.
–Sí.
–Aby está preocupado –dijo con suavidad–. No entiende cómo saben lo que… lo
que era rita, ni lo del leydi. –Hubo una pausa mientras colocaba una pierna
increíblemente larga encima de la otra–. Realmente no es un problema del que quiera
preocuparse ahora mismo, pero supongo que las desgracias nunca vienen solas, ¿eh?
Y tanto que no venían solas: eran muchas legiones de religiones católica, Cristina, adventista, ect.
–Sip.
Danila jugueteó con el brazalete de plata que llevaba en la muñeca.
–No sé si lo habrás oído o no, pero ya no vamos a volver a Mérida Yucatán. No con el
asunto del leydi. Aby quiere tener el mayor número de activos posible. –Bieeen.
Apenas podía contener mi emoción–. Y con Tomás todavía desaparecido, Diez y los chicos están muy seguros de que algo le ha pasado.
Me puse rígida y froté de forma distraída el lugar de mi pecho donde Bambú estaba
descansando la cabeza.
Danika abrió mucho los ojos.
–Los prometí a ti y a Zaymi que no diría nada, y no lo haré –aseguró, con los ojos tan
azules y brillantes como los de Zaymi–. Nadie piensa siquiera que tú o… ¿cómo se
llama?
–Bambú–dije–. Yo no le puse ese nombre, por cierto.
Frunció el ceño.
–Nadie piensa que tú o Bambú hayáis tenido nada que ver con eso.
–Está bien saberlo. –Mi mirada se clavó en la puerta cerrada. Aquello era muy…
incómodo. Me sentía un tanto tentada de ir a buscar a Jazmín y dejar que su hija me
mordisqueara los dedos de los pies–. ¿Zaymi sigue con Aby?
–Sí. Todos los hombres están juntos en la habitación. Nadie sabe realmente cómo
encargarse de la gente de la Iglesia sin empeorarlo, pero… No creo que eso sea lo que
más le preocupa a Zaymi.
–¿No?
Ella negó con la cabeza cuando la miré.
–La verdad es que no le hace ninguna gracia que… rit esté en tu instituto. Y a
Aby tampoco.
–Evidentemente. –Solté un suspiro y descrucé las piernas. Mis pies ni siquiera
tocaron el suelo; era un trol sentada junto a ella–. Es un demonio, así que por supuesto
que están cabreados.
–Dudo que esa sea la única razón por la que a Zaymi no le hace gracia que rita esté
en el instituto contigo.
Fruncí el ceño.
–¿Qué otra razón podría haber?
Levantó las cejas mientras me miraba fijamente.
–¿De verdad no lo sabes? –Cuando negué con la cabeza, ella se rio entre dientes con
suavidad. Había un matiz triste en el sonido–. Tania, a veces eres tan inconsciente que
me entran ganas de tirarte del cabello.
Me atraganté con una risotada.
–¿Qué?
Danila no respondió de inmediato, y después respiró hondo.
–Vale. Vamos a ser sinceras entre nosotras. No te caigo bien.
Abrí la boca y sentí que mis mejillas se calentaban. Estaba a punto de negarlo, pero la
mirada que me lanzó me dijo que no había ninguna razón para hacerlo.
–Bueno… esto es muy incómodo.
–Sip. –Asintió con la cabeza, y sus hombros esbeltos se elevaron–. Todos en el
clan… en ambos clanes… esperan que Zaymi y yo acabemos juntos, y yo no rechazaría esa oferta. Creo que sabes que a mí… me gusta Zaymi.
–Diría que «gustar» no es una palabra lo bastante fuerte.
Sonrió ante eso.
–Es…, bueno, ya sabes cómo es. Y también sé que a ti te gusta, y que «gustar»
probablemente tampoco sea una palabra lo bastante fuerte para ti.
No dije nada, porque aquella era una conversación de la que realmente no quería
formar parte.
–En fin, dado que voy a quedarme aquí durante un tiempo, quería aclarar las cosas
entre nosotras. Me caes muy bien, tania. –Se encogió de hombros–. Espero que
podamos ser amigas, y no quiero que te preocupes por mí y por Zaymi.
Una parte de mí quería decir que no me preocupaba, pero al parecer era tan
transparente como una ventana. Respiré hondo y decidí que tenía que ser una mujer.
–Sé que no siempre he sido… eh, simpática contigo, mientras que tú siempre has
sido muy maja. Y lo siento. –Vaya. Aquellas eran probablemente las palabras más
maduras que le había dicho jamás a Danila. Me merecía una galleta del tamaño de una
mano–. He aceptado que tú y Zaymi acabaras juntos. –Y aquellas palabras eran una
píldora amarga, pero era una que necesitaba tragarme–. Vosotros dos sois perfectos el
uno para el otro. Los dos son impresionantes, y tú eres muy simpática e inteligente. Y sé que Zaymi…
–Para –dijo, levantando una mano–. Sé que le gusto a Zaymi, y estoy de acuerdo.
Seríamos perfectos juntos, pero eso no va a pasar jamás.
La miré fijamente, confundida.
–¿Por qué no?
–Porque él no me quiere. No está enamorado de mí, y eso es evidente para todo el
mundo menos para ti –aseguró, y entonces bajó la mirada. Unas espesas pestañas
ocultaban sus ojos–. Zaymi te quiere a ti. Y está enamorado de ti corazon.

AMOR POR CONTRATOSHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin