TENER A TANIA

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Tener a tania en el lugar que llamaba «hogar» era abrumador. Cada célula de mi

cuerpo era hiperconsciente de cada vez que tomaba aire, cada vez que se movía,

aunque fuera mínimamente. Que estuviera allí hacía que notara un cosquilleo en la

piel por las ganas de cambiar de forma.

Y, carajos, eso probablemente estuviera más que mal.

Layla estaba sentada en el borde de la cama mientras yo metía las cajas de arroz

sobrante en el frigorífico. Me quité las botas, observándola por el rabillo del ojo.

Estaba toqueteando las mangas de su camiseta, y después sus ojos fueron hasta los

extremos de su pelo y comenzó a jugar con los mechones de un rubio pálido.

Dirigí el cuerpo hacia ella sin darme cuenta realmente, e incliné la cabeza hacia un

lado. El depredador que era tomó aire profundamente, saboreando el olor cítrico del

nerviosismo. Una parte de mí quería abalanzarse sobre ella, pero la otra parte, el

extraño que parecía haberse colado en mi interior, se contuvo.

Dirigió la mirada hacia mí y después la apartó, asustadiza como un potro recién

nacido. Los demonios como yo disfrutaban de las emociones humanas, especialmente

las que derivaban de alguna debilidad. Estaba en mi naturaleza explotar eso, explotarla

a ella.

Ni una sola parte de mí era humana, y mi verdadera naturaleza no estaba

domesticada, pero estar con ella era… diferente.

Me recliné contra la pared y sonreí ligeramente mientras ella se envaraba.

—Estás nerviosa.

Levantó su pequeña barbilla redondeada.

—No, no lo estoy.

El dragón de mi estómago se movió en respuesta a su negación, y me reí.

—Puedo oler tu nerviosismo, Layla. No puedes mentir sobre ello.

Arrugó la nariz mientras se llevaba las rodillas al pecho y se rodeaba las piernas

con los brazos.

—¿Tú no estás nervioso? ¿Qué pasa si la Llave no está ahí? ¿Qué pasa si está,

pero están custodiándola? Dudo que podamos entrar, sacar el libro y ya está.

Como si estuviera preocupado por eso.

—No estaba hablando de eso. —Me aparté de la pared y me dirigí hacia ella. El

olor como a naranjas se incrementó, y ralenticé el paso. Me senté junto a ella y puse

las manos cerca de sus pies desnudos. Eran unos pies pequeños, y unos dedos

pequeños, pintados de rosa. Demonios, todo en ella era pequeño. Todo salvo su

personalidad y su valor—. Pero, para responder a tu pregunta, no, no estoy nervioso.

Da igual lo que se nos eche encima, seré capaz de ocuparme de ello.

Frunció los labios.

—Vaya, sí que eres especial. Qué arrogante, ¿no?

—Soy muy especial, pero eso ya lo sabes. —Me acerqué más a ella, porque no

AMOR POR CONTRATOSWhere stories live. Discover now