SALTARME EL INSTITUTO

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Saltarme el instituto por, bueno, por primera vez, y encima para ver a un vidente,

gritaba «problemas» por todas partes. Y lo mismo pasaba con la forma que tenía Roth

de conducir su Porsche, como si fuera la única persona con derecho a estar en la

carretera. Naturalmente, Paradise City sonaba a todo volumen por los altavoces.

—Puede que seas un demonio inmortal —dije, aferrándome al cinturón de

seguridad que me cruzaba el pecho—, pero yo no.

Me dirigió una especie de sonrisa salvaje que me hizo pensar muchas estupideces.

—Estarás bien.

Dejando a un lado la posibilidad de morir en un enorme accidente de coche,

aquello era mucho mejor que quedarme sentada fingiendo que no pasaba nada. Estaba

siendo activa. En cierto sentido, estaba ocupándome yo misma del asunto, con la

ayuda de Roth, y eso calmaba el pánico y la intranquilidad que habían estado

creciendo en mi interior.

Mientras entrábamos en Manassas, Roth hizo algo inesperado y paró en el

aparcamiento del primer supermercado por el que pasamos. Lo miré fijamente

mientras apagaba el motor.

—¿Tienes que ir a hacer la compra justo ahora?

Roth me lanzó una mirada, pero no respondió. Con un suspiro, salí del coche y lo

seguí hasta el supermercado. Una parte de mí esperaba que alguien saltara sobre

nosotros y exigiera saber por qué no estábamos en clase, pero una vez dentro vi a

unos seis adolescentes más, y supuse que no desentonaríamos entre ellos.

Se detuvo en la sección de las aves, frunciendo el ceño.

—¿Qué estás buscando?

—Un pollo —dijo, buscando entre los estantes—. Preferiblemente un pollo vivo,

pero me parece que no lo voy a encontrar.

Me acerqué más a él.

—¿Quiero saber siquiera por qué necesitas un pollo vivo ahora mismo?

—Pensaba que sería un buen compañero de viaje. —Me dirigió una sonrisita

cuando entrecerré los ojos—. Siempre debes llevar un regalo de agradecimiento

cuando visitas a un vidente, y he oído que los pollos son un buen regalo. —Tomó un pollo entero envuelto en un paquete que aseguraba que lo habían criado en una granja

—. A todo el mundo le gustan las cosas naturales, ¿no?

—Esto es muy extraño.

Su boca se curvó en una sonrisa torcida.

—Todavía no has visto nada.

Diez minutos después, estábamos de vuelta en la carretera, en dirección al campo

de batalla de Manassas con nuestro pollo comprado. No sabía muy bien qué esperar,

pero cuando atravesamos la vieja valla de madera y los muros de piedra y nos

metimos por el camino de entrada de una casa que tenía aspecto de tener agujeros de

la batalla de la Guerra de Secesión, me preparé para las cosas extrañas que estaban a

AMOR POR CONTRATOSWhere stories live. Discover now