NO FUE HASTA DESPUÉS

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No fue hasta después, por la tarde, que pude quedar con Zaymi, y entonces tuve que

esperar a Caiman para que hiciera de chófer. No parecía estar molesto por la nueva

obligación que le habían impuesto. Parloteó mientras conducía, pero yo me sentía

demasiado ansiosa y distraída como para prestar atención a lo que estaba diciendo, de

modo que miré por la ventana, observando todas las guirnaldas que colgaban de las

farolas y las luces que pronto comenzarían a parpadear. Me retorcí durante todo el

camino hasta la cafetería que Zaymi y yo solíamos visitar todos los sábados, con la

mente fija en la forma en la que Roth me había mirado en la cocina.

No lo comprendía. Había pasado de… de tocarme a alejarse de mí por completo.

No solo parecía distante, sino dolido. Yo ni siquiera había tenido la oportunidad de

explicar nada. Ahora mi corazón estaba latiendo como loco, como si estuviera a

punto de enfrentarme cara a cara con un Sicario Infernal, y no tenía ninguna relación

con ver a Zaymi.

A lo mejor Caiman y yo habíamos malinterpretado el, eh… el interés de rita,

pero, incluso así, eso no cambiaba lo que estaba a punto de hacer. No podía.

Caiman redujo la velocidad hasta detener el Mustang de forma perezosa junto a

los coches aparcados al otro lado de la cafetería. Mientras yo llevaba la mano a la

puerta, él Tamborileó sobre el volante con los dedos.

—Mi número está ya en tu celular, guardado como «El más molón». Mándame

un mensaje cuando acabes.

—si.

Abrí la puerta e hice una mueca cuando el viento me golpeó la cara.

—No te vayas por ahí caminando. Tienes a los Alfas y quién sabe qué más

potencialmente en busca de tu cola —continuó—. Y la verdad es que no me apetece

volver a la casa y tener que explicarle a Roth que te he perdido.

Resistí tanto la necesidad de señalar que a esas alturas no estaba segura de lo que

pensaría rita de ello como el deseo de poner los ojos en blanco.

—Sí, papá.

Él sonrió.

—Hazme sentir orgulloso.

Le lancé una mirada por encima del hombro mientras bajaba, cerré la puerta del

coche y me subí a la acera. El viento era brutal cuando pasé junto a la gente que subía y bajaba la acera a toda prisa. Un despliegue de auras me dio la bienvenida, amarillas

como de mantequilla, azules pálido y rosas. Mantuve el ojo alerta por si a alguien le

faltaba, una señal segura de tener un demonio en medio, pero todo parecía estar tal como siempre.

La guirnalda cubierta de escarcha que colgaba de la puerta tintineó cuando entré

en el interior. Antes de poder atravesar el umbral siquiera, supe que Zaymi se

encontraba allí. Lo sentía mientras el aire cálido me inundaba. La cafetería era de

estilo familiar, nada de grandes franquicias, pero olía a cosas dulces horneadas y

AMOR POR CONTRATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora