DESPUÉS

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después subí la escalera. En el rellano superior, un extraño escalofrío me bajó por la
columna vertebral. Me giré, esperando a medias ver a alguien fulminándome con la
mirada desde el piso de abajo, pero no había nadie.
Podía oír la risa distante de Ozzy y los bajos gimoteos de Darle, pero la sensación
seguía ahí. Me estremecí y metí las manos en los bolsillos de mi sudadera mientras
negaba con la cabeza. Los eventos recientes me habían vuelto paranoica, y con razón.
Me giré y dirigí la atención hacia la puerta cerrada de Zaymi. Se había ido a
dormir al volver a casa después de ir a la pastelería, algo que necesitaba mucho. Sabía
que se levantaría pronto para entrenar antes de ir a cenar. Fui con sigilo hacia la
puerta y dejé el puño en el aire durante un segundo, pero por razones que probablemente jamás sabría la abrí sin llamar.
No se encontraba medio desnudo en mitad de la habitación, ni donde le gustaba estar cuando entraba en sueño profundo, que era junto al gran ventanal. A algunos de los Guardianes les gustaba posarse en el tejado, como las gárgolas de piedra que adornaban las iglesias y los colegios, pero a Zaymi no. Le gustaba esa ventana desde
que podía recordar.
Mi mirada fue hasta su enorme cama… y allí estaba. Las comisuras de mis labios
se elevaron. Estaba despatarrado en el centro de la cama en su forma humana,
tumbado boca abajo. Una sábana se hallaba envuelta alrededor de sus caderas y los
músculos de su espalda estaban relajados. Una mejilla descansaba sobre la curva de
su codo y estaba mirando la puerta con los labios separados. Unas espesas pestañas acariciaban sus mejillas, unas pestañas que tenían que ser la envidia de cualquier anuncio de rímel.
Cerré la puerta en silencio detrás de mí y me acerqué a la cama. Durmiendo,
parecía mucho más joven de lo que era, tranquilo y, en cierto modo, vulnerable.
Nadie que lo viera en ese momento se creería que podía ser tan peligroso y letal
estando despierto.
A sabiendas de que no debería estar ahí, me senté en el borde de la cama y mi
mirada descendió por la línea de su columna vertebral. En realidad no sabía por qué
había ido, pero lo único en lo que podía pensar era en lo que me había pedido.
«Darnos una oportunidad».
El corazón me dio un vuelco. ¿De verdad podíamos hacerlo? Todavía no estaba
segura de si intentarlo era en realidad lo correcto, pero no hacerlo era como dar la
espalda a la historia que compartíamos. Mientras mis ojos se inundaban de toda la
piel dorada a la vista, no pude evitar preguntarme si nos encontraríamos en ese
momento incluso si rita jamás hubiera aparecido.
Al pensar en él, unos nudos se retorcieron en mi estómago, una mezcla de dolor
latente, el insulso mordisco de confusión… y culpa. Mis manos se cerraron con impotencia sobre mi regazo. Odiaba sentirme así; odiaba que rita me siguiera afectando y que pudiera sentir culpa en nada de esto. Era él quien me había
alejado…, quien me había empujado directamente hasta los brazos de Zaymi.
Que eran unos brazos muy bonitos, pensé mientras miraba sus bíceps.
Me sentía como una completa acosadora.
Sí, ya iba siendo hora de moverme. Comencé a levantarme, pero una mano me
rodeó la muñeca. Con un jadeo, bajé la mirada hasta Zaymi. Un ojo era visible, y una
sonrisa adormilada tiraba de sus labios.
—¿Adónde vas?
La vergüenza me inundó.
—¿Cuánto tiempo llevas despierto?
—El tiempo suficiente para saber que me estabas comiendo con la mirada. —La
sonrisa torcida se extendió—. Me siento como un trozo de carne.
—Cállate.
—No he dicho que no disfrutara de la sensación. —Giró hacia un lado y me di cuenta de que las sombras oscuras bajo sus ojos habían desaparecido. Su mirada me recorrió la cara—. Me gusta despertarme y verte aquí.
Una cálida sensación me atravesó zumbando como una abejita feliz y me hizo
sentir inquieta. Mientras apartaba la mirada mi pelo se deslizó sobre mi hombro,
ocultando mi cara.
—¿Qué? —preguntó, soltando mi muñeca para levantar la mano y apartarme los
mechones rubios.
—No sé. —ise un vistazo y me obligué a no dirigir la atención por debajo de su barba para no encontrar una distracción enorme—. Es solo que… no sé cómo actuar cuando tú eres tan… abierto con esto.
Sus dedos se quedaron en mi pelo, deslizándose entre los mechones.
—Actúa como has actuado siempre, bichito. Eso es lo que siempre me ha gustado
de ti.
—¿El hecho de que actúo como una idiota la mayor parte del tiempo?
Sonrió.
—Sí.
Se me escapó una risa mientras comenzaba a relajarme. Levanté las piernas y las
crucé. Lo observé mientras colocaba el brazo más cerca de mí detrás de su cabeza.
—Me gustaría haber sido más abierto sobre esto antes —admitió en voz baja—.
No haber esperado tanto tiempo.
A mí también me gustaría que lo hubiera hecho, porque entonces tal vez las cosas
no serían tan confusas y complicadas.
—Más vale tarde que nunca, ¿verdad? —preguntó, y cuando asentí con la cabeza
él bajó los dedos por mi brazo. Incluso a través de la sudadera podía notar su tacto—.
¿Qué hay para cenar?
—Creo que alguna clase de estofado o carne asada.
—¿Vas a comer con nosotros?
Me encogí con un solo hombro.
—No sé. Me parece extraño hacerlo.
—No es que nadie quiera que estés allí, tania.
No era esa la impresión que me daba a mí. Eché un vistazo al reloj de la pared.
—Probablemente debería ir yéndome. Tienes que…
Zaymi me atrapó el brazo y se giró con tanta rapidez que no había nada que
pudiera hacer. De pronto quedé boca arriba, mirando unos ojos que relucían con
malicia. Se quedó sobre mí, apoyando el peso sobre ambos brazos.
—Y tú no tienes que irte —dijo.
—¿No? —Hice la que seguramente fuera la pregunta más estúpida posible, pero
la culpa no era mía. La sábana se había deslizado por sus caderas, y la verdad es que
no sabía si llevaba nada debajo.
—No. —Su sonrisa me produjo una presión en el pecho—. Vamos a acurrucarnos
un rato.
—¿Acurrucarnos?
Solté una risita ante la imagen de una lagarti de dos metros acurrucándose.
Él se rio.
—Pensaba que a las chicas os gustaba acurrucaros.
—No tengo forma de saberlo.
No era cierto. Claro que me encantaba acurrucarme. Todas las veces que Zaymi había dormido junto a mí, y también esa vez con rita, lo único que habíamos hecho era abrazarnos y hablar de nada importante.
Tomé aliento con brusquedad y el estómago me dio un vuelco. No debería… No podía pensar en él en esos momentos.
La sonrisa de Zaymi flaqueó mientras sus ojos buscaban los míos.
—A veces desapareces cuando estás aquí, y seguro que no quiero saber adónde
vas.
Contuve el aliento mientras mis pulmones se expandían. Quería decirle que no iba
a ninguna parte, y que si lo hacía no debía preocuparse, pero eso sería una mentira y
él lo sabría.
Un lateral de sus labios se elevó.
—Pero estás aquí. Así que eso significa más.
—Así es.
Y era cierto.
Pasó un instante de pesado silencio entre nosotros, y entonces su mirada bajó
hasta los labios y después más abajo, hasta la cremallera de mi sudadera subida hasta
el cuello. Su sonrisa se extendió.
—¿Tienes frío?
—La casa está helada —respondí, contenta por el cambio de tema.
Pero entonces su mirada se elevó, y esos ojos eran eléctricos. Mi pecho se elevó
cuando respiré hondo.
—Debería prepararme —murmuró.
—Deberías.
—Pero es que quiero quedarme aquí tumbado sin hacer nada.
Un cosquilleo comenzó en mis labios y bajó con un estremecimiento hasta los
dedos de mis pies.
—Eso es muy poco propio de un Guardián.
—Si supieras mis pensamientos muy poco propios de un Guardián,
probablemente saldrías corriendo. —Se fijó en mi brusca inhalación—. O tal vez no.
Me picaban los dedos por las ganas de tocarlo, pero los mantuve a los costados.
Zaymi había sugerido que fuéramos con calma y nos diéramos una oportunidad, y eso probablemente no implicaba meterle mano. Pero era muy difícil.
—¿Quieres entrenar un poco conmigo esta noche? —preguntó.
—Sí. —Mi voz sonaba ronca—. Eso… eso estaría muy bien.
—Muy bien. O puede que más que bien. Probablemente estaría genial…
Perdió el hilo de sus palabras y bajó la cabeza.
Me encogí, apretándome contra el colchón como si este pudiera absorberme.
—Zaymi, no deberías estar tan…
—No pasa nada. —Siguió moviéndose, acercándose más, sin ningún miedo y
totalmente loco—. Te preocupas demasiado.
—Estás loco. —Giré la cabeza, pero él me puso dos dedos sobre la barba y me
la volvió a mover. Abrí mucho los ojos—. Loco de remate.
—No. Es solo que confío en ti. —Apoyó la frente sobre la mía, y cada músculo
de mi cuerpo se tensó—. ¿Ves? No me estás comiendo el alma ahora, ¿verdad?
Mantuve la boca cerrada con fuerza. Había un débil ardor en mi garganta, y no confiaba en mí lo suficiente para hablar.
Movió la cabeza y su nariz rozó la mía, una experiencia totalmente nueva con él.
El corazón se me aceleró y latía tan rápido que iba dando traspiés. Zaymi soltó un
suspiro tembloroso. Cerré los ojos mientras las puntas de sus dedos recorrían mi mejilla y después bajaban, adonde mi pulso latía con rapidez. Si bajaba el cuerpo solo
un poco, estaríamos apretados de todas las formas que harían que se me enroscar los pies y se me debilitaran las rodillas, y tenía la sensación de que descubriría enseguida si llevaba algo bajo la sábana.
Ay, Dios mío, eso no era ni de coña lo que debería estar pensando.
Me pareció oír que susurraba mi nombre, y después sentí un breve roce de sus
labios, tan suave y rápido como el aleteo de unas alas, sobre los míos.
Noté una oleada de aturdimiento que me atravesó robándome el aliento. Abrí
mucho los ojos y Zaymi levantó la cabeza. Había una pequeña sonrisa engreída en sus
labios, y los míos… oh, los míos me cosquilleaban y vibraban del breve toque.
—Hum… —murmuró, y sacó la lengua para pasarla por la marca de su labio
superior—. Sigo aquí. Con el alma intacta. Fíjate tú.
Estaba totalmente aturdida, más allá de la capacidad de hablar. En realidad no
había sido un beso. Yo tenía los labios sellados, así que ni siquiera había sido un pico,
pero Zaymi… se había atrevido a poner los labios contra los míos. Se había arriesgado a ello; se había arriesgado a perder el alma por un breve roce de los labios.
Entonces se estiró, me besó la frente y después se tumbó de costado.
—Tengo que ir poniéndome en marcha ya, y tengo que cambiarme.
Sacó las piernas de debajo de la sábana y se puso en pie.
Estaba totalmente desnudo.
Total y completamente desnudo, y yo le estaba mirando el trasero, que era muy firme y…
—¡Dios mío!
Echó un vistazo por encima del hombro, arqueó una ceja y su sonrisa pícara se volvió malvada.
—¿Qué?
—¿Qué? —Lo miré fijamente, pero entonces mi mirada descendió y mi cara ardió
como el primer círculo del Infierno—. Ay, Dios mío —repetí mientras salía de la
cama por el otro lado. Una risita trepó por mi garganta y quedó en libertad—. Estás
totalmente desnudo.
—¿En serio? —dijo con ironía mientras tomaba la sábana. Se giró ligeramente
y… Dios santo, me di la vuelta con los ojos muy abiertos.
Por todas los lagartos, estaba…
—¿Todo bien por ahí?
—Sí —grazné, sintiendo que me ruborizar por una razón totalmente distinta. Me
giré con lentitud.
Él se rio y se rodeó la cintura con la sábana, cubriéndose las… cosas.
—Voy a tener que quitarme esto otra vez para cambiarme. —Sus ojos bailaron
con malicia—. No digo que tengas que marcharte, pero…
—Me marcho. —Pasé disparada junto a la cama, con el pelo flotando detrás de
mí. Cuando pasé junto a Zaymi, él estiró el brazo y me tocó el culo. Di un respingo y
lo fulminé con la mirada—. Eres muy malo.
—Terrible. —Sonrió mientras retrocedía, con una mano sobre el nudo de la
sábana—. Nos vemos ahora.
Dije algo afirmativo y después salí volando al pasillo. Mi cuerpo entero estaba
ardiendo mientras me llevaba una mano a los labios que todavía me cosquilleaban y
la imagen del culo de Zaymi se grababa en mis retinas.
Tenía un culo genial.
Y por lo que había visto, tampoco iba mal en ningún otro terreno.
Solté una risita mientras giraba hacia la escalera y estuve a punto de estamparme
contra Maydox. Él se detuvo en el escalón superior.
—Lo siento —murmuré.
Tenía la expresión afilada, sin confiar en mí del todo, pero asintió con la cabeza.
Mientras se apartaba a un lado para dejarme pasar, una oleada de irritación me subió
por la espalda. ¿Le mataría decirme algo? Aquel Guardián nunca me había hablado.
Ni una sola vez.
Respiré hondo, moví el pie al escalón inferior y una bocanada de aire frío vino del
pasillo que tenía detrás, agitándome el pelo y moviendo unos finos mechones
alrededor de mi cara.
Miré a la derecha y lo único que vi fue la cara de Maydox blanca negra a causa de la impresión, y entonces cayó de cara por la empinada escalera.
Bajé la escalera corriendo y gritando, e hice una mueca cuando su cabeza golpeó
con fuerza el suelo de madera dura que había abajo. Llegué junto a él mientras
sonaban pies de todas las esquinas de la casa.
Yacía en un ángulo antinatural, con el brazo retorcido debajo de él y una pierna
doblada por la rodilla. Me agaché.
—¿Maydox?
No respondió.

AMOR POR CONTRATOSWhere stories live. Discover now