NATURAL

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naturaleza y hacía amigos por todas partes.
Sus compañeros estaban hablando de los nuevos propietarios que se
habían hecho cargo del centro a principios de año. Todos ellos habían estado
muy inquietos, sin saber qué pasaría a largo plazo. Obviamente ella ya no
tenía que preocuparse más, pero le aliviaba saber que a todos les iría bien y
que los nuevos jefes parecían saber lo que hacían.
Como nunca había trabajado como enfermera a domicilio y tampoco tenía
la menor idea de si volvería a hacerlo cuando terminara su nuevo empleo, no
sabía qué esperar de los jefes que tendría a partir de ahora. Tenía que
responder ante la agencia que la había contratado, pero también ante la
familia para la que trabajaría.
Mientras jugueteaba con el pie de la copa, se obligó a dejar de pensar en
lo que sucedería al día siguiente. Estaba nerviosa, lo que era comprensible,
pero no podía permitirse volverse loca de preocupación. Si lo hacía, le daría
un ataque de pánico y empezaría a arrepentirse de su decisión. Y en ese
momento, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás…
—¡Lucia! —canturreó Ana un segundo antes de agarrarla del brazo—.
Tengo que presentarte a alguien.
¡Oh, Dios mío!
Normalmente, cuando Ana quería presentarle a alguien, siempre se trataba de algún tipo excéntrico que acababa de conocer y con el que lucia no
quería interactuar. Reprimió un quejido, se volvió despacio y casi se le cayó
la copa cuando pasó del rostro sonrojado y emocionado de su amiga al del
hombre que estaba junto a ella.
Abrió los ojos de par en par mientras miraba al desconocido. ¡Virgen
santa mia…! Fue como si su cerebro hubiera sufrido un cortocircuito, vaciándolo
de cualquier pensamiento coherente. Era el hombre con el que Ana había
estado jugando a los dardos. Lo sabía porque llevaba la misma camisa oscura,
que resultó ser un suéter térmico con las mangas subidas hasta los codos, y
porque era alto. Y no solo porque estaba al lado de un duendecillo
enloquecido, sino porque debía de ser unos treinta centímetros más alto que
ella, y lucia no era una mujer baja.
Ese hombre, quienquiera que fuera, era totalmente espectacular.
Desprendía un aire duro. Tenía unos pómulos altos y anchos y unos labios
bien formados, con un arco de cupido perfecto. Una barba de tres días le
cubría una mandíbula que parecía haber sido tallada en mármol. Su cabello
castaño dorado era ondulado en la parte superior de la cabeza y lo llevaba
corto a los lados. Seguro que bajo la luz del día era tan rubio como el de

AMOR POR CONTRATOSWhere stories live. Discover now