Me recogí los mechones de pelo rubio pálido en un moño desordenado en la nuca y
me subí la camiseta. La tela parecía muy ligera entre mis dedos. A veces yo me sentía
muy ligera.
En unos pocos días volvería al instituto, tras haberme recuperado milagrosamente
de la mononucleosis, para deleite de Stacey y Sam. Habían cancelado las clases
durante tres días después de la visita del Infierno al viejo gimnasio. Abbot y la policía
habían convencido al equipo directivo de que habían logrado impedir alguna clase de
ataque terrorista casero.
La población general seguía sin saber que los demonios caminaban entre ellos, y
cuál era el verdadero propósito de los Guardianes. La amenaza de los Lilin había
terminado, más o menos. Al menos, siempre que no hubiera más demonios
enamorados de Lilith, o que quisieran desencadenar el fin del mundo. Las cosas
estaban a punto de volver a la normalidad, como si octubre y noviembre jamás
hubieran existido. Por lo tanto, todo iba bien, al menos para los Alfas y los
Guardianes.
Yo no me había transformado desde aquella noche, hacía no mucho tiempo.
Tal vez no volviera a hacerlo jamás, y Abbot no me había presionado con el tema.
Ya no era una mula, pero tampoco era como los demás Guardianes. Si acaso, ahora
que sabía el aspecto que tenía realmente, me sentía más diferente de lo que lo había
hecho antes.
También trataba de no pensar en Petr y en mi padre, pues sabía que Elijah seguía
ahí fuera y probablemente estuviera planeando mi muerte prematura. Aunque eso no
me importaba demasiado. Ya me ocuparía de él cuando llegara el día.
Pero, por el momento, tenía cosas más importantes de las que preocuparme.
Mis ojos se movieron hasta el espejo, y al igual que cada día desde el
enfrentamiento en el viejo gimnasio, me sorprendí. Probablemente pasarían años hasta
que me acostumbrara a lo que veía.
Me retorcí delante del espejo, y me sentí extrañamente aliviada y reconfortada por lo que veía en el reflejo. Mi nuevo e inesperado tatuaje servía como un recordatorio
agridulce.
Bajé la mirada y solté aire de forma irregular mientras unas lágrimas me quemaban
los ojos. Bambi se había fusionado con el único demonio que quedaba en pie.
Conmigo. Era demasiado grande para mí, pero estábamos intentando que funcionara.
En ese momento, la parte inferior de su cuerpo me rodeaba el torso, y su cuello
grueso de un ónice brillante se extendía entre mis pechos y subía por mi cuello. La
cabeza con forma de diamante descansaba detrás de mi hombro. De algún modo, el
detalle seguía impresionándome. Cada escama estaba perfectamente replicada, y
también la línea que recorría el centro de su cuerpo y el vientre, más suave.
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AMOR POR CONTRATOS
RomanceTania campares nunca se había arriesgado en la vida hasta que aprendió una dolorosa lección. Ahora quiere volver a empezar de cero con un trabajo lejos de su hogar al servicio de los hermanas de lealtad, dueñas de una inmensa fortuna... y de una osc...