TRAGÓ SALIVA

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Tragó saliva y dio otro sorbo a su bebida. No podía decirle que cuando dejó a su marido también se despidió de su trabajo y se marchó del lugar en el que vivían. Algo que no impidió que alan intentara ponerse en contacto con ella cada dos meses, como un reloj. Aquello solo terminó cuando cambió de número y no se lo dio a ninguno de los amigos que tenían en común. En el
fondo, sabía que acabaría enterándose de que se iba y se volvería loco, porque
así era él. Al pensar en aquello se le contrajo el estómago.
¡carajos! Vaya una manera de aguarse la fiesta.
Se olvidó de todo lo relacionado con alan.
—Quería hacer algo diferente y estar más cerca de mi familia.
—¿La familia es importante para ti?
—Sí. Soy hija única, así que me malcriaron. —Al oír su risa se le volvió a contraer el estómago. Pero esta vez fue una sensación diferente porque era un sonido grave y agradable. Fue como estar en la cima de una montaña rusa, instantes antes de caer—. De acuerdo, no me malcriado, pero estoy muy unida a mis padres. Son buenas personas.
—Tienes suerte. No hay mucha gente que pueda decir lo mismo.
—¿Qué me dices de ti?
—No estoy en ese grupo de gente.
—¡Oh! —Parpadeó—. Lo siento.
Taylor ladeó la cabeza mientras la observaba con atención.
—Parece que lo dices en serio.
—¿Quizá porque lo digo en serio? —sugirió ella.
—¿Sueles sentir empatía por personas que no conoces de nada?
—Por supuesto. Todo el mundo debería hacerlo. —Se apartó un poco
cuando alguien pasó por delante de su mesa, haciendo que la cartera donde
llevaba el móvil se le clavara en la cadera—. O eso es lo que creo.
—Estoy de acuerdo.
—Me alegra oír eso porque…
No pudo seguir. Taylor acababa de estirar la mano para sujetar un mechón
de pelo que se le había soltado del moño, y le había rozado la mejilla con la
palma antes de colocárselo detrás de la oreja. Y lo único que ella fue capaz de
hacer fue entreabrir los labios y soltar un suspiro.
—Ya está, arreglado —dijo, bajando la mano y acariciándole el cuello con
los dedos—. Aunque seguro que tu pelo es espectacular suelto.
Tenía las mejillas en llamas. No sabía cómo responder, no cuando esos
dedos todavía se deslizaban por su cuello, rozándolo como si fuera un susurro.

AMOR POR CONTRATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora