AQUELLO

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Lo iba a hacer.
Aquello estaba pasando de verdad.
Y eso fue lo único en lo que había podido pensar durante el corto (demasiado) trayecto hasta su apartamento. Taylor había conducido un coche de alquiler (o eso esperaba, porque estaba demasiado limpio como para pertenecer a un ser humano con alma), y había estado hablando todo el rato, demostrando que estaba a gusto con lo que estaba a punto de suceder.
Tan cómodo que, a mitad de camino hacia su edificio de apartamentos,
había puesto una mano sobre la de ella para que dejara de juguetear con el
dobladillo de su vestido. No le había hecho ningún comentario al respecto,
solo estrechó con sus cálidos dedos los de ella y le dio un apretón.
Que le agarrara la mano fue una sensación muy agradable y le recordó a
las primeras citas y esa dulce anticipación a todo lo que estaba por llegar.
Pero aquello no era una cita. Era una aventura de una noche; una aventura con
un hombre que parecía recién salido de la gran pantalla.
Mientras cruzaban el aparcamiento y subían las escaleras, se dio cuenta de
que él se estaba esforzando por andar despacio, a pesar de sus largas piernas.
Iba a su lado, con una mano apoyada en la parte baja de su espalda. A ella, sin
embargo, le temblaban las manos.
Literalmente.
Podía contar con los dedos de las manos las veces que había estado tan
nerviosa en su vida, tan excitada. Sus emociones se entrelazaban, formando
un nudo que le oprimía el pecho.
En la puerta, falló al meter la llave en la cerradura, golpeándola en el
metal.
—Yo me encargo —se ofreció Taylor. Le quitó con facilidad la llave de
los dedos casi entumecidos. Vio cómo metía la llave sin problemas, pero no la
giró—. ¿Lucía?
Ella tomó una rápida bocanada de aire y lo miró.
—¿Sí?


No soy buena consolando a mis lectores...

AMOR POR CONTRATOSWhere stories live. Discover now