"Disturbia"

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Sonó el despertador y Irene pensó que tenía que ser una broma, se había despertado a las tres de la mañana muerta de sed, y sola en su habitación, se levanto a la cocina y tras rellenar un botella con agua y beberse de un golpe casi la mitad, volvió a la habitación y programo el despertador del móvil.


 Ya se encontraba, mucho mejor y no podía seguir sin ir a trabajar. Seguro que el idiota de Pons, había aprovechado eses días, para hacerle todavía más,  si cabe, la pelota a su jefe, y ella tenía que recuperar el tiempo perdido, si quería conseguir la cuenta de los vaqueros para ella sola.


A regañadientes, Irene se levantó y se dirigió a la ducha, cuando se miró en el espejo, lo que vio, la desilusionó bastante, ¿cómo iba a conseguir quitarse aquel nido de pájaros del pelo?, era lo que pasaba cuando te habías hecho un moño el lunes y no te lo quitabas hasta el jueves.


Irene comenzó a desvestirse, y con pereza se metió en la ducha, abrió el grifo y espero a que saliese el agua caliente.  Bajo el chorro de agua hirviendo, que casi le pelaba la piel, pero que era como a ella le gustaba la temperatura del agua, Irene  se puso a pensar, en  que debería invitar a Santi a comer, por lo bien que se había portado con ella  en aquellos días.


¡Qué suerte tenía de haberlo conocido!. Todavía recordaba, lo creído que le había parecido, la primera vez que lo vio. Si en aquel momento, le hubieran dicho, que iba a acabar siendo su mejor amigo, se reiría tres horas, en la cara de quien se lo dijese. 


Por mucho que le doliese admitirlo, siempre le debería, a la estúpida de Sara, que los hubiese presentado. Muchas veces Irene se preguntaba ¿cómo podía no haber calado a Sara, desde el momento en que la conoció?.


Muy fácil, ella era una de esas encantadoras de serpientes, que hace que los chicos se mueran por ella, y que las chicas la envidien, y la idolatren, a partes iguales. Hasta que se confía y suelta todo su veneno, es ahí cuando la gente ve como es y se aleja de ella.


Eso fue, lo que le sucedió a Irene, que en un primer momento, pico totalmente el anzuelo. Estando en quinto de carrera, a punto de terminar sus estudios superiores,  Irene había decidido, apuntarse al consorcio de prácticas, que su universidad tenía con algunas empresas de su ciudad, para cubrir créditos de libre configuración. Así fue, como acabo sirviendo café y fotocopiando, en una pequeña empresa de publicidad.


Allí fue donde conoció a Sara, le habían dicho, cuando se presento en la empresa, para decirles que era la nueva chica de prácticas, que compartiría mesa con otra estudiante, que venía de Dirección de empresas, y que ambas se repartirían las tareas a realizar.


Aquella chica era guapísima, tenía el pelo pelirrojo y unos ojos verdes que impresionaban, era alta y muy delgada, e iba perfectamente vestida con una vestido gris de cuadros Vichy ceñido al cuerpo, y unos tacones grises de ante , medias a juego y una sonrisa que deslumbraría a cualquiera que se le acercase, y para  acabar de quitarle a Irene, la poca autoestima que le quedaba,  un cuerpo de eses que a todas nos gustaría tener.


Irene sin embargo, llevaba unos simples vaqueros básicos, con unas bailarinas azul marino, una camisa blanca sencilla  y una americana del mismo color de las bailarinas, habría pasado desapercibida en cualquier parte, como siempre.

Diario de una Grosella.Where stories live. Discover now