Capítulo 25

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—¿Cuánto tiempo creíste que ibas a poder estar lejos de mí? Anda muchachito, me causaste muchos problemas y por tu culpa perdí a mi mejor matona. —Dijo Mark lanzando a Lucio dentro de las celdas ubicadas trás una puerta trasera en su edificio, era un sitio lleno de humedad y moho sin mencionar toda la sangre seca que cubría las paredes. Luego de incendiar una base rival Dorian Mark mandó a buscar a su presa favorita dando con él en un trabajo de taxista en un distrito vecino. Las luces amarillentas del cubículo dejaban a la vista el torso magullado del muchacho quien tocía saliva y sangre tratando de recuperar el aliento. —¿Cómo me encontraste? Me fuí lejos del Distrito 13 para que nunca supieras de mí.

Mark no respondía, en su lugar se limitó a cerrar la celda de Lucio paseando afuera de esta agitando su tenebroso bate por los barrotes de su prisión creando un sonido molesto de los clavos oxidados chocando contra los postes metálicos. —Hay una mejor pregunta, niño. Dime ¿Cuál de todas estos malditos te ayudaron a escapar? —Los ojos de Lucio se hundieron al ver que en otra celda se encontraban atadas y golpeadas todos los trabajadores que le ayudaron el día que Julia lo masacró dejando su cuerpo en el suelo de la fábrica de drogas de Mark. El chicuelo intentó hacerse el desentendido de esa situación diciendo no saber a qué se refería el criminal lo que sacó a este último de quicio que terminó por sacar su furia estrellando su arma sobre el cráneo de quién alguna vez fue su secretaria. La cabeza de la mujer terminó igual que una fruta aplastada.

—Por desgracia para ti, está perra me lo confesó todo el día que empecé a buscarte. Me lo dijo todo a cambio de que le pagara JAJAJA... Ahora quiero que tú me lo digas, con tus propias palabras, dime quién de todos ellos te ayudó o si no lo haces ella será quien va a sufrir. —Una sección del calabozo de Mark se iluminó mostrando a la madre de Lucio, una mujer de ropa desgastada y con muy mal aspecto atada a una silla llorando por la confusión de no saber dónde estaba o si quiera que harían con ella. —¡Maldito! ¡Deja ir a mí mamá, ella no tiene nada que ver con esto! Te pagaré lo que debo pero déjala ir. —Los lamentos de la presa eran música para el criminal, paseando sus dedos por los hombros de la mujer éste terminó por golpear su brazo con el bate rompiéndole todo el antebrazo izquierdo generando un grito desgarrador y estridente que retumbó por todo el lugar.

—Se te acaba el tiempo, niño. Dime quiénes te ayudaron a huir y dejaré a tu madre marcharse. Así de fácil. —Con pesadez, Lucio veía a su madre llorar de dolor casi al borde del desmayo mientras que del otro lado observaba a muchas personas inocentes que le salvaron la vida. —To-Todos... Todos ellos me ayudaron a escapar. En verdad lo siento mucho.

Un instante bastó para que el demonio acabará con la vida los traidores que tenía por empleados y no de forma rápida, no, Mark se encargó de hacer sufrir brutalmente a todas las personas destrozando sus cuerpos volviendo su calabozo en una caldera desbordante de sangre. La locura se prolongó durante horas, en medio de las lágrimas de Lucio y el gozo de Dorian, el criminal fue a liberar las ataduras de la madre del chico cautivo quien cayó al piso ensangrentado gritando al sostener su brazo roto con dolor. —¡Te dije lo que querías, ahora deja que mi madre y yo nos vayamos! —Toda la furia que ardía en el interior del muchacho lo hizo levantarse y forcejear con los barrotes de su prisión con el deseo de matar a ese desgraciado. Sin embargo, la sonrisa de Mark le recordó que solo era una hormiga frente a un león, Lucio tenía delante a un monstruo. Aquel monstruo volvió sujetar el bate con fuerza balanceando el arma de un lado al otro impactando los clavos negros directo a la mandíbula de su madre volviendo su rostro en una asquerosa cascada de sangre burbujeante y cálida que terminó por salpicar a su propio hijo de pies a cabeza.

Lucio fue de rodillas al suelo llevando sus manos a la cabeza negando una y mil veces, se repetía insistiendo que nada de eso era real, que todo era una mentira, una pesadilla. Aunque las macabras carcajadas de Mark indicaban todo lo contrario hasta que su voz estaba dentro de la cabeza del joven casi como un susurro. —Tienes un brillo muy particular, no sé cómo o por qué lo tienes pero yo me voy a encargar de apagarlo así que métete esto en la cabeza: No volverás a ver la luz del sol nunca más.

Días después.

—¿Rachel Williams? ¿La Bestia? Oh sí, recuerdo haber oído su nombre hace mucho cuando estaba en la división de peso Ligero. Una boxeadora con un estilo agresivo y violento, bueno todas esos estilos extravagantes son solo para dar un espectáculo. El boxeo de verdad consiste en ir de frente y sin rodeos. Esa mujer no es una boxeadora de verdad, es solo una perra sin su correa. —Aquellas palabras dadas por Bella Quintero dejaron boquiabiertos a los reporteros que entrevistaban a la pujilista veterana. La entrevista de la mujer fue transmitida a nivel nacional así que no tardó mucho en llegar a oídos de Rachel que esperaba con ansias su combate. —No dejes que te provoque, si aceptas una entrevista caerás en su juego y no estás en posición para estar en circos. Concéntrate en tu entrenamiento y esa mujer no será un problema. —Pese a todas las advertencias que Simón pudiera hacer, Rachel y sobre todo Mark no se quedarían de brazos cruzados al ver esta provocación sin hacer nada.

—No lo entiendo, preciosa. Pensé que no querías ser mi matona. —Rachel y Mark se reunieron en un hotel cerca de una casa, una residencia del distrito más ostentoso del país. —No soy una matona, solo quiero que vea bien esa estúpida dónde se está metiendo... Ya quiero ver su cara cuando vuelva a casa.

Bestias AgresivasWhere stories live. Discover now