Capítulo 18

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—Estuviste increíble. No puedo creer que tú rival no fuera gran cosa como dices. Por cierto, ¿A dónde quieres ir a celebrar? —Las dos amigas paseaban de vuelta a casa platicando sobre la pelea de Rachel. La boxeadora no recordaba que solía hacer cada que terminaba un combate así que su plan era volver a casa para dormir, pero Alejandra no la iba a dejar.

—Podemos ir por unas hamburguesas, estuve bajo dieta durante el entrenamiento y me muero de hambre. —Ale estaba muy feliz de ver con tanta vitalidad a su amiga que aceptó ir a un local de comida rápida en lugar de un bar con cientos de chicos. —Sabes, me dió un poco de pena ver a ese niño al final de la pelea. También debió ser duro para ti cuando lo viste, no? —Ale hablaba sobre el hijo de Diana Sáenz que lloraba de rodillas en la lona al contemplar como su mamá fue destrozada al punto de sangrar pese a la atención de los médicos. Rachel se subió de hombros y continúo comiendo quitándose toda responsabilidad de lo que le había hecho a esa mujer. —Supongo que es triste ver a alguien a quien aprecias convertido en carne molida. —Ni todas las risas del mundo podrían hacer que los chistes de Rachel fueran buenos. —¿Ray, hace cuánto que no haces bromas?

—¡Si, increíble! Esos movimientos finales, aquel ritmo tan fluido. Es una genio del boxeo, no lo creés? —En otro lado de la oscuridad del Distrito 13, Dorian Mark lideraba a su grupo de matones para tomar la base de una pandilla rival que había estado robando drogas de sus vendedores y se negaban a pagar. El criminal se abrió paso a través del último piso del edificio  golpeando a diestra y siniestra con su preciado bate de clavos que goteaba la sangre de todos esos pandilleros desafortunados que se cruzaron en su camino; incluso muchas personas inocentes que vivían en los departamentos fueron asesinadas por él. Justo en ese momento, Mark se encontraba mirando en su celular el resultado de la pelela de su Bestia al tiempo que azotaba la cabeza del jefe ladrón. —Por favor, le daremos la mercancía pero déjenos ir... Se lo ruego. —Todos los lloriqueos eran nada para él lunático rey del distrito.

—No, no, no. Tú banda estuvo robándole producto a mis vendedores en las calles y eso hace que yo me ponga de muy mal humor. ¿Quieres saber cómo soy cuando estoy de mal humor? —La mano del asesino presionó la pierna del hombre herido con tanta fuerza que la hizo explotar como si de una uva se tratase. Gritos de agonía era el único sonido que se escuchaba en la noche fría. Dichos gritos fueron ahogados por los golpes de Mark sobre la boca del jefe.  —¡Cállate! Esto sólo se va a solucionar de una sola manera así que presta mucha atención. Elige ¿1, 2 o 3? —Mark se puso en cuclillas delante del moribundo desatando un par de ojos malévolos donde no era posible encontrar ningún rastro de humanidad, eran como los ojos de un monstruo. —U-Uno... Elijo el número uno. —Todos los humanos comparten un miedo en común, el temor a la muerte porque implica volver a la no existencia; y en ese instante para ese hombre, Dorian Mark era la viva representación de la muerte.

—Muchas felicidades, eligió correctamente... Ahora salude a mamá de mi parte. —El bate lleno de clavos se levantó hasta tocar el techo solo para caer con fuerza sobre la cabeza del hombre rompiendo su cráneo como si fuera una figura de porcelana. Mark reía a carcajas por el hecho. —Señor, todos los subordinados fueron asesinados y el dinero así como la droga ya fue recuperada. —Uno de los empleados del criminal llegaba con exelentes noticias para él.
—Perfecto, ahora traigan lo necesario para quemar todo el edificio. No me importa si hay familias adentro o no, quemen todo.

El humo se alzó como la torre de Babel sobre el Distrito 13; aquellas llamas al tocar el cielo fueron tomando la forma de un demonio que parecía vigilar a cada persona en la ciudad tal y como era el alma de Mark quien se alejaba de la escena del crimen dentro de un auto contemplando su obra a la distancia como un pintor orgulloso de su trabajo. —Vamos a la oficina, quiero descansar y ahora que no hay pendientes quiero que busquen a Lucio; tráiganme a ese marica. —El criminal reía ansioso por los planes que tendría para ese chico, quería extinguir su luz con sus propias manos.

Mientras tanto en el Distrito 7, Jessica Martinez no dejaba de ver una y otra vez el combate de La Bestia. Aquel retó de la boxeadora retornada era una tormenta más que pronosticada para ella. Incluso Anthony veía con miedo como su esposa no había ido a dormir por seguir mirando el vídeo sin parar. —Jess para con esto. —Thony bajó al sótano donde su mujer solía entrenar cuando no iba al gimnasio. Allí contempló algo sin precedentes. La campeona practicaba sus ataques y técnicas como si estuviera luchando contra alguien, muchos boxeadores usan su mente para pelear contra un oponente imaginario para practicar sin necesidad de un compañero; esto es llamado boxeo de sombra. Y el rival al que Jessica Martinez estaba visualizando en su cabeza con tanta lucidez era la propia Rachel Williams.

Jess podía ver a la perfección cada movimiento que la sombra le lanzaba logrando esquivar sus golpes y conectando en los puntos vitales de La Bestia. Todo sin que realmente hubiera otra boxeadora delante de ella. Pero podía sentirlo, la presión que ejercían sus ganchos que hicieron sangrar a Diana Sáenz junto a esos mortales jabs que impedían reducir la distancia y ese ritmo imposible de seguir para un peleador promedio. La campeona eludía con facilidad todos los puñetazos imaginarios que podría lanzarle Rachel incluso lograba conectar un par de contragolpes efectivos que seguramente harían caer a boxeadoras de varías divisiones arriba de la suya. Este entrenamiento se prolongó durante horas hasta el amanecer y para cuando los rayos del sol salieron algo sucedió: Jessica Martinez había peleado más de 10 veces en su mente contra La Bestia.

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