Capítulo 4

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—P-Por favor espera... —El tiempo parecía haberse congelado luego de haber dicho tales palabras. Rachel veía con asombro que ese chico tan frágil había logrado ponerse de pie y demostrar una fortaleza envidiable, y no sólo eso, sus ojos no tenían relación con su actitud temerosa.

—Mu-Muchas gracias, no tengo como pagarte esto. —Dijo el delgaducho antes de caer de rodillas al suelo; agotado por la paliza que había recibido. —Tienes razón, pero en vista de que te salvé una vez; no puedo dejarte aquí. —Con eso en mente, Rachel cargó al jovenzuelo sobre sus hombros llevándolo a rastras de vuelta a la fiesta.

—¡Rachel! ¿Dónde te habías metido? Todd y su hermano se fueron hace rato y yo no pude irme por estar buscandote. —Ale no paraba de escupir su parloteo sobre su amiga a pesar de ver al chico inconsciente sobre el hombro de Rachel. —Lo siento, Ale. Es que encontré a este chico y yo...

—No digas más, Rachel. Se ve que estuviste muuuuy ocupada esta noche. Deja que tu amigo venga a la casa, lo dejaste exhausto. —Ale dio un par golpecitos al brazo de su amiga sin darle mayor importancia a la situación. —Y cuéntame, ¿qué tal lo hace el chico ese? O tu tomaste la iniciativa? —Las preguntas incómodas no parecían tener fin. —Mejor sólo volvamos a casa, Ale.

El apartamente de Ale eran 2 recamaras con un baño y una cocina muy pequeña. Rachel avanzó con el misterioso joven hasta su habitación evitando pensar en un recuerdo que la atormentaba a menudo.

¿Estás bien, Rachel? Creo que bebiste demasiado. —Le pareció escuchar una voz ligeramente grave y familiar digirise por su espalda; quizo ignorarla pero el cuerpo del joven parecía hacerse más pesado.
No me molestes, Thony. ¡Hoy es el día de mi muerte y tengo que celebrar! —Su propia voz era el retumbar dentro de su mente al grado que la hizo empujar el cuerpo que cargaba contra la cama y encerrarse a solas con él.
—¡Tranquila, fiera! Sólo no olvides que mañana tenemos la entrevista de trabajo. —Eso fue lo último que mencionó la dueña del apartamento para ir a su pieza.

A paso lento, Rachel se dejó caer contra la esquina de la habitación para sentarse abrazando sus piernas contra su pecho.
—¿Por qué lo hice? Prometí que no lo volvería hacer... Mis manos ya tienen mucha sangre encima. —Se preguntaba así misma sin levantar la mirada del suelo.
—Pero él, él tenía esa misma luz que vi en Thony. ¿Me equivoqué al salvar a este tonto? —Las preguntas se amontonaban sin intención de tener un final esclarecedor hasta que los quejidos del chico que despertaba, la hicieron salir de sus pensamientos.

—¿Dónde estoy? —Preguntó confundido y levantándose con dificultad. —En mi casa, bueno, la casa de mi amiga. Una pandilla te estaba moliendo a golpes y yo terminé por ayudarte. —Ambas miradas se juntaron, aquel sentimiento de miedo y confusión del chico pasó a segundo plano cuando los ojos profundos de su salvadora le daban un conforte cálido que contrastaba con la frialdad de sus respuestas. —¿Cómo te llamas? —Cuestionó ella. —Lucio, me llamo Lucio. ¿Y tú? —Rachel soltó una pequeña carcajada por eso y se acostó en el suelo de la habitación. —Ya cállate y duérmete. Estoy muy cansada por tú culpa. —Dijo la chica sin mostrar importancia en el joven, cosa que lo molestó pero, no quizo ser grosero con la persona que le había ayudado. —Te agradezco mucho haberme ayudado, no me conoces y aún con eso me ayudaste; al menos me gustaría saber tú nombre, por favor. —Lucio se sentó en la cama sólo para ver a la chica del hoody verde en el piso de la recamara. Durante un instante, sus brillantes ojos analizaron el rostro terso de la mujer decorado por varias cicatrices que eran marcas de mente y cuerpo que fueron testigos de innumerables peleas. —Muchas gracias, señorita.

Mientras tanto, un puño cerrado salía como cohete hasta impactar con el rostro de una matona de la ciudad.
—Repítelo una vez más, Julia. ¿Por qué no pudieron terminar el trabajo? —La furia brotaba con cada palabra de la boca de un hombre de asento arrogante. —To-Todo iba bien jefe... Le dimos su merecido a ese idiota pero... —Julia no pudo concluir, pues un bate lleno de clavos oxidados se había estambado contra su cara sin previo aviso. Ahora trozos de carne adornaban dicha arma mientras el piso de madera se cubría de sangre. Sin venir a cuentas, otro golpe con el bate sacudió su otro lado del rostro para tirarla al suelo llorando.

—¿Pero? ¿Es que no fui claro contigo? Te dije exactamente que fueras por Lucio y lo trajeras frente a mí, pero me ignoraste y ahora no sabemos donde esta ese imbécil. —Dorian Mark, lider de una mafia que operaba en el distrito 13 de la ciudad. Su nombre se había vuelto notícia cuando él sólo masacro a un grupo de policías; claro que nunca reclamaron los cuerpos; y ahora se encargaba de sus negocios desde las sombras. —¿Por qué lloras, Julia? Un par de golpes más no deberían hacer la diferencia, después de todo, alguien ya te había golpeado, no?  ¿Quién fue?

Dorian dejó a un lado su bate para colocarse en cuclillas delante de la mujer aterrada. Su mano se estiró hasta tocar la mejilla sangrante y erojacida, acariciaba la carne mallugada de manera delicada mientras intentaba callar el llanto de Julia; un ligero sonido de "shhhhh" sonó por el aire. —¿Quién ayudó a Lucio a escapar? ¿Quién te hizo daño, mí niña? —La voz de Mark había cambiado, su voz, antes tan fría como un cadáver se había vuelto muy reconfortante para la matona, pero su actuar no era tan pacífico con su voz.
—Je-Jefe, me está l-lastimando. —Dijo Julia, rogando por ser soltada.

Había algo más allá de lo natural en la fuerza de este hombre. El grotesco sonido de la mandíbula de Julia siendo aplastada por las manos de Dorian sería el decoro de un presagio aterrador.

Bestias AgresivasWhere stories live. Discover now