Capítulo 1

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Respiraba con pesadez mientras un hilo de sangre y saliva caían de su boca. La luz que la iluminaba con escasez era la de una intermitente lámpara sobre la que su cuerpo maltrecho reposaba.

Sus manos se movían sobre el asfalto como si buscara algo, o como si estuviera tratando de saber si aún seguía con vida. Sin embargo, el zumbido que resonaba en su oido derecho le recordaba la agonía de seguir respirando, de estar consciente; dio unos cuantos tocidos mientras intentaba ponerse de pie con muy poco éxito, notando al segundo como sangre le salía de la boca a gran cantidad. Levantando la vista podía ver como un bate de béisbol recubierto con clavos viejos volvía a estamparse contra el lateral de su cara para hacerla sangrar, nuevamente caía al piso, derrotada.

Ya le temblaban las manos, pero sus ojos no se habían cerrado incluso luego de recibir el bate en toda la cara. —¡Oh, vaya! Que sorpresa que aún tengas los ojos abiertos. —Una voz pesada se burlaba sobre una mujer que no paraba de sangrar. —¿Por qué no contestas? Debe ser que el golpe te haya roto la mandíbula. —Dejando el bate de lado, la figura arrogante se agachó a la altura de la mujer sangrante para tomarla del mentón hasta acercar su rojizo y malogrado rostro. —Mírate, una cara tan dulce termino tirada aquí sólo para mí... Oh, qué dices? ¿Quieres que te bese? Lo hubieras dicho antes, mi amor. —La distancia se acortaba con cada segundo y la parpadeante luz de la lampara ilumino el rostro de satisfacción del hombre que se inclinó para besar a la chica por la fuerza.

Respiraba con pesadez mientras un hilo de sangre y saliva caían de sus labios. La luz que la iluminaba con escasez era la de una intermitente lámpara sobre la que su cuerpo maltrecho reposaba. Pero esta vez no se trataba del cuerpo ensangrentado de la tirada mujer, de hecho, ella seguía en la misma posición del inicio mientras parecía estar masticando un trozo de carne ajena. Y el agresor que la había apalizado permanecía sin vida tendido en las piernas de la chica; de forma lenta pero pesada, la mano de la chica levanto la cabeza de su atacante para poder observarla con detenimiento: tenía una expresión de pánico por haber perdido la lengua en ese beso fatal y su sangre ya caía en chorros grandes por su boca. 

Con mucha dificultad, la chica pudo incorporarse lista para empezar a caminar con la vista baja y con torpeza por el callejon olvidado. De sus brazos escurría sangre tanto suya como de los cuerpos que adornaban la banqueta y que eran los silenciosos testigos de la violenta noche que el tiempo se encargaría de borrar.

Parada al final del callejón, la chica escupió por última vez antes de subir la mirada para que sus ojos se  encontraran con los brillantes y cálidos brazos de un fantasma de su pasado. —Terminó...? —Dijo con cierta satisfacción mientras caía de rodillas frente a su radiante luz. —No.

Un año atrás.

El ambiente era de diversión y alegría, jóvenes brincaban y cantaban a todo pulmón en medio de la plaza de la ciudad mientras avanzaban por estar más y más cerca del escenario del que la música tan enérgica brotaba. En medio de toda la muchedumbre de jóvenes, una muchacha envuelta en una sudadera tan vieja como cómoda avanzaba para salir del circulo ruidoso, hacia la periferia del sitio. No había sido buena idea acudir a esa fiesta, lo sabía desde un inicio pero, no sabía como decirle que no a su mejor amiga. Una vez que estuvo a una distancia decente, la chica sacó su celular para llamar a su madre.
—¿Hola? ¿Rachel? —La voz somnolienta de su mamá le hizo saber a la chica lo tarde que era. —Si mamá,  soy yo. Escucha, creo que no llegaré hoy a la casa... Me quedaré con Ale en su departamento otra vez, adiós. —Su respiración se aceleraba, eso era muy común cuando Rachel Williams estaba mintiendo y es que no se le ocurría otra cosa para decirle el porque no quería volver a casa.

Rachel dio un vistazo rápido a la fiesta, notando a la distancia como de hecho su amiga Ale estaba pegando cada vez más su trasero a la entrepierna del chico que la había invitado a salir a ella. Quería sentirse molesta, pera ciertamente le daba igual si Ale quería acostarse con él o no, Rachel sólo recogió subió la gorra de su sudadera, lista para ponerse en marcha lejos del lugar.

Avanzaba por una Alameda muy sucia y llena de basura que alguna vez fue un sitio concurrido por familias y parejas; ahora sólo era una fosa donde iban los drogadictos y los infieles del Distrito 13. "Los infieles" esa palabra aún le hacía ruido en la cabeza a Rachel. —Te amo, Ray... Eres el amor de mí vida, Rachel.

Se le revolvía el estomago de solo acordarse de él, sin duda tenía que poner en orden su vida. Esta chica ya estaba en sus 26 años y ni siquiera tenía estudios reales o trabajo, lo único que hacía durante el día era salir a caminar por las calles buscando algo sin saber el que con exactitud. La joven suspiró mientras se ajustaba la gorra del hoody verde y se sentaba un momento en una banca oxidada de la que sus barrotes estaban por desprenderse. —No es el mejor sitio pero, creo que esta bien para pasar la noche. —Se dijo así misma procediendo a acostarse y cerrar los ojos.

Sincronía, es la coincidencia de que uno o varios sucesos ocurran simultáneamente y la probabilidad, es esa incertidumbre por no saber como resultarán las cosas. —¡Ayuda, ayuda por favor! —Gritaba desesperada una persona que corría en medio de la noche buscando socorro. Hasta que las manos de varias personas le alcanzaron y derribaron al suelo a unos cuantos metros de donde Rachel quería descansar. Durante una fracción de segundo, la chica de la banca vio los ojos desesperados de la persona derribada y ahí vio algo: vio su radiante luz.

Bestias AgresivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora