Capítulo 1: Las cartas sobre la mesa.

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Unos días habían pasado desde la terrible batalla contra el Joker (o contra Sirocco, para algunos). Los ánimos estaban todavía muy decaídos, era difícil asimilar todo lo que había pasado bajo el cielo de la próspera ciudad de Indura. El temido cazarrecompensas que se encontraba detrás de la mayor organización de mercenarios del Reino de Oros resultó ser ni más ni menos que el payaso al que algunos habían estado haciendo chuling del más cebado desde su primer día de viaje, los secretos de Caballo de Espadas fueron desvelados ante su prima, los secretos de Sota de Espadas también fueron desvelados ante su primo, Caballo de Bastos había derrotado a su archienemigo mortal a duras penas y, para colmo, Caballo de Oros se había meado en los pantalones. Con todo eso, ¿quién podría tener ganas de fiesta? Nadie. Pero el viaje no había llegado aún a su fin.

Caballo de Copas: Oye, no es por nada, pero yo creo que nos hemos perdido.

Nadie dice nada. Están muy ensimismados en sus pensamientos. Sota de Copas piensa en la necesidad imperiosa que tiene de contarle a Sota de Espadas su secreto y así estar en paz consigo misma y con el mundo. Pensándolo bien, llegó a la conclusión de que si ella sabe que a Sota de Espadas le gustan los pies, Sota de Espadas debería saber que sus pies no son de verdad. Sota de Bastos piensa en lo mal que se le da montar a caballo. Y ya. No es de mucho pensar. Sota de Espadas drama para sus adentros porque todo el mundo conozca aquello que ya era un secreto a voces: le gustan los pies. Aunque, ciertamente, sus compañeros de viaje venían dando signos de que algo se olían. Y Sota de Copas lo había sabido desde el principio. Sota de Oros piensa en lo de siempre, en todo el tiempo que lleva sin ir a misa, jugar al polo, tomar Don Perignon de calidad, darse un descansito en una cama en condiciones... Caballo de Oros se lamenta porque, al no haber podido dormir en ningún sitio decente desde el fatídico día, no ha tenido la oportunidad de cambiarse de pantalones. Caballo de Espadas piensa en sus secretos desvelados ante el mundo. ¿Le mirarían con otros ojos? Probablemente no, porque no es como si él mismo no se hubiera encargado de airearlos durante todo el viaje. Pero eso de que su prima los supiera... Era demasiado. Aun así tenía que seguir adelante y guiarse a sí mismo y a los demás en todo el camino que les espera por delante.

Caballo de Copas: En serio, creo que nos hemos perdido.

Como de costumbre, nadie hace caso a Caballo de Copas. Generalmente habían desarrollado la habilidad de desconectar el chip cada vez que este abría la boca, asumiendo que iba a soltar alguna falta al respeto o algún pensamiento fuera de lugar. El 99% de las ocasiones, así era. Esta vez, no. Caballo de Copas tenía fundadas razones para decir que se habían perdido.

Llevaban días andando desde Indura hacia el Norte. Lo lógico era haberse encontrado con el Gran Río Dorado ya. Decidieron no desviarse hasta la Capital de Oros y seguir todo recto hasta cruzar por el Desfiladero del Hielo hacia el Reino de Bastos. Se supone que ese era el camino más seguro y el que el mapa recomendaba, porque el resto de entradas al Reino del Norte se encontraban muy vigiladas y había un estricto control de fronteras, tanto por parte de las Tropas bastenses como por parte de las del Reino de Oros. Siguiendo ese camino, tendrían que encontrarse con el río, pero, en cambio, estaban metidos en un bosque que no parecía tener mucha salida.

Ante la ignoración, Caballo de Copas se gira hacia Caballo de Bastos, que está justo a su espalda. Desde la batalla contra Sirocco están compartiendo caballo. En un principio, Caballo de Bastos llevaba a Caballo de Copas porque este estaba inconsciente, cansado y en malas condiciones después de haber hecho lo que se supone que fue un gran gasto de poder mágico para poder curarle. Pero el mago parecía estar ya perfectamente sano. Aun así, ahí seguía, y cualquiera le decía nada...

Caballo de Copas: ¿Tú qué dices? No dices nada. Nos hemos perdido. Hacedme caso al menos.

Caballo de Bastos: ¿Eh? ¿Nos hemos perdido? ¿Tú crees?

NAIPES (II): UN VIAJE LARGO Y DURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora