Capítulo Veinticuatro (II):

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Capítulo Veinticuatro (II):

Lucas:

─¡Madre mía! ¡¿Qué sucedió?! ─inquiere la chica Hastings en el asiento de mi auto con una cara de miedo que me da ganas de reír.

He conocido a mujeres extrañas, desde una con una rara obsesión por coleccionar serpientes disecadas, hasta una que quería hacer un trío con otra chica. En esos casos supe cómo lidiar con ello. Hasta pensé que me había vuelto un experto en resolver los asuntos de las féminas.

Lo cierto es que todas representan para mí libros en chino y con la letra corrida. Al menos a las que son “normales” puedo tratarlas sin corres el riesgo de que van a salirme con trucos o con rarezas que me son difíciles de comprender. A las otras sí que debo temerles.

Dione Hastings hoy fue la más inusual de todas, como un reto del destino para saber qué tan bien las entiendo hasta ahora. Por lo que veo no es mucho.

Estábamos conversando los tres en la mesa sobre la escuela y los libros. Por fin parecía que la chica de los senos redondos como melones le daba un poco de entrada a mi hermana. Me aburrió la charla sobre la próxima temporada de moda. A Lucrecia casi le dio un infarto cuando descubrió que Dione era hija de los dueños de la compañía de modas Hastings Co., pensé que lo tenía claro por el apellido, lo cierto es que casi se cayó del asiento.

Mi acompañante le contó sobre algunos detalles de la pasada temporada, pero no le reveló nada de la nueva porque según dijo su madre la mataría. Después su charla cambió a libros y casi tuve que pedir café porque me quedaba dormido del aburrimiento. El último tema era el más interesante, se trataba sobre planes para las vacaciones. Comenté que estaba esperando respuesta de una unidad militar y ella que se quedaría en la escuela.

Durante todo el tiempo que duró la conversación, Lucrecia tomó dos botellas de cerveza, yo bebí tres y Dione tomó dos y media. Noté que come muy lento y eso por algún motivo que desconozco me pareció tierno. Al terminar, Félix le regaló una para darle la bienvenida, pero al momento lo boté de la mesa porque ella no es de la clase de chicas con la que puede salir.

Lo cierto fue que, cuando terminó de beberse el envase completo comenzó a hablar menos alegando que su cabeza dolía. Pensé que era por la alta música que sonaba tanto que teníamos que converdar gritando. Por eso bajé un poco el volumen, pero su malestar no parecía acabar.

Mi hermana le tomó el pulso y le dijo que estaba normal que con ella no había nada fallando. Dione me pidió regresar a la escuela porque no se sentía bien del todo y accedí. Fue ahí que se trató de poner en pie. Casi me ahogué con una carcajada porque me di cuenta de lo que le estaba sucediendo.

Conozco a más de una mujer que, al emborracharse, pierde las prendas o la vergüenza, pero caer desmayada fue Dione la primera. Solo bebió unas pocas cervezas y me di cuenta que su tolerancia a las bebidas alcohólicas es mínima. Me imagino que el día de su primera comunión en vez de convertir el vino en sangre lo hicieron con jugo de uva.

Lucrecia me comentó que Dione había probado sorbos de la suya a mitad de la velada, pero nada serio. La metí en el auto y la llevo para la escuela. No me pienso ir hasta que no vomite lo que lleva por dentro ya que es la única manera en la que va a dejar de estar ebria.

Pensé en ir a un puesto ambulante y pedirle un café, sin embargo, no sé si eso sea lo más correcto. En la Academia, el sargento tiene siempre café en su oficina. Puedo robar un poco si lo quiere. Nos saldrá gratis.

Le dije a mi hermana que en cuanto llegáramos a la escuela llamaría para decirle el estado de Dione y que de seguir desmayada entonces iría al hospital. Abrí las cervezas con mi propia mano y no creo que Félix sea capaz de llenar con drogas los envases. Es un buen muchacho y espero que no ande traficando con cosas ilegales.

Estrías para tu belleza  [✓] Where stories live. Discover now