Capítulo Treinta y cinco:

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Capítulo Treinta y cinco: ¡Feliz año nuevo!

Dione:

Un fuerte olor a café me hace separar mis pestañas y alzar mi cabeza de la mesa del comedor.

Esta no soy yo.

No soy la Dione Hastings que ganó la beca para ir a Princeton.

Supongo que las circunstancias me obligaron a hacer lo que hice ayer.

Ver a Jairo, al chico que siempre fue bueno conmigo, que se encargó de defenderme y que me dijo que sería mi novio, teniendo sexo con un a flacucha fue algo que mi corazón no resistió. Una vez, mi tía me dijo que yo sabía ilusionarme fácil con lo que mi madre me decía y es probable que en esto también sea igual. Lo que no debí fue embriagarme al punto de no recordar mucho de la noche anterior.

Por suerte, Lucas estaba conmigo en todo momento y supo escucharme como nadie. Sentí que si no hablaba iba a explotar. Estuve cerca de tener uno de mis atracones y él lo evitó, aunque por su causa fue que vi aquel espectáculo en los lavados. En cierta forma, creo que debo darle las gracias por abrirme los ojos.

Fue demasiado ayer.

Lucrecia pone sobre la mesa dos tazas de café, una rueda hasta Lucas impactando en su hombro. Esto lo hace subir la cabeza para verla, por mi parte sonrío en agradecimiento. Pensaba que la resaca era un invento de Wattpad para enseñarnos lo dañino que puede ser el alcohol ─lo mismo con Netflix, HBO y otras cadenas televisivas─, lo cierto es que esto es de lo más horrible que viví.

Lucas se sonríe entre dientes cuando me pego la taza a los labios y bebo el café amargo. Lucrecia me avisó de que así sería y nos dio una reprimenda enorme porque tanto su hermano como yo nos metimos en la cocina para buscar alguna píldora contra el malestar. Ambos hermanos Hall me explicaron que podría tener vómitos hoy producto de la resaca. No me importa devolver porque lo llevo haciendo hace años, aunque eso no lo deben saber. No quiero darles motivos para desconfiar y ya bastante con la pregunta indiscreta que me dio Lucas ayer.

─Dios mío ─espeta mi acompañante, cerrando los ojos.

Lo imito porque parece tener cultura alcohólica. Juro que no beberé nunca más en mi puñetera vida porque ya aprendí mi lección.

─¿Te sientes muy mal? ─inquiere Lucrecia, mirándome con ojos tristes.

Asiento sin decir ni media palabra

Sé que Lucas es el mayor, pero por la forma en la que se comportan es difícil discernir dicho planteamiento. Solo quiero irme a la cama ahora y dormir hasta el próximo año. No voy a pensar en nada porque cada vez que Jairo viene a mi mente siento que el alma se me agujerea con recuerdos.

Él medio desnudo.

Esa chica contra la pared.

Los dos unidos en algo que para mí representa algo más que diversión.

¡Dios! ¡¿Cómo fui tan puta de abrirme de piernas con un sujeto que a duras conocía?! Me dejé llevar muy rápido por su carisma, por esa forma dulce que tiene de ser, por su sonrisa preciosa y por aquellos calificativos que de verdad harían a una mujer mojar las bragas. Ahora es fácil deducir a quien se refería Kiara con el mensaje de texto que me mandó: a él. Lo que más me lastima no es que me haya engañado con otra, sino que jugó conmigo de una manera que ni el más profesional de los abusones se atrevió. Debí hacerle caso a mi consciencia y no permitirle que se acercara más de lo necesario.

─De verdad no sé cómo te dejas arrastrar por mi hermano ─dice la chica, negando en señal de desaprobación ante mi alocada noche─, en serio no le hagas caso cuando te diga que serán dos copitas porque es falso.

Estrías para tu belleza  [✓] Where stories live. Discover now