Capítulo Cincuenta y cinco:

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Capítulo Cincuenta y cinco: Poco a poco llegaremos lejos.

Dione:

No tardo ni dos segundos en emplatar lo que el repartidor de comida dejó aquí hace menos de una hora. Aprendí algo en este período en que he vivido sola y es que no sirvo para cocinar y que gracias al cielo durante todo este tiempo tuve a las Hermanas y al comedor de la escuela porque habría muerto de hambre. En los meses anteriores compraba las cosas hechas y las calentaba en el microondas, pero hoy no es un día como los demás.

Ya hacen unos doce días desde aquella visita que Lucas me realizó y lo cierto es que muchas cosas pasaron desde ese minuto hasta ahora. Lo primero fue que hablamos bastante, intenté decirle en seis ocasiones que la persona con la que me había ido a la cama era Jairo, pero me callaba al instante. Dejé de insistir porque se enoja como el demonio cada vez que trato y en serio que me gustaría que lo supiera de una buena vez.

Aquella noche hablamos sobre el pasado, le conté de mi infancia, adolescencia y vida actual hasta la noche del desastre, él hizo lo mismo. El corazón se me exprimió con sus historias de explotación infantil o sobre la mucha necesidad que pasó a lo largo de los años mientras pagaba la educación de su hermana. Quise que fuéramos sinceros en todo momento y por eso los colores me saltaron al rostro cuando Lucas mencionó que una vez me había visto desnuda por la ventana de mi antigua habitación. Se lo perdoné ya que no fue intencional.

Lo que sí me hizo perder un poco los estribos fue enterarme de que por su culpa Jairo conoció de la historia en Wattpad. Deseaba abrirle la cabeza con una navaja, arrancarle los ojos, destruirlo, pero opté por quedarme tranquila. Yo nunca soñé con escribir profesionalmente hablando era solo un hobbie que trajo más problemas de los que debió y que ya pertenece al pasado. Me encanta leer, eso no cambiará jamás, sin embargo, debo enfocarme en lo importante.

Me pidió perdón como mismo lo hice yo por lo que pasó. Para el final de la noche nos terminamos la tarta de limón y mi trabajo lo concluí casi en la mañana porque se tardó horas en irse. Lucas me propuso hacer las cosas de una forma inteligente, nada de adelantarnos ni forzarlo. Durante este tiempo nos mensajeamos bastante, salimos en par de ocasiones y para ser honesta tuvimos momentos de mucha tensión sexual, pero nada sucedió. ¡Nada! ¡Ni un beso! El jueves de la semana pasada incluso en el cine me hizo la cobra y tengo pleno conocimiento de que deseaba ser besado como yo que lo besara, se justificó diciendo que todavía no era el momento y que no confiaba en que estuviera lista.

Con respecto a mi familia, no les he dicho nada de Lucas, aunque el casero le dijo a papá que me visitaba un chico. Sé que confía en mi buen juicio —más de lo que yo misma lo hago— y que entiende lo importante que es para mí la escuela. En el colegio no tengo grandes cambios, intento mantenerme al margen de las relaciones sociales porque ya me queda menos de un mes para irme de vacaciones y me dolería mucho hacer una amiga para después dejarla atrás. Me hablo con algunas chicas del salón e incluso fui con ellas luego de la última hora del viernes a por helado, pero nada más allá de un encuentro casual.

El tiempo no me alcanza para todas las cosas que hago: estudio, aprendo a utilizar los programas de diseño, limpio mi casa, me lavo mi ropa, compro comida a domicilio y paso ocho horas encerrada en un salón de clases. Por ello, cuando llega el domingo quiero fundirme con la cama, pero es ahí que Lucas me visita. Él tiene que salvar algunas materias para poderse ir a la patana militar en la que tantas cosas vivió.

Hoy, sábado, decidí invitar a Frank, Lucrecia y Lucas a una comida en mi departamento, pero el novio de la hermana de Lux tenía guardia así que serán ellos dos solos. Le enviaré la cena a Frank porque conocí a todas las personas maravillosas que ahora integran mi vida por él y eso es algo de lo que siempre estaré agradecida. El problema fue que olvidé que mis dotes culinarios son un asco y cuando intenté hervir un pescado acabé por quemarlo. Entré en pánico —como es obvio— y por poco cancelo la comida, por suerte recordé que existe algo llamado venta a domicilio y que me ha salvado de la inanición en muchísimas veces.

Estrías para tu belleza  [✓] Where stories live. Discover now