La Niebla nos cubrió e indique a Blackjack que continuará hacia adelante. Cuando estuve lo suficientemente cerca pude ver a la perfección el horrible panorama que se me presentaba. Cientos de monstruos se arremolinaban alrededor de las ruinas de Atenas, vociferando de felicidad al creer que el mundo pronto sería suyo. Dos gigantes, que no lograba recordar quienes eran, tenían sujetos a Annabeth y a Percy. La pierna derecha de Annabeth goteaba un líquido color carmesí mientras que Percy parecía tener manchada la nariz de sangre. Un escalofrío me recorrió entera. El miedo de perder a alguien comenzaba a invadirme nuevamente.

Negué con la cabeza. No. Aún había tiempo.

Además, aprovecharía a ese alguien que estaba demasiado interesado en mí para poner un poco la balanza a mi favor. Estaba segura de que eso me daba una ventaja. Sin embargo, por más que me esforcé solo vi al gigante Porfirión sentado en su trono. No lograba ver a ningún otro gigante que figurará ser más fuerte. ¿De verdad existía ese tal Temae? ¿O solo había sido una vil mentira por parte de los cíclopes para intentar asustarme?

Era mi única jugada, así que debía de arriesgarme. Ordené a Blackjack a descender un poco y a posicionarse en medio de la multitud. Al caballo alado no le pareció buena idea y me lo hizo saber al soltar un ligero bufido, aun así, obedeció. Ícaro se mantuvo en las alturas, observando mis movimientos y el de los demás, listo por si necesitaba de su ayuda. Cuando estuve en el lugar perfecto, le di una pequeña palmada en el cuello a Blackjack al tiempo que le agradecía su ayuda.

Solté un suspiro pesado, ya no había vuelta atrás. Salté dejando que la Niebla se desvaneciera mientras hacía que mi magia me diera el soporte necesario para aguantar la caída. Blackjack se alejó al instante, perdiéndose en el cielo.

Escuche un grito contenido por parte de los monstruos, todos sin excepción dieron un paso hacia atrás. Porfirión se levantó de su trono en un parpadeo mirándome como si yo fuera un fantasma. A lo lejos escuche el grito de Percy, se trataba más de una reprimenda que de otra cosa y es que no le hacía la menor gracia de que yo haya aparecido justo en medio de todo el ejército. La verdad es que si era un plan horrible, pero fue el único que se me ocurrió.

El sonido de unos aplausos esfumó el silencio que se había formado. Detrás del trono salió un hombre demasiado alto y corpulento. Se notaba que le gustaba el ejercicio. Su cabello castaño le llegaba a los hombros, pero lo tenía recogido en media cola. Una barba bien cuidada le adornaba el rostro junto con unas cejas pobladas. Iba vestido como todo un guerrero, su armadura de oro relucía igual que lo hacían sus grebas y sus brazales. En la cintura llevaba una pequeña daga, pero en la mano traía una lanza.

— Tú sí que sabes hacer una gran entrada.

Caminó hacia mí con una sonrisa y sin despegar sus orbes pardos de los míos. Su porte era recto y sombrío, era alguien a quien se le daba estupendamente la intimidación. Sin embargo, obligue a mis pies a no dar un paso hacia atrás.

— ¿No me digas que tú eres la portadora de Vinmor? —se burló una vez estuvo cerca—. Al menos te creí más grande.

— No tengo que ser un monstruo para dar miedo —contraataqué—. Puedes subestimarme, pero te aseguro que te arrepentirás de hacerlo. Créeme, no quieres darme una ventaja, aunque no serás el primero en hacerlo.

— Toda una espartana —mostró los dientes con arrogancia—. Me caes bien, Meira. Sin embargo, eso no te liberará de mi espada. Haré rodar tu cabeza.

Dicho esto, la multitud volvió a cobrar vida. Entre virotes y risas el lugar entero se burló de mí.

— ¿No me digas que tú eres Temae? —dije con la misma expresión que él había usado conmigo—. Al menos tú sí deberías ser más grande.

UNSTOPPABLE ━━Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora