40. Este no es mi sitio

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Miré a Percy y contuve un grito.

— Estás... ah...

No podía decirlo. Parecía muerto. Tenía la piel amarillenta y las cuencas oculares oscuras y hundidas. Parecía que hubiera estado metido en una cripta fría y oscura durante décadas, marchitándose poco a poco. Cuando se volvió para mirarme sus facciones se volvieron momentáneamente borrosas.

— No te preocupes, tú te ves preciosa —me dijo Percy con los ojos llorosos— Como siempre.

Sabía que él me veía de la misma manera que yo lo estaba viendo. Y con ese aspecto me fue imposible recordar que ser semidiós incluía la posibilidad de morir. Tenerlo frente a mi y verlo literalmente estar desapareciendo, me oprimió el corazón de una manera horrible. Verlo en ese estado era demasiado doloroso.

— Descuida, rojita, me cuesta moverme, pero estoy bien —me dijo, seguramente se percató de la horrible sensación que estaba sintiendo.

Aclis se rió entre dientes.

— Desde luego, no estás nada bien.

Percy frunció el entrecejo.

— Pero ¿pasaremos desapercibidos? ¿Podremos llegar a las Puertas de la Muerte?

— Bueno, tal vez —dijo la diosa— si vivieran lo suficiente, cosa que no ocurrirá.

Aclis extendió sus dedos nudosos. A lo largo del borde del foso crecieron más plantas, extendiéndose hacia los pies de Percy como una alfombra mortal.

— Verán, la Niebla de la Muerte no es solo un disfraz. Es un estado. No podía ofrecerles este regalo a menos que después sufrieran la muerte... la auténtica muerte. El sufrimiento es inevitable. El dolor es...

—Sí, sí —gruñó Percy— Pasemos a la pelea.

Sacó a Contracorriente, pero la hoja estaba hecha de humo. Cuando lanzó una estocada a Aclis, la espada se limitó a atravesarla flotando como una suave brisa.

Una sonrisa se dibujó en la maltrecha boca de la diosa.

— ¿No se los había dicho? Ahora no son nada más que niebla: una sombra antes de la muerte. Tal vez si tuvieran tiempo podrían aprender a dominar su nueva forma, pero no lo tienen. Y como no pueden tocarme, me temo que cualquier pelea contra mí será bastante desigual.

Sus uñas se convirtieron en garras. La mandíbula se le desencajo y sus dientes amarillos se alargaron hasta transformarse en colmillos. Aclis se abalanzó sobre Percy y las garras de la diosa le arañaron el pecho.

Percy se tambaleó hacia atrás. No estábamos acostumbrados a esta forma por lo que era difícil moverse. Quise acercarme a él, pero por cada paso que daba sentía que perdía una hora. Aclis gruñó, lista para atacar nuevamente.

Concéntrate, Mera, me reprimí mentalmente. Esta niebla no puede ser muy diferente a la tuya.

Trate de hacer un orbe de magia y cuando se la avente a Aclis, la golpeó como si se tratase de una almohada. Solo sirvió para llamar su atención porque no le hizo ningún daño. Al menos comenzar a usar mi magia me ayudó a moverme mejor. Empezaba a entenderle a esto, así que cuando Aclis quiso atacarme pude esquivarla para que no me arrancara el rostro.

— ¡Adorable! —gritó Percy— ¡Tierna y abrazable!

Alrededor de la diosa empezaron a crecer plantas venenosas que estallaban como globos demasiado llenos. Salió un chorrito de savia verde y blanca que se acumuló en el suelo y empezó a correr hacia Percy.

— ¡Eh, diosa de la felicidad! —grite.

Traté de llamar su atención, ya no podía acercarme a ella puesto que estaba rodeada de veneno. Le lanzaba orbes de magia, pero la diosa del sufrimiento estaba centrada en Percy e ignoraba por completo mis golpes.

UNSTOPPABLE ━━Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora