39. Una dinastía maldita

En başından başla
                                    

Bob y Damasén contemplaron el cielo con anhelo.

— Lamento no poder darles más —dije con tristeza.

— El poder de la ilusión que tienes es increíble —aduló el gigante— Y con eso me basta. Nos has pagado con el mejor regalo que pudiéramos pedir, hija de la magia. Tu deuda está saldada. Gracias.

Antes de que pudiera responderle un fuerte grito me desconcentro y la niebla verde desapareció. Al igual que la ilusión.

— ¡EL HIJO DEL DIOS DEL MAR! ¡ESTÁ CERCA!

La voz de Polibotes resonó por todo el lugar. Damasén se movio con rapidez y nos lanzó dos mochilas de piel de drakon. En ellas había ropa, comida y bebida. Bob tambien llevaba una mochila, pero más grande.

Antes de que partiéramos una revelación cruzo mis pensamientos.

— Tienes que venir con nosotros —le supliqué al gigante— La profecía dice: «Los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte». Pensábamos que se refería a los romanos y los griegos, pero no es así. El verso se refiere a nosotros: unos semidioses, un titán y un gigante. ¡Te necesitamos para cerrar las puertas!

Un drakon rugió en el exterior.

— No, muchacha —murmuró— Mi maldición está aquí. No puedo escapar de ella.

— Sí, sí puedes —repuse— No luches contra el drakon. ¡Piensa en una forma de romper el ciclo! Busca otro destino.

— Aunque pudiera, no puedo abandonar este pantano. Es el único destino que puedo imaginar.

— Siempre hay otro —dije con seguridad— Cuando estés listo, ven a buscarnos. Te llevaremos al mundo de los mortales con nosotros. Y esta vez no será una ilusión, verás la luz del sol y las estrellas de verdad.

El suelo se sacudió, indicando que ya no quedaba más tiempo. No esperamos más y nos encaminamos hacia el pantano, con los gritos de guerra de Damasén detrás de nosotros.



















Avanzamos dando traspiés en la oscuridad, el aire era denso y frío, y en el suelo se alternaban las parcelas de rocas puntiagudas con los charcos de fango. Hasta caminar tres metros resultaba agotador. Había partido de la choza del gigante sintiéndome otra vez fuerte, con la cabeza despejada y el estómago lleno de cecina de drakon que iba en las mochilas con provisiones. Ahora comenzaba a sentir molestias en las piernas. De nuevo comenzaba a cansarme.

Casi estaba a punto de bajar la guardia cuando algo salto hacia mí. Una aura roja envolvió al extraño y lo lancé contra la pared más cercana. En seguida, los tres lo teníamos rodeado, pero antes de que dijéramos algo, el susurro casi asustado:

— ¿Qué eres? —hablo en mi dirección, sus ojos fruncidos me veían con recelo.

Parpadeé pasmada mientras observaba a la persona que tenía enfrente. Era un chico, quizás un poco más grande que yo. Su cabello negro lo traía peinado hacia atrás y a pesar de que la luz volvía hacerse presente en el pequeño cristal de Percy no pude distinguir el color de sus ojos con claridad. Sin embargo, sus rasgos se me hacían familiares. Así que me encontré observándolo con detenimiento. Se parecía... no, debía ser sólo mi imaginación.

El extraño se levantó de un salto y en un movimiento apuntó su lanza hacia nosotros, dispuesto a atacar de ser necesario.

— ¿Qué eres? —volvió a repetir. Su voz demandaba una respuesta, pero a la vez sonaba tranquila.

UNSTOPPABLE ━━Percy JacksonHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin