36. En tierra extraña

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De repente empezó a hacer un calor insoportable, el aire se impregnó de un olor espantoso y la fosa por donde estábamos cayendo dio paso a una inmensa cueva. Nubes rojas flotaban en el aire como sangre vaporizada. El paisaje constaba de llanuras negras y rocosas, salpicadas de montañas puntiagudas y simas en llamas.

El olor a azufre dificultaba la concentración, pero me centré en el suelo situado justo debajo de nosotros y vi un reluciente líquido negro: un río.

— ¡Percy! —grité lo más fuerte que pude— ¡El agua!

Señalé frenéticamente el río. El rostro de Percy resultaba difícil de descifrar a la tenue luz roja, pero asintió con la cabeza. Gritó en un tono desafiante y el agua brotó en un enorme géiser que nos tragó enteros.

El agua helada me dejo sin aire en los pulmones. Mis extremidades quedaron rígidas y Percy me soltó, por lo que empecé a hundirme. Extraños gemidos resonaban en mis oídos: millones de voces desconsoladas, como si el río estuviera hecho de tristeza desolada. Las voces eran peor que el frío. Me arrastraban hacia abajo y me adormecían.

«¿De qué sirve luchar?» decían «De todas formas ya estas muerta. Condenada. Nunca saldrás de este sitio»

Estaban en lo cierto, lo mejor podía hacer era hundirme y dejar que me ahogara, despues todo la vida me ha dado más de una razón para saber que es mejor rendirme que continuar con una vida llena de desdicha. Dejarme ahogar sería lo más fácil. De hecho, por eso me había dejado caer, para pagar mi condena. Podría cerrar los ojos...

Alguien tomo mi mano sacándome de mi ensoñación, aunque el sentimiento de dejar de pelear ya estaba en mis pensamientos mucho antes de haber caído al río. El agua solo lo había intensificado. Pero la mano de Percy me recordó que no podía dejarme vencer.

Buceamos juntos hacia arriba hasta salir a la superficie. Respiré hondo cuando estuvimos afuera, mis pulmones agradecieron el aire por sulfuroso que fuera y me di cuenta de que Percy estaba formando un torbellino para mantenernos a flote. Parecía casi muerto de agotamiento. Normalmente el agua lo vigorizaba, pero no era el caso de la que nos rodeaba. Controlarla debía de haber consumido todas sus fuerzas. El remolino empezó a disiparse.

Con la fuerza que aún tenía lo envolví en un aura roja y luché contra la corriente para salir del río.

«La vida es desolación» seguían las voces «Todo es inútil y luego te mueres»

— Inútil —murmuró Percy.

Le castañeaban los dientes debido al frío. Dejó de nadar y su peso se cayó por completo al río. Mantenerlo a flote aun con mi magia era muy difícil, así que con un último grito lo lance a la orilla. Una vez fuera del río Percy recuperó la cordura y me tendió la mano para ayudarme a salir. Nos hundimos en el arena oscura. A nuestros pies el río Cocito pasaba con estruendo, un torrente de desdicha líquida.

El aire sulfuroso me cocía los pulmones y me picaba la piel. Cuando traté de incorporarme jadeé de dolor. La playa no era de arena. Estábamos sentados en un campo de esquirlas irregulares de cristal negro, algunas de las cuales se me habían clavado en las palmas de las manos. Además, la herida que Noah me había ocasionado seguía molestándome.

— Este sitio huele como mi ex padrastro —dijo Percy.

No pude evitar sonreír mientras negaba con la cabeza. Muy en el fondo agradecí que no estuviera sola en este horrible lugar. Aunque lo más seguro es que me hubiera dejado llevar por el río y, quien sabe, terminar por fin con la vida horrible que me tocó vivir.

Me puse alerta nuevamente cuando sentí como algo iba subiendo por mi pierna, pero cuando bajé la vista vi a una serpiente que estaba abriéndose paso para subir hasta mi mano derecha y enroscarse en mi muñeca.

UNSTOPPABLE ━━Percy JacksonWhere stories live. Discover now