🔗 Reforzando lazos 🔗

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El verano terminó, el otoño pasaba y el invierno comenzaba a presentarse.

El frío en aquella casa era bastante, y en la madrugada...peor.

Esa noche, como en todas las demás ambos niños se encontraban para que Mikasa comiera algo, aunque en ese momento no quiso ni levantarse de la cama, el frío realmente era inmenso.

– Te traje pan y carne ahora –  dijo dejando las cosas en la cama donde ella estaba sentada.

Miró su vestido que tenía, no era muy cálido y comenzaba a ensuciarse más.

– Perdón, no he podido traerte ropa nueva, es que, mi mamá no ha bajado a la ciudad –  se disculpó

- No importa, lo entiendo, no tienes porqué preocuparte tanto por mi, con la cobija basta, es bastante cálida -  justificó comiendo de lo que trajo, en la mayoría comía con prisa ya que estar todas la horas del día y la tarde sin comer era horrible.

Un silencio se adueñó de ellos hasta que por la mente de Eren pasó una idea. El frío se intensificaba en las madrugadas y las tardes y ella solo tenía ese vestido.

Sin dar aviso, rodeó el cuello de Mikasa con una bufanda que él traía y colocó sobre sus hombros el suéter que también tenía en ese momento.

- ¿Qué haces? -  preguntó al sentir el calor de aquellas prendas

- Acéptalo, lo necesitas más que yo -  dijo regresando a su lugar en la cama, frente a ella, sonriendo

Mikasa decidió acomodar mejor lo obtenido y seguir comiendo, pronto su cuerpo obtuvo calor, el sueño comenzó a tomar su papel.

Como era ya de costumbre, ambos dormían abrazados y juntos, ella aún se sentía sola, triste. Pero pareciera que dormir en los brazos de su supuesto hermano la hacían cambiar esos sentimientos.

- Duerme tranquila, siempre estaré contigo -  le susurró y luego besó su frente para dormir junto con ella

Al rededor de las tres de la mañana, su sueño fue interrumpido por una incomodidad de su propio sueño, abrió los ojos y se sentó en el colchón de la cama, buscando a Eren....ya no estaba, se había ido. Lo entendía, tendría problemas si no se iba.

Aún así buscó algo en la oscuridad, no sabía qué pero ubicó algo en una de las ventanas.

Una mirada azulada, muy brillante y a la vez oscura, seria pero llamativa, fría pero demostraba confianza. Se levantó poco a poco y se fue acercando a pesar del miedo que sintió, la oscuridad de la noche no ayudaba.

Llegó a la ventana y siguió mirando aquellos ojos, logrando distinguir cabello negro brillante...como el suyo.

Por alguna razón, puso su mano en el cristal, esos ojos miraron su palma e igual colocó su mano, sintiendo su calor mutuo y como si el cristal desapareciera por un momento, entrelazaron sus manos.

Ella estaba atrapada en esos ojos azul rey brillantes y él hipnotizado por el color plata resplandeciente de la pequeña azabache.

- ¿Quién eres? -  preguntó algo confusa y curiosa, el miedo desapareció al unir sus manos

El chico no contestó y solo la miró.

- No estás sola, y no eres la única -  fue lo único que dijo y después soltó su mano  - Regresa a dormir y no digas nada a nadie, sería peligroso -  añadió

Mikasa asintió y sonrió, a pesar de no notarse en la oscuridad. Vio a aquél niño marcharse para luego ella volver a la cama a dormir, sintiendo una paz y tranquilidad inmensa...como si tocarlo cambiara sus sentimientos. Su corazón latió como nunca antes lo había hecho..., algo pasó en ese momento.

- Confiaré en ti, seas quien seas -  pensó para volver a cerrar sus ojos, soñando con esa mirada azul profunda y desconocida.

El sufrir de un AckermanWhere stories live. Discover now