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El sol se ponía en el horizonte de Seúl. La nubes habían dejado despejado el cielo desde hacía rato, y dentro de la camioneta, un adolescente pelinegro miraba por la ventana el enorme paisaje de terrenos en venta dentro de la zona de Gagnam.

— ¿No tienes un extraño presentimiento de esto? — Preguntó el chico una vez que se había girado a ver su costado.

— ¿Cómo de qué? — Respondió un chico, mucho mayor que él, con el mismo tono de cabello, las mismas facciones, la misma sonrisa despreocupada.

— No lo sé, como si esto estuviera mal.

Aquel niño era un pequeño Agust D de 13 años, mirando a su persona favorita en el mundo, su hermano de 17, Geumjae, a su costado.
Ambos iban dentro de la camioneta enorme y color negro, su padre estaba en la primera hilera de asientos, con un guardespaldas a cada lado, con dos ametralladoras enormes frente a cada uno. En el frente, más empleados de su padre manejaban la camioneta.

El asunto era, que los Min siempre habían sido una familia de la mafia. Agust no podía recordar desde cuándo, pero su padre había estado en la mafia, su abuelo había estado en la mafia y su bisabuelo también había estado en la mafia, y siempre, siempre al servicio del gobernador en Seúl. ¿Ya están hilando cabos? La familia Park.

El asunto era que, ahora el padre de Agust, tenía una deuda, y tenía que arreglar la situación antes de que se saliera de las manos, si es que aún no se salía de sus manos.

— Oh, Min, pasa, pasa, adelante por favor.

Para cuando habían llegado a la enorme mansión, Agust había bajado en compañía de su hermano, ambos con una pistola en los bolsillos y aunque Agust aún dudaba un tanto, ahí estaba, aprendiendo del trabajo que — en mucho tiempo, esperaba.— le sería heredado. Su hermano hizo una pequeña seña para que permaneciera con un perfil bajo y detrás suyo.

Subieron las escaleras, caminaron un poco y se andentraron en la habitación del lado derecho, con la puerta de caoba y manija de oro. Uno de los enormes guardaespaldas de la mansion aún más enorme de los Park cerró la puerta detrás suyo, y todo el personal de los Min estaba fuera de casa, pero aquello estaba bien, porque nunca habían problemas entre ellos dos.

O eso creía Agust en su cabeza.

— Yo he sido muy paciente, Min. Soy una persona paciente. — Él señor Park había dicho aquello desde su escritorio, mientras cruzaba sus brazos y miraba a los tres Min de pie frente suyo.— Pero como toda buena y paciente persona, tengo un límite.

Y ahí era donde todo comenzaba y a Agust la lengua le sabía extraña, ligeramente amarga y ácida. Quería pensar que solo estaba alucinando, que estaba pensando de más y tal vez solo era un mal augurio que le había dejado alguna película.

— Pero tú ya cruzaste mi límite.

Y entonces, en un movimiento bastante rápido y certero, uno de los trabajadores del señor Park había apuntado directamente hacia Geumjae, y aunque Agust había temblado en es instante, su hermano no había hecho más que tomarle la mano con fuerza, sin dejar de mirar al señor Park frente suyo. Para Agust, lo increíble era que ni siquiera tenía una expresión en su rostro.

Y si ello le había sorprendido, nada lo había preparado para lo siguiente: su padre no estaba haciendo nada para detener la situación.

— Sé que no lo hará, gobernador Park. No le conviene.  — Dijo su padre como una sarna, sonriendo de medio lado y cruzándose de brazos.

— No me subestimes Min.

En la mente de Agust, todo estaba silenciado. Estaba en un mute permanente en el que, no había escuchado lo que había dicho el señor Park. Solo sabía que una bala había impactado en el pecho de su hermano sin reparo alguno, bajo la sorpresa de de su padre y suya.

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