║▌║ LOVE ME LESS + LÍQUIDO║▌║𝐃𝐊𝐢║▌║

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Ni con todos los relojes robados con temática de Hello Kitty, Kitty había aprendido de la puntualidad.

Por eso Jhope siempre estaba cerca, por eso JK lo cuidaba, porque siempre alguno de ellos dos gritaba un audible "¡Vámonos!" Antes de que la policía llegara al lugar.

Pero Kitty era una persona con mucha suerte. Demasiada, dirían todos. Porque incluso sin contar los segundos había salido del local 7 segundos antes de que la policía arribará al lugar. Un gato cálico de la suerte, eso era.

50 km/hr, 60 km/hr, 80 km/hr, y Kitty ya estaba adentrándose en la carretera con tres patrullas detrás suyo. 100 km/hr, 120 y ya los había perdido en algún punto de la carretera.

Con una sonrisa en los labios acelero un poco más para deslizarse por el costado de la carretera y poder perderse a un camino bien escondido para llegar a casa, que no era más que un caos desde que se había ido.

Cuando cruzó la puerta meneando las caderas de un lado al otro y silbando alguna canción pegajosa, no había más que silencio en el lugar, y eso daba miedo, porque no podía estar todo tan callado. Sosteníendo los cordones de la bolsa de cartón de color rosa con rayas negras por sobre su hombro se dispuso a ir a la habitación, él tenía un plan en mente que no pensaba desviar por nada del mundo. 

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— ¿Es que acaso ustedes creen que les pago para hacer nada aquí?

Pocas veces Agust estaba tan molesto. Y todos lo sabían porque tenía ese toque altanero al hablar, preguntaba retóricamente y soltaba comentarios sarcásticos y ácidos, justo como ahora. Nadie se atrevía a llevarle la contraria, ni tampoco a contestar ese tipo de preguntas. Nadie hablaba si el rey no lo ordenaba.

— ¿Qué tengo que hacer para merecer su respeto? ¿Tengo que matar a uno de ustedes? ¿Tengo que herirlos hasta que se desangren para que lo hagan?

Agust permanecía sentado en su escritorio, con la bonita katana en su mano, reluciente y asombrosa. Jugaba con ella en su mano, haciéndola girar sobre la mesa y a veces paseando uno de sus dedos por el brillo que relucía, todo frente a los ojos de siete guardaespaldas trajeados que permanecían inmóviles y callados con la vista al frente.

Agust se levantó de su asiento, la silla giratoria de cuero negro se deslizó hacia atrás y él siguo jugando con la Katana. Su rostro era serio, pero tenía ese jodido enojo creciendo dentro suyo.

— ¡De todas las jodidas cosas que pudieron hacer mal en el mundo, se les ocurre dejar salir a Kitty solo!

La voz gruesa de Agust resonó en la habitación a forma de grito, uno sumamente demandante y sobre todo, molesto. Sin embargo, los siete guardaespaldas principales, no se habían inmutado.

— Tal vez sea justo matar a uno de ustedes, puw me estén pidiendo todos a gritos matarlos. — y entonces en un movimiento sumamente rápido, su Katana se había deslizado hasta quedar extendida por completo gracias a uno de sus brazos que la sostenía, rozando con el cuello del comandante principal de los guardaespaldas que tenía.

— Agust... — RM se atrevió a abrir la puerta de la oficina de Agust. En realidad, posiblemente, él era el único que se atrevería a hacerlo.— Ya ha aparecido.

Cuando las últimas palabras fueron dichas, Agust bajo la Katana del cuello de su jefe de seguridad. Su semblante permanecía serio y en cuanto lo hizo, los siete hombres corpulentos y de traje negro, giraron para salir de la habitación.

Justo antes de que salieran, un precioso Jimin se adentro por la puerta, pasando de largo a RM y a aquellos siete guardias.

Esta vez, Kitty no tenía la bonita ropa costosa que solía utilizar, está vez era algo mucho más sensual. Tenía la lencería negra sobre si cuerpo, el arnés sobresalía por su pecho y también por sus piernas, adornando los bonitos muslos que tenía y si cuerpo era medianamente cubierto por la bata de color negro que, en realidad, no le pertenecía a él, si no a Agust. Su cabello rosa hacía un perfecto contraste con sus labios brillosos y el aroma que desprendía al caminar era a rosas. Sin duda alguna.