51. Una araña en el lienzo

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—Hagamos algo el 25.

Parpadeé.

—Me iré de nuevo a Londres —prosiguió—, pasaré Noche Buena con mi familia de allá y regresaré en la mañana de Navidad. Quiero que hagamos algo ese día, aunque sea sólo un rato. 

Sonreí y puse mi taza a lado de la suya. Tomé sus manos entre las mías y di un paso hasta él.

La temperatura de la casa era agradable comparado con el frío de afuera, pero estar cerca de Seth me hacía pensar que estábamos en verano.

—¿A dónde quieres ir? —le pregunté.

—Quiero que sea sorpresa. Pasaré por ti, tú tienes que estar lista para las cinco, ¿de acuerdo?

—Sí, capitán —bromeé.

Rió.

—¿Cuándo te vas? —pregunté mirándolo a los ojos.

—En dos días.

—Seeeeth —me emberrinché—, ¿y por qué me dices hasta ahora?

—Lo sé, perdona. Con todo lo que ha pasado… —se pasó una mano por el cuello.

Nos quedamos un rato susurrándonos cosas entre risas tontas hasta que la madre de Melisa pasó a un lado de nosotros diciendo:

—Voy a estar arriba si me necesitan. Esas alfombras no se aspiran solas.

Le dimos las gracias por los chocolates y nos despedimos, puesto que no tardaríamos en irnos.

—¿Creen que el tío de Gabriel se haya dado cuenta? —Melisa se unió a nosotros y los demás detrás de ella.

Jamie soltó una carcajada.

—¿Con la mentirota de Lily? No creo.

—Se veía bastante seguro —Mel se mordió el labio—. Oh, denme sus tazas, las pondré en el lavabo.

La obedecimos y desapareció en la vuelta a la cocina.

Gabriel estaba cruzado de brazos, con la mirada fija en el suelo.

—Mi tío está loco. Nunca me agradó del todo.

—¿A qué te refieres con que está loco? —replicó Lily—. Está como Dios manda, eso sí.

—Pues para ser tu tío, tienen bastante en común —añadió Jamie.

Eso era innecesario de decir, cualquiera con dos ojos por delante se daba cuenta de eso.

—Sí, están igual de locos los dos —dije medio en broma medio en serio.

—El gobierno ha gastado millones de libras para pagar sus investigaciones, experimentos y los desastres que deja en el laboratorio, pero ha sido una buena inversión. La gran mayoría de veces sale exitoso.

—¿Es ambicioso? —pregunté a Gabe.

—Demasiado.

—Del nivel uno al Greg, ¿qué tan ambicioso es? —Jamie le dio un sorbo a su chocolate.

—Buena esa —rió Seth, apuntándole con un dedo.

—No, Stanley es otro nivel —negó Gabriel, haciendo caso omiso a la broma.

—¿Cuántos niveles arriba de Greg? —inquirió Lily con las manos en las caderas.

—Muchos —dijo lacónico y se retiró para dejar su taza en la cocina.

—Estamos en problemas —concluí.

—Lily, ¿y si lo seduces y te enamoras de él para que deje los cambios en paz? —sugirió Jamie.

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