Capítulo 12

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El recibidor de la casa era enorme; el suelo era de madera negra pulida; las paredes, de madera blanco antiguo; el techo, de un color marrón rojizo claro; en la pared por donde ingresaron había una gran puerta tallada con adornos parecidos a ramas...

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El recibidor de la casa era enorme; el suelo era de madera negra pulida; las paredes, de madera blanco antiguo; el techo, de un color marrón rojizo claro; en la pared por donde ingresaron había una gran puerta tallada con adornos parecidos a ramas, de color gris; también tenía dos venales de vidrios de colores a cada lado de ella; en la pared opuesta se encontraban dos enormes escaleras que se estaban curvadas hacia el centro del cuarto; en los lados restantes había dos arcos que llevaban a habitaciones oscuras. El lugar estaba iluminado por esferas de luz que se habían activado en el momento en que Linck atravesó el umbral. Era un cuarto hermoso y llamativo, imponente. Se notaba que cada aspecto de la casa estaba trabajado a mano, incluso el barandal de las escaleras que imitaban las ramas enredadas de los árboles.

—¿A dónde vas? —cuestionó Shein al mismo tiempo que sujetaba a Linck del brazo derecho.

El niño miraba hacia las escaleras con una curiosidad peligrosa.

—A investigar la casa.

—No, eso está prohibido, no sabemos qué es lo que podemos encontrar aquí y no necesitamos más problemas, ya tenemos bastantes con el rimber en el exterior —decretó el pelirrojo.

Al ver su mirada llena de fastidio, Linck no se animó a contradecirlo. Sabía que en algún momento iba a encontrar la oportunidad de escabullirse para recorrer tan fascinante lugar.

—La... criatura de afuera no puede entrar, ¿no? —dudó la princesa con tono temeroso.

—No, por lo menos hasta donde sabemos —respondió Ámbar con una sonrisa tranquilizadora.

—Pero no podemos estar seguros, no se sabe mucho de este tipo de casas en nuestra aldea, son un misterio —contrapuso Shein y Ámbar negó con su cabeza, cansada de que su hermano la contradijera constantemente—. Lo mejor va a ser que esperemos a unos metros de la puerta, solo por seguridad.

Los herederos de Citwot obedecieron si dudarlo y se aproximaron al centro de la habitación. Dejaron caer sus mochilas y luego se sentaron en el suelo al mismo tiempo que soltaron un largo suspiro lleno de cansancio. En la mente de Myra se proyectó la imagen del rostro del guardia asesinado y no pudo evitar estremecerse antes de apartar el recuerdo de su mente. Necesitaba distraerse con urgencia si no quería que la culpa la invadiera y no le permitiera pensar con claridad. Nadie necesitaba que ella volviera a colapsarse, no en un momento como ese donde estaban siendo asechados por una bestia extraña.

—¿Qué es lo que saben de estas edificaciones? En nuestra aldea nunca se mencionó nada de su existencia —comentó Myra con la esperanza de iniciar una conversación que la apartara de las profundidades de su subconsciente.

—No mucho, princesa, son un misterio en realidad, tratamos de replicarlas muchas veces, sin embargo, nunca lo conseguimos —narró Shein y se recostó a su lado—. Son algo extrañas, estamos en el interior de un árbol y las dimensiones de este no afectan al tamaño del interior de la casa. Las ventanas, esas de allí —dijo señalándolas—, no se ven desde el exterior, tampoco la puerta, pero allí están y podemos ver a través de ellas. Pueden tener muchos pisos, incluso ser más altas que el árbol mismo que ocupan. Por eso digo que son extrañas, además de que ninguna otra criatura puede ingresar aquí, solo los abquim.

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