Capítulo 3

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Las referencias de los números están al final del capítulo

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Las referencias de los números están al final del capítulo.

La reina caminaba de un lado a otro, aburrida. En el exterior del palacio retumbaban los truenos que espantaban a toda la población. Klaria estaba tranquila, sabía de sobra que dentro del palacio se encontraba resguardada de ese líquido mortecino. Pero algo en su interior estaba inquieto, era el mismo sentimiento que se había apoderado de ella cuando el padre de sus hijos había muerto, con la única diferencia de que esta vez era más superficial, mucho más sencillo de ignorar.

Solo buscando entretenerse por un momento, llamaba una y otra vez a las personas que se encargaban de atenderla. Les pedía múltiples cosas y cuando las recibía se quejaba porque ya no eran lo que ella deseaba. Lo disfrutaba, amaba tener ese poder y que nadie jamás pudiera decirle ni negarle nada. Lo había tenido toda su vida y se negaba a renunciar a él, aunque su pueblo aclamara para que su hija ocupara su lugar. Ella no cedería, de la única manera en que alguno de sus descendientes accediera al trono sería que cuando ella muriera.

Por los amplios ventanales, que daban a la aldea, entró la luz cegadora de un rayo, seguida por otros dos tan intensos como el primero. La sensación en el pecho de la mujer aumentó, mas no le dio importancia. Las puertas del salón del trono se abrieron con fuerza innecesaria y se estrellaron contra las paredes de piedra clara. Dos guardias, un hombre y una mujer, que Klaria no recordaba cómo se llamaban, ingresaron sin seguir ningún tipo de protocolo. Estaban empapados de pies a cabeza y en sus rostros se reflejaba una preocupación que solo logró irritar a la monarca. La reina estaba a punto de echarlos de allí, sin embargo, la guardiana se le adelantó y comenzó a hablar.

—¡Ninguno de los príncipes aparece! —se desesperó la mujer. Klaria no se inmutó, en su rostro la seriedad se incrementó—. ¡Los buscamos por todos lados! ¡No están ni en el castillo, ni en los alrededores... no los encontramos en ninguna parte!

La respiración de la guardiana, como la de su compañero, estaba acelerada. A la distancia, se notaba con facilidad que habían estado corriendo, desesperados por encontrar a los herederos. La reina caminó a paso lento hacia los guardias, su rostro austero no les indicaba nada, pero todos en la aldea la conocían, ambos guardianes sabían que ella no estaba feliz.

—Lo he dicho en muchas ocasiones, no me interesan los motivos por los que están desesperados, ustedes no son nadie, no pueden irrumpir en el salón del trono así como así, ¿está claro? —inquirió la monarca. Su voz fue firme, sin embargo, los guardias no se inmutaron, en momentos como ese, ninguno de los dos temía a las consecuencias de enfrentarse a ella. Estaban más preocupados por el paradero de los príncipes que por lo que pudiera hacer su desquiciada reina—. ¡¿Está claro?! —gritó Klaria al no obtener respuesta. El par asintió casi de manera inconsciente y retrocedieron un par de pasos—. Ahora busquen a mis hijos, no pretendo tener más descendientes en un futuro así que no podemos perderlos... —masculló, como si el hecho fuera un mero trámite sin mayor relevancia.

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