El último uviem ✔ [Destinos 1]

Prólogo

N/A: Primero, los capítulos de esta historia son largos (este no, los próximos sí), de más o menos 3000 palabras. Segundo, las referencias de los números que aparecen entre paréntesis están al final del capítulo. Y por último, les dejo el significado de unas palabras que se van a utilizar mucho en la historia: 

Abquim= humano; jaixz= poder/magia; uviem= alma pura; raix= son unas criaturas, su sinónimo, como ya verán, es "pesadillas".

El sigilo era su mayor ventaja y debíaaprovecharla. Debía ser rápido y silencioso, era o único que le quedaba por hacersin que ellos descubrieran su ubicación exacta.

Podía sentirla allí, a Zafira, merodeando por el palacio, a la espera de que él actuara. Pero Aleck ya estaba preparado para cualquier cosa que la diosa intentara. Ella no tendría la oportunidad de arrancarle todo de vuelta. Esta vez, él lucharía hasta su último aliento para conseguir lo que se le había negado, para reclamar lo que ella le había dado a otro.

Estaba furioso, no solo por lo que debería hacer, algo que había tratado de evitar por muchos años, sino porque ella lo había arruinado. La diosa había arruinado su vida y ahora arruinaba todo lo que tenía planeado para reparar los errores del destino. Él no debería estar allí, no era el plan. Él debería estar en otro momento, con otras personas, muy lejos de ese palacio azul, lejos de esas criaturas que tanto lo asqueaban. Odiaba tener que recurrir a eso, pero era lo único que ella le había dejado. Lo había intentado por todos los medios y nada le había dado resultado. No le gustaba ser el villano, no quería ser él quien volviera a provocar una guerra o quien desarmara el destino que por años se había encargado de cuidar. Sin embargo, esta era su última jugada, la única que le aseguraba que el curso de la historia se corregiría para que lo que le pertenecía no cayera en manos de otro.

Sus ojos seguían vagando por el paisaje aún después de varios minutos, todavía se lamentaba por estar allí. Ese no era el lugar en el que necesitaba estar. Ese palacio, compuesto por zafiros, y esas criaturas negras, con sus pieles llenas de surcos, nada de eso era lo que quería. No le gustaba, le repugnaba encontrarse allí, rodeado de pesadillas. Y podía eliminarlas a todas, solo debía atacar y caerían una por una. Sin embargo, por mucho que lo anhelara, si lo hacía, todo por lo que había trabajado desaparecería en cuestión de segundos. Nada en Rionix era tan sencillo, le había llevado una vida entera comprenderlo, pero ahora lo hacía y debía aceptarlo por el bien de su futuro. Por eso avanzó y se escondió entre las sombras de las pequeñas casas. Las paredes del cristal azul resplandecían con fuerza y parpadeaban cada pocos segundos. El paisaje oscuro y fúnebre del lugar le ayudaba a pasar desapercibido. Los raix a su alrededor ignoraban su presencia, seguían con sus vidas, hablado en un idioma que el chico no comprendía.

Sentía como la adrenalina se apoderaba de su cuerpo con cada paso y salto que daba cada vez más cerca del imponente palacio. Al acercarse a la enorme estructura, pudo distinguir las grietas que se apoderaban del cristal. El típico resplandor que caracterizaba a ese tipo de construcciones había desaparecido en algunas partes y la piedra se había vuelto transparente, había perdido su poder. Eso le provocó una sonrisa, las tierras de las pesadillas estaban muriendo y con ellas lo harían las horrendas criaturas. Se adentró por una de las puertas laterales y caminó sin cuidado por el medio del pasillo. Levantó una ilusión que lo rodeó y lo volvió invisible a los ojos de los raix. Sus pasos eran rápidos, no importaba que las criaturas no pudieran sentirlo allí, la diosa sí podía y él sabía que había ido a advertirles.