Capítulo 32

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Myra suspiró por decimoctava vez

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Myra suspiró por decimoctava vez. Estaba harta de todo ese silencio, de la aparente paz que los raix mantenían. Llevaban dos días caminando con ellos y nunca emitían palabra, y si lo hacían, era en un idioma que ella no entendía. En algunas ocasiones, los veía reír, metros por delante de ella, luego de observarla. Cada vez que las sonrisas o las carcajadas se apoderaban de ellos, la palabra abquim formaba parte de la oración. Se burlaban de ella, de su hermano, de Ámbar y de Shein. En esos dos días y esas dos noches apenas habían parado por un par de horas a descansar y solo lo habían hecho porque ninguno de los cuatro podía continuar. Los habían obligado a dormir en el suelo, tan solo con un par de pieles, no les habían permitido armar sus carpas y Shein no se atrevía a mostrarles cómo hacia los refugios.

—Estoy cansado de esto —murmuró el pelirrojo en su dirección.

—Tú fuiste quien accedió a acompañarlos —replicó la princesa—. Pero sí, yo también estoy cansada.

—Solo acepté acompañarlos porque Rix ya había estado hablando con ellos, necesitamos saber cuánto saben de nosotros y qué es lo que planean saber —respondió con un tono aún más bajo. Myra lo observó con cuidado y luego dirigió su vista a los raix frente a ellos. Al único que podía reconocer era a Rix, el resto le parecía una copia tras otra de la misma criatura.

—Pero siempre hablan ese idioma extraño —dijo con voz aguda. Estaba nerviosa, no quería que esas pesadillas la escucharan, no tenía idea de que podrían llegar a hacerle si eso ocurría.

—Lo sé, pero Rix habla mucho con Clerick, tal vez él...

—Desde que desarmamos nuestro campamento que Clerick no me habla, creo que está resentido por lo que le hicimos a Rix —mencionó con pesar. Detestaba la separación que se estaba formando entre ella y su hermano. Siempre habían sido cuatro, Rix, Clerick, Linck y ella, y ahora solo era ella, Linck había muerto, Rix era un traidor y Clerick lo apoyaba. La compañía de Shein no era suficiente, se sentía sola, abandonada por las personas a las que amaba.

—Puede ser, pero podríamos intentar convencerlo —insistió el chico—. No soporto a estas criaturas, debemos averiguarlo rápido para no tener que volver a hablarles —siguió y se revolvió su melena roja—. Lo único que hacen es agotarnos físicamente, no nos hablan y se burlan de nosotros, ni siquiera nos dejan descansar como es debido —refunfuñó.

—No podemos hacer mucho, Shein, ya escuchaste al rey cuando le reclamé.

—Los abquim'k son tan débiles, me sorprende que la especie siga existiendo luego de tantos siglos —imitó con un tono grave. Myra no pudo contener la risa.

—Shhh, van a escucharnos —lo regañó y le tapó la boca con su mano. El pelirrojo sonrió y bajó la mano de la princesa, mas no la soltó.

—Tal vez si nos escuchan por lo menos nos permitan frenar en algún río, comienzo a oler muy mal —comentó luego de unos minutos.

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