Capítulo 36

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Su camino hacia el palacio fue lento e incómodo

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Su camino hacia el palacio fue lento e incómodo. Los raix del pueblo los observaban casi sin parpadear. En sus ojos estaba pintada la emoción de rechazo, de desprecio, y eso a Myra la molestaba, no importaba si ella se había comportado de la misma forma toda su vida. Era hipócrita, lo sabía, pero no podía hacer nada para eliminar esa emoción de su pecho o ese pensamiento detestable de su cabeza. Lo intentaba con todas sus fuerzas y aun así el rechazo hacia los raix y su cultura seguía presente, era inamovible.

Los hermanos de Rix junto con los guardias se dispersaron en el momento en que entraron en el palacio. El monarca permaneció unos minutos más con ellos mientras que hablaba con el mayor de sus hijos en ese idioma tan grotesco e incomprensible. Luego solo se despidieron y quedaron a solas con Rix en un enorme recibidor completamente azul. La predominancia de ese color comenzaba a provocarle a Myra dolor de cabeza, necesitaba ver otra cosa que no fuera ese tono frío y cada vez más apagado.

—Síganme, los voy a llevar a sus habitaciones —les pidió Rix antes de comenzar a caminar.

No esperó a que ellos le respondieran y abrió una de las muchas puertas para comenzar a andar dentro de un extenso pasillo. Mientras avanzaban, Myra pudo notar que el deterioro del exterior se acentuaba más allí. El piso estaba opaco y rayado, como si se tratara de una simple roca, no de un cristal. Esa apariencia también se había apoderado del techo y estaba iniciando su recorrido por las paredes. Tal vez a ella no le agradaban los raix, pero sentía pena por ellos, no podía imaginar lo horrible que debía ser el saber que tu hogar estaba muriendo y que, cuando ese proceso tortuoso acabara, el resto de la especie tendría el mismo final. Sonaba aterrador, demasiado, y ese era uno de los motivos por los que no podía parar de preguntarse por qué estaban allí, qué era lo que pretendían los seres de pesadillas.

—¿Cuánto tiempo vamos a permanecer en este lugar? —se atrevió a preguntarle a Rix.

El chico ni siquiera la miró, estaba serio, con sus ojos fijos en el suelo bajo sus pies.

—¿Rix? —insistió al notar que él no la había escuchado—. ¿Está todo bien? —curioseó y al instante se arrepintió, ya no era amigos, no debía preguntarle esas cosas.

—Sí, sí... creo —balbuceó el raix y luego suspiró, se veía cansado—. Solo estaba pensando en todo lo que debo hacer ahora que regresamos aquí y que en realidad preferiría dormir una semana entera sin que nadie me moleste, pero con esto de la futura guerra de los dioses y que los raix ya estamos involucrados... —fue bajando la voz a medida que se dio cuenta del error que estaba cometiendo. No le había dicho lo que en realidad estaba pensando, que era que Nian le estaba ocultando algo, de vuelta, pero su excusa no había sido mejor.

—Los raix están participando en la guerra de los dioses —repitió Myra por lo bajo y su ceño se frunció—. ¿Somos sus rehenes? —preguntó con tono delicado, comenzaba a temer lo que pudiera pasar. Rix notó el pánico en la voz de la princesa y se detuvo. Sus ojos negros se posaron sobre el rostro pálido de Myra y bufó.

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