Capítulo 14

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El monarca se acomodó en su trono de zafiros, sus ojos negros vagaron por todo el lugar

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El monarca se acomodó en su trono de zafiros, sus ojos negros vagaron por todo el lugar. Las paredes azules ya casi no brillaban y presentaban múltiples grietas. El suelo se encontraba opaco, sin vida, y esa enfermedad se extendía por el resto del palacio, como si se tratara de una necrosis. Ranx veía como su hogar sucumbía día tras día y no podía hacer nada al respecto. La situación lo atormentaba en sus sueños. Simplemente era incapaz de dejar a un lado el hecho de que era el primer monarca de su especie que iba a dejar morir a sus tierras. Él nunca fue un ser amable ni paciente, pero todo aquel que lo conocía sabía que era uno de los mejores gobernantes que tuvo su especie. Y llevaba en el puesto por más de doscientos años abquim.

De pronto, las puertas del salón del trono se abrieron con fuerza y por estas ingresaron tres de sus ocho hijos. El primero en inclinarse frente a él fue Relck, su segundo hijo, quien esperaba algún día convertirse en el próximo rey, ya que su hermano mayor había desaparecido hacía casi veinte años. Los dos que venían detrás de él parecían gemelos, nunca antes se había visto a dos raix tan parecido, pero habían nacido de diferentes madres. Rilan y Rilcken, casi de la misma edad, con un par de meses de diferencia, eran los más sensatos de los hijos de Ranx, también los más productivos.

—Padre —dijeron los tres al unísono, luego de inclinarse.

Ranx gruñó al ver sus manos vacías y que aún faltaban cuatro de sus descendientes.

—¿Dónde están los incompetentes de sus hermanos? —escupió al cabo de unos minutos de espera.

Relck enderezó su espalda y aclaró su garganta al mismo tiempo que dio un paso al frente para encarar la predecible furia de su progenitor.

—Cuando los enviaste al bosque para recolectar almas, provocaron una lluvia y perdieron todo lo que habían recolectado... —bajó su tono de voz al ver como Ranx se levantaba de su preciado trono de zafiros—. No era mucho, pero aún no regresaron, intentan compensar la pérdida...

—¡Silencio! —exigió. Presionó sus puños y descendió los escalones que lo separaban de sus hijos—. Los quiero a todos en este salón en media hora, no me importa qué es lo que deban dejar de lado —dictaminó.

—¿Rainir también? —inquirió y retrocedió un paso.

Ranx, que estaba regresando a su lugar, frenó en seco y volteó una vez más en dirección a su hijo.

—Tu hermana también entra en el todos —farfulló y su ceño se frunció con desagrado.

Relck asintió y se retiró junto con sus hermanos. No le gustaba la idea de llamar a Rainir, ella estaba a cargo del entrenamiento del ejército junto con Reixle, pero el último no representaba una amenaza a la hora de seleccionar un heredero, su hermana, en cambio, sí lo hacía, porque era cómo él, una líder innata.

Tardaron veinticuatro minutos en reunir a todos sus hermanos, pero lo lograron. Al que más les había costado encontrar era Raln, el menor. Él siempre se desaparecía y regresaba a la casa con un nuevo heredero, se parecía a su progenitor en eso, tanto en la cantidad de hijos con diferentes parejas que tenía, como en no haber encontrado a su vínculo. En realidad, parecía que el menor con su imprudencia y descuido intentaba hacerle competencia a su padre, con la diferencia de que Ranx si sabía lo que hacía y él no. Cada uno de los príncipes raix había nacido de un matrimonio fallido del monarca, que intentó por años llenar el vacío que provocó que su vínculo lo rechazara, la madre del primogénito desaparecido. Y cada uno de los príncipes ansiaba el día en que su padre les cediera el trono, porque todos tenían el mismo derecho a él, solo faltaba determinar quién había pasado la prueba.

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