Capítulo 8

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En una enorme habitación, con las paredes y suelos compuestos por diferentes colores, se encontraban los dioses

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En una enorme habitación, con las paredes y suelos compuestos por diferentes colores, se encontraban los dioses. Cada uno en la fracción del cuarto que los representaba. Sus miradas serias, en algunos casos aburridas y en otros, furibundas, se paseaban de un lado a otro, pero todas terminaban desembocando en el mismo lugar: una enorme esfera de jaixz que permanecía estancada a varios metros del suelo, justo en el centro de la habitación. En ella se proyectaba la imagen los herederos de Citwot y Mepalck descolgando de una enorme telaraña a la guardiana muerta. El rostro que se veía con mayor definición era el de la princesa Myra, que se encontraba teñido de dolor, culpa, preocupación y rabia. Sus ojos grises rutilaban con pesar al mismo tiempo que evitaban con dificultad la mirada del raix que intentaba consolarla.

Todos los dioses estaban atentos al actuar de cada abquim representado dentro de esa esfera. Sabían que su futuro dependía por completo de las acciones de esos niños. Ellos no tenían claro cómo o por qué, pero era un hecho que, si los abquim encontraban la forma de restaurar la lluvia, la vida de todos en Rionix cambiaría, no solo para los habitantes del poderoso bosque. Pero cada uno de ellos tenía una forma diferente de ver la situación, algunos ansiaban que los niños fallaran en su misión, que murieran todos, otros esperaban que las cosas se desenvolvieran como el destino lo tenía planeado, para luego pensar en cómo actuar con base en ello.

Rubí, la diosa de la muerte, se levantó con tranquilidad de su asiento. Sus movimientos eran calculados y suaves, a la vez que su mirada carmesí estaba repleta de seguridad y prepotencia. En sus gruesos labios rojos se comenzaba a formar una sonrisa tentadora, llena de promesas. Se encaminó hasta el centro de la habitación y acomodó su largo vestido, tan rojo como su cabello. La diosa parecía estar vestida con una delgada y en algunos sectores translúcida prenda de sangre. Toda ella parecía estar compuesta por ese líquido rojizo y oscuro; tanto su cabello rizado, sus ojos, sus labios e incluso sus uñas eran de ese color que por momentos resultaba hipnotizante. Y su personalidad se adaptaba por completo a su imagen. Ella era hermosa e inteligente, llena de poder y confianza y cada uno de sus movimientos se encargaba de destacar todas esas cualidades, incluida su crueldad.

La diosa aplaudió y la esfera de jaixz desapareció por arriba de su cabeza. Los ojos del resto de las deidades cayeron sobre ella, atentos y fastidiados. Rubí elevó su mentón, en un intento de demostrar fortaleza, y sonrió con mayor amplitud. Su hermano, el dios del fuego, se encaminó a su lado, listo para lo que tenían planeado hacer.

—No tiene sentido que ninguno siga viendo ese recorrido absurdo —anunció la diosa, mas no agregó nada más. Ella sabía que con esas simples palabras el resto iba a continuar, la tensión en el ambiente era grande, insoportable, todos estaban a punto de estallar.

—Sí tenemos que observar, esos niños pueden cometer un error en cualquier momento —contradijo el dios de la paz con un tono elevado. Era extraño ver a Jaspe alterado, él era la representación adecuada de su título, siempre apacible.

El último uviem ✔ [Destinos 1]Where stories live. Discover now