Epílogo

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Aleck abrió sus ojos de golpe

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Aleck abrió sus ojos de golpe. Su mirada dio con un techo abovedado, del mismo color que predominaba en todo él: el blanco. Se levantó con cuidado y sintió todo su cuerpo rígido y pesado. No sabía con exactitud cuánto tiempo había dormido en el interior del destino, pero debía ser mucho. Observó a su alrededor y todo lo que encontró fue blanco. El cuarto entero estaba pintado de ese color. Era una habitación amplia, en forma de hexágono, con paredes altas, tres de ellas compuestas de un enorme ventanal que daba al mar de los dioses. El suelo era de cuarzo, los muebles de madera, palta, oro y cristal blanco. Incluso la cama y cada una de las telas que la cubrían era de ese color. Era su cuarto, el cuarto que había tenido toda su vida, desde que era un niño, pero parecía nuevo, lo que significaba que no se encontraba en su tiempo.

La puerta de la habitación se abrió y por ella entró el dios que era todo lo contrario a él. Los ojos negros del dios de la oscuridad se posaron sobre los pálidos de Aleck. Ónix contrastaba con esa habitación, principalmente por su vestimenta, mirada y cabello oscuro, había sido así desde siempre, desde que Aleck tenía memoria. La deidad se acercó al chico, sin decir una palabra, y lo abrazó.

—Papá —lo saludó Aleck y le devolvió el abrazo—. ¿Qué año es? —preguntó. Ni siquiera iba a cuestionar si lo había conseguido, estaba seguro de que no.

—Tu versión actual está por cumplir un año —anunció el dios y los ojos de Aleck se abrieron con asombro. Luego su mirada blanquecina se ensombreció con dolor.

—¿Ya murió? —inquirió con tono bajo. Sabía que su madre iba a morir antes de que él cumpliera un año. Ónix lo sabía todo, Aleck se lo había contado antes de ir a atacar al raix, así que comprendía a lo que se refería.

—Ámbar sigue con vida, no murió, el destino cambió —lo tranquilizó su padre—. Pero Nian asesinó a Rubí.

Mientras que eso sucedía en la tierra de los dioses, en la antigua aldea Zafira entró con prisa a uno de los cuartos de la casa en donde se estaba quedando

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Mientras que eso sucedía en la tierra de los dioses, en la antigua aldea Zafira entró con prisa a uno de los cuartos de la casa en donde se estaba quedando. Se sentó en un borde de la cama y se inclinó para besar la frente del chico que se encontraba inconsciente desde hacía una semana. Ella sabía que iba a despertar en cualquier momento, lo había visto en el destino.

Nian se removió en la cama y se quejó. Estaba agotado, su cuerpo le dolía y su mente le exigía seguir durmiendo. No obstante, no le hizo caso. Abrió sus ojos despacio y parpadeó hasta que todo el cuarto cobró sentido. Intentó sonreír al ver que Zafira estaba frente a él y alzó su mano para acariciar la mejilla de la diosa. Por unos segundos, antes de caer en la inconsciencia, había creído que nunca la iba a volver a ver y poder tenerla ante él en ese instante lo hacía feliz.

—Estuviste inconsciente por una semana, tus padres casi enloquecen —murmuró la diosa y dejó que el chico la acariciara por unos segundos. Cuando creyó que ya habían disfrutado suficiente el momento, sujetó la mano de Nian y endureció su expresión.

—No, por favor —pidió el uviem en un susurro lastimoso—. Ni siquiera debería estar vivo, cambié el destino, así que mejor disfrutemos nuestra victoria —suplicó.

—Por eso mismo no podemos disfrutarla, Nian —replicó la diosa—. Porque no deberías haber sobrevivido, pero el destino decidió que sí. Lo cambió todo, no se cobró nada por la muerte de Rubí, en realidad, lo de volvió —informó la diosa con su voz llena de terror.

—¿Qué devolvió?

—A Aleck, Aleck despertó —anunció.

La habitación se sumió en un profundo silencio. Nian no conocía al peliblanco, pero sí sabía lo que significaba su regreso. El fin de Rionix estaba cerca.

El último uviem ✔ [Destinos 1]Where stories live. Discover now