Capítulo 22

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A la mañana siguiente aún caían un par de pequeñas gotas, sin embargo, ya no eran de la tormenta letal de la noche anterior, así que podían salir de sus carpas sin temer morir por un rayo

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A la mañana siguiente aún caían un par de pequeñas gotas, sin embargo, ya no eran de la tormenta letal de la noche anterior, así que podían salir de sus carpas sin temer morir por un rayo. Por esa razón, Clerick se levantó temprano por la mañana, quería aprovechar cada momento del día que tenía libre para incursionar en el destino, sentía que algo grande iba a suceder y todavía no lograba descubrir de qué se trataba. Salió con movimientos torpes de entre las pieles y cayó al suelo lodoso en cuanto puso un pie fuera de la carpa. Odiaba no estar en el palacio solo por ese aspecto, era demasiado torpe como para caminar de un lado a otro en el bosque sin terminar en el suelo.

Prendió una pequeña fogata y puso agua a hervir, caminó por todo el campamento. Había algo extraño y no lograba descubrir qué era. Algo había cambiado desde la noche anterior. Dio otra vuelta hasta que descubrió lo que lo molestaba, la carpa de Linck se había desarmado, su hermanito debía estar apenas respirando debajo de tantas pieles. Se apresuró en llegar hasta donde estaba la estructura desarmada y la levantó. Sacó piel por piel y se extrañó al ver que el niño no reclamaba por los movimientos. Supuso que había despertado antes y había desaparecido para ir al baño. Siguió recogiendo cada una de las empapadas pieles hasta que solo quedaron las que Linck utilizaba como frazadas. Entonces lo vio, su hermano estaba tendido boca arriba, con los ojos cerrados y una sonrisa plasmada en su rostro demasiado pálido para su tono de piel. No supo cómo reaccionar por unos segundos. Creyó que Linck solo estaba dormido. Se agachó a su lado y esperó a ver si su pecho subía y bajaba, pero nada sucedía. Trató de mantener la calma y acercó su mano al cuello cubierto del niño. Su ritmó cardíaco se aceleró antes de que colocara una mano sobre la fría piel de Linck.

—No... —susurró.

Volvió a intentar sentir su pulso y nada, no había nada. Sus manos comenzaron a temblar mientras sacaba el cuerpo helado de su hermano de entre las pieles. Él también estaba pálido, sus ojos se encontraban abiertos con pánico. No podía creer lo que estaba sucediendo, no podía asimilarlo. La primera lágrima escapó de su ojo derecho y eso pareció ser incentivo suficiente para su cerebro. Lo comprendió, comprendió que Linck había muerto y sintió como su pecho se desgarró. Ya no pudo mover las pieles, sus puños se cerraron con fuerza y por su garganta trepó un grito aturdidor. Se desesperó, comenzó a limpiarse las manos sobre las pieles.

—No puede ser, no puede ser —murmuró en tono bajo. Su voz estaba rota.

Ante todo el escándalo, Rix y Myra salieron de la carpa. Sus rostros demostraban que no habían dormido mucho, se veían de muy mal humor. Se acercaron a Clerick sin comprender nada y quedaron paralizados por un segundo, a un metro de él. Myra fue la primera en reaccionar y corrió hacia el cuerpo de su hermanito. Lo agarró entre sus brazos y lo llamó con todas sus fuerzas, a pesar de que sabía que eso no haría que volviera. Gritó y lloró, pero en ningún momento soltó a Linck. Rix, en cambio, se sentó a su lado y dejó que las lágrimas se deslizaran en silencio por su rostro. En ese momento comprendió lo que Nian le había dicho del destino, entendió por qué el uviem le había mencionado que no era culpa de nadie, que ya estaba marcado. Y deseó decírselo a Myra, porque la princesa no podía parar de culparse, ella había provocado la tormenta.

El último uviem ✔ [Destinos 1]Where stories live. Discover now