Capítulo 42

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La misma noche que llegaron al bosque se vieron obligados a acampar en el lugar

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La misma noche que llegaron al bosque se vieron obligados a acampar en el lugar. Myra estaba demasiado débil para caminar. Ni siquiera podía mantenerse parada. Así que pasaron toda la mañana y la tarde reabasteciéndola de jaixz, por la noche la dejaron dormir tranquila y recién a la mañana siguiente le preguntaron si ya se sentía mejor. La princesa mintió diciendo que sí, aunque la realidad era que sentía un enorme vacío apoderándose cada vez más de su pecho. Estaba agotada a pesar de haber pasado todo el día anterior durmiendo y no podía parar de preguntarse qué era lo que le había sucedido el día anterior para reaccionar así con Rix. Ella no lograba descubrir qué se le había pasado por la cabeza cuando decidió romper el vínculo. Su mente estaba en blanco en los tres minutos previos a que esas palabras extrañas salieran de su boca. No recordaba nada antes del intenso dolor que la atravesó y la dejó sin fuerzas.

—Debemos apresurarnos, no sabemos qué fue lo que sucedió con el raix, pero deben estar buscándonos —le avisó Shein a Myra.

El semidiós había intentado hablar con ella toda la mañana, pero Myra no deseaba escucharlo. No quería hablar con nadie. Lo único que deseaba era ir corriendo a su hogar, meterse en su cama y dormir hasta que la pesadez y el sufrimiento desaparecieran de su cuerpo. Lo que más anhelaba era despertar un día y descubrir que todo se trataba de un absurdo sueño, de una pesadilla. Pero eso no iba a suceder, estaba segura, así que solo le quedaba conformarse con saber que algún día, cuando esa guerra acabara, ella podría volver a Citwot y la paz gobernaría su vida.

—Myra, ¿te sientes bien? —inquirió Ámbar, desde que habían salido del desierto groupx que no sonreía y a la princesa le resultaba extraño notar eso.

—Sí, sí, estoy bien —balbuceó Myra luego de unos segundos.

Con cada paso que daban sentía oleadas potentes de mareo. Su mente parecía girar en el interior de su cabeza y sus ojos no parecían capaces de permanecer enfocados en un solo punto, iban y venían de un lado a otro del bosque.

—Estás pálida —comentó Shein y tomó su rostro entre sus manos para revisar sus ojos grises—. Tus pupilas están muy dilatadas —observó y besó su frente—. Pero no tienes fiebre. ¿Qué es exactamente lo que sientes?

—Yo... —parpadeó—. Yo creo que... creo que estoy muy mareada.

Intentó dar un paso y se tambaleó. Cerró sus ojos e inspiró hondo. Eso no era culpa de su cuerpo, había algo más que le estaba afectando. Un olor casi imperceptible, parecido al del frío, llegó hasta su nariz. Abrió sus ojos y observó en la dirección de donde provenía el olor. Estaba segura de que de allí venía, estaban a menos de quince metros.

—Tenemos que ir hacia allá —señaló y se sujetó del brazo de Shein para poder avanzar sin tropezarse.

—¿Qué sucede, princesa?

—Hay demasiado jaixz, me mareo porque mi cuerpo no puede parar de absorberlo, pasa cada vez que llueve y el jaixz en el aire aumenta —se esforzó a decirlo sin trabarse.

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