Capítulo N° 55

30.6K 1.6K 350
                                    

El viento era leve, llegaba suavemente del sur, lo que le daba la posibilidad de un disparo certero; aunque el viento jamás fue un problema para él amaba que la naturaleza estuviese de su parte. Manejó los clicks con precisión, observando con la mira a Aaron ir y venir por todo Mörder. Llevaba horas ahí acostado, esperando el momento justo, esperando la orden de su señor.

Su celular sonó y sin dejar de apuntar o correr la mirada, habló por el los airpods que le permitían seguir perfectamente con su trabajo.

Moshi-moshi —dijo Akihiko, vigilando a Aaron.

—¿Lo hiciste? —La voz de Julio se oía fría pero llena de ira.

—Aún no, pero lo tengo en la mira.

—Deshazte de sus fieles asesinos, yo me encargaré de él.

Julio cortó la llamada y Akihiko sonrió para cambiar de objetivo, observó a los asesinos que rodeaban a Aaron. Parecía tener buena salud  aunque le costaba movilizarse, claramente seguía en recuperación. Comenzó a silbar una canción mientras que uno a uno los fue eliminando, viendo la forma en que preparaban una defensa inútil, porque aunque buscaran su posición no podrían encontrarlo, no cuando se encontraba a kilómetros de allí.

En la mansión Moms, Julio vio las cintas de policía que no permitían a los curiosos acercarse, los reporteros querían entrevistarlo, la familia Moms era famosa e importante, y esa «catástrofe» que alguien vendió por un par de billetes era una perfecta noticia.

No le permitió a los policías y forences cubrir los cuerpos, no aún. Observó la forma en que murieron, juntos, tomados de la mano y con sus frentes pegadas. Sintió un nudo formarse en su garganta, pero enseguida suspiró para dejar atrás el dolor. Él no era alguien que se dejara llevar por las emociones, y sabía que ellos mismos buscaron su propia perdición al atacar a alguien como el Loco.

Se sintió, de repente, muy solo, Héctor era su confidente, su mejor amigo, su protector. El primero en conocer sus gustos y el primero en sonreírle al saberlo, no juzgándolo como hicieron otros.

Observó el rostro de Gretchen, su hermana mayor, su única hermana. Ella fue quien le enseñó a disparar, quien le enseñó a defenderse y todas las técnicas de pelea que él sabía. Su relación con ella en la infancia había sido perfecta, hermana protectora y hermano cariñoso, pero cuando crecieron solo competían entre sí, buscaban hundirse y herirse mutuamente por ganarse el afecto de su padre.

—Nunca la odié en verdad… —dijo casi en un susurro, con la cálida mano de Serge sobre la suya—. Pero era divertido hacerla enojar…

Miró por última vez el rostro pálido de sus hermanos y se alejó de ahí. No deseaba hablar con más policías, no deseaba más interrogatorios y mucho menos reporteros acosándolo.

Observó de reojo a Serge, que tenía los ojos rojos por llorar la muerte de Sveta. Culpó y golpeó a Julio por su pérdida, pero pronto ambos se habían dado cuenta que el trabajo había sido obra de Ginevra Di Giovanni, y Julio sabía muy bien que ella trabajaba para Aaron.

—¿Cuándo lo harás? —preguntó Serge, mirándolo de soslayo.

—En una semana. Llevo armando el plan hace un tiempo, Sabatini es una molesta piedra en el camino de mi familia, una piedra que hace tiempo deseaba quitar.

—¿Y por qué lo has salvado?

—Negocios. Adoro que la gente me deba favores y dinero —sonrió y giró para ver a Serge, sus ojos azules, su rostro bello, su sonrisa dulce y alegre. Acunó su rostro entre las manos y lo besó dulcemente en los labios—. Andá con ellos, te necesitan…

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora