Capítulo N° 44

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Erica se había levantado temprano en la mañana para poder salir a comprar, necesitaba caminar tranquila y sola. Recorrió las góndolas de un supermercado barrial con varios suspiros, pues trataba de convencerse a sí misma de que no estaba evitando al Loco.

Para distraerse tenía pensado hacer algún postre para el almuerzo, compró todos los ingredientes y en la fila de la caja se cruzó a doña Lara, la vecina. Fingió no haberla visto, no estaba de humor para conversaciones en la mañana, por lo que se mantuvo con la mirada baja observando sus compras en un canasto.

Hacía bastante que vivía allí, se había acostumbrado a convivir con el Loco, Lucas y Jack. Se repartían tareas y pasaban juntos muchos momentos, y pese a todas las sensaciones y sentimientos en ella, Erica intentaba descubrir si lo que sentía era solo costumbre o algo más.

La única persona con la que pudo hablar al respecto sin que hiciera bromas fue Serge, le había escrito en la noche y estuvieron despiertos hasta altas horas en una llamada. Él había prometido ir a visitarla ese día por la tarde para tomar algo juntos y conversar.

En el camino de regreso a casa, con sus compras en bolsas, vio que a Lara le costaba llevar sus bolsas, cojeaba de un pie que tenía vendas elásticas y parecía algo adolorida. Con un suspiro Erica se adelantó para poder llegar hasta ella.

—¿Quiere que le ayude? —preguntó Erica al extender su mano para pedirle una bolsa.

—¡Hola, linda! —dijo la señora con una sonrisa—. Estoy bien, solo me duele un poco el pie.

—¿Se lastimó?

—Tengo una úlcera y se volvió a abrir, así que me duele un poco —admitió con un gesto adolorido.

Erica tomó sus bolsas para poder llevarlas.

—Es mucho peso —dijo Lara al verla, pero Erica se rió.

—No en realidad, vamos en la misma dirección así que no me cuesta nada.

Caminaron juntas, Lara iba un poco más lento debido a su pie, pero Erica intentó seguir su ritmo de caminata. La señora le contaba sobre los cambios en el barrio, su hijo que estaba por egresar de la secundaria y la inseguridad que empezaba a llegar a esa zona. Sin embargo, cerca de la cuadra donde vivían, Lara se detuvo un instante y miró a Erica.

—Perdón que me entrometa, pero anoche se escuchaban gritos desde tu casa, ¿está todo bien?

Erica enrojeció por completo, sabía que los sonidos no entraban ni salían de la casa por las reformas que había hecho el Loco, pero se habían gritado en el patio a la medianoche y probablemente todos los vecinos los habían oído.

—Solo... una discusión de pareja... —dijo con sus mejillas ardiendo—, nada grave.

Lara no parecía muy convencida con la respuesta, pero dejó ir un suspiro y apoyó su mano en el hombro de Erica.

—Si necesitás algo ya sabés, podés tocar mi timbre cuando quieras.

Erica asintió con una sonrisa y caminaron en silencio hasta llegar a la casa, donde le extendió las bolsas para que pudiera entrar tranquila. Lara la despidió con una sonrisa y un movimiento de mano alegre en el aire. Luego, con un suspiro avergonzado, Erica entró en la casa. Sintió sus mejillas arder al ver al Loco con el torso desnudo apoyado contra la mesada en la cocina, tenía una taza de café en una mano y un cigarrillo en la otra.

—Buen día... —dijo Erica en un susurro casi imperceptible cuando se acercó allí.

—Buen día, Erica —respondió él con una sonrisa.

Ella comenzó a guardar todas sus compras, excepto las que pensaba utilizar en ese momento para preparar un postre. Estaba con la cabeza gacha e intentaba no mirarlo.

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora