EXTRA: Rata | parte 6

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La convivencia con Nahuel era terrible. Era quisquilloso, malhumorado, obsesivo e incapaz de aceptar crítica alguna. Sin embargo, aunque discutían todo el tiempo, también tenía sus buenos momentos porque estaban aprendiendo a convivir con el otro. Aprendían a conocerse y a llevarse mejor, aunque poco a poco.

Nahuel había comenzado a trabajar con los barrenderos bajo el nombre de Fosa, que se lo había dado Omar. Jack, sin embargo, lo llamaba Gusano. Él aceptaba ambos nombres sin problema.

Omar había continuado saliendo con Pamela a beber algo, aunque ya no tan seguido para no dejar solo a Nahuel, pues él tenía ataques de pánico de vez en cuando por la misma soledad.

—Escuchame, Nahuel —comenzó a decir mientras se colocaba colonia—, voy a salir. Cualquier cosa llamá a Wolffcito. No sé a qué hora regreso.

—¿Qué soy, tu hijo que me das una lista de advertencias? —se quejó Nahuel.

—No hagas que te re cague a trompadas, Nahuel. Te ponés insoportable.

—Vos sos insoportable.

Omar solo dejó ir un suspiro y miró la hora en su reloj. Le dio una palmadita en la espalda a Nahuel antes de salir, aunque él siempre lo hacía a un lado con un gesto asqueado por el tacto. Sabía que le molestaba el contacto físico, pero para él era muy difícil no hacerlo cuando su manera de mostrar afecto era con contacto.

Subió en su auto y viajó hacia Assassin mientras oía música, aunque tamborileó con sus dedos en el volante al pensar en Nahuel. No le gustaba dejarlo solo, porque aunque él se mostraba arisco y agresivo también era muy frágil y sensible.

—Jamás pensé que me terminaría cayendo bien ese hijo de puta —murmuró con un chasquido de lengua.

Se detuvo en el estacionamiento de Assassin y saludó a los guardias con buen ánimo, quienes aún no podían creer que en verdad Pamela saliera con él a cenar sin problema alguno. Cuando ella apareció en el estacionamiento, Omar dirigió su mirada hacia allí para verla con una sonrisa. Pamela lucía un bonito vestido corto terracota, con hombros descubiertos, se veía tan hermosa que ni siquiera pudo hacer una de sus bromas.

—¿Qué tal estuvo tu semana, palomita? —preguntó mientras viajaban hacia un bar.

—Mis aprendices son muy lloronas, o tal vez yo soy demasiado estricta —suspiró—. Así que fue una semana complicada.

—¿Las torturás hasta que lo hagan bien?

—¡¿Qué?! ¡No! —chilló al verlo con consternación.

—Entonces quedate tranquila, no sos demasiado estricta.

Pamela lo observó con curiosidad, pues él manejaba con una ligera sonrisa tranquila, sin darle mayor importancia a lo que dijo.

—¿A vos te lo hacían? —se animó a preguntarle.

—Óscar sí, me daba choques eléctricos con una picana. Dolía como la re putísima madre —admitió con un suspiro—. A veces me golpeaba con un fierro, prefería eso. Después empecé a ser entrenado por mi hermano y el trato fue completamente distinto.

—Qué horror…

—Ñe, pudo ser peor —murmuró, pensando en Nahuel y todo lo que había pasado en su entrenamiento.

Dejaron el auto en un estacionamiento para poder caminar hacia un bar cercano. Trataban de variar los bares a los que iban, para no ser predecibles en caso de que alguien quisiera atacarlos. Especialmente Omar que ya había recibido amenazas de un nuevo grupo de limpiadores que querían apoderarse del mercado.

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora