Capítulo N° 53

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Tomados de la mano y, por primera vez en su vida, con los nervios que lo obligaban a zapatear, el Loco y Erica se encontraban sentados frente a la jueza a quien oían hablar con emoción y ansiedad. Junto a ambos se encontraban Chris a la izquierda de Erica, y Sveta a la derecha del Loco.
Tras ellos, en asientos, estaban Lucas con Jack sentado sobre sus piernas, Thamma y Serge cerca de él, y también se encontraban doña Lara y su esposo.

El Loco y Erica debieron firmar un par de documentaciones, él con una sonrisa nerviosa, y luego de que ambos firmasen fue el turno de Chris y Sveta.

La jueza les enseñó la libreta roja con una sonrisa, ya firmada y sellada.

—Habiendo ya firmado testigos, contrayentes, y oficial público, los declaro en nombre de la ley unidos en matrimonio, los felicito.

El Loco tomó la libreta roja en su mano temblorosa y luego a Erica de las mejillas para poder besarla, con una sonrisa llena de felicidad, como si estuviese dentro de un sueño.

Los flashes de las cámaras no se hicieron esperar, igual que los aplausos y chillidos de alegría en los presentes. Uno por uno fueron abrazando y felicitando al nuevo matrimonio y, al salir del registro civil, les arrojaron arroz en medio de risas.

—Tonta, me hubieses dicho y te compraba otro vestido —le dijo Chris a Erica al abrazarla, pues ella tenía puesto aquel vestido blanco que él le regaló tiempo atrás en Mörder—. Te ves hermosa.

—Quería usar este, es especial —dijo ella con una sonrisa—, porque me lo diste vos cuando recién empezábamos nuestra amistad.

Se tomaron un par de fotos allí con todos y conversaron con Lara y su esposo, ella muy entusiasmada por el casamiento, y muy agradecida de haber sido invitada.

Luego de tomarse fotos regresaron a la casa en distintos vehículos para poder almorzar y brindar todos juntos, incluso con Lara y su esposo, pues habían cerrado el sótano para ocultar las armas y dejado a Hund correr en el patio, solo para que los vecinos pudieran estar en el brindis.

El Loco tomó de la cintura a Erica para besarla, y luego le dio un fuerte abrazo. Sentía sus ojos humedecidos, debió parpadear un par de veces para evitar llorar de la emoción y felicidad que estaba sintiendo.

—Ya está hecho, ya soy tu esposo —dijo él con una sonrisa y le dio un beso en los labios—. Ya no hay vuelta atrás, ¿eh?

—Existe el divorcio —bromeó ella y lo abrazó con cariño—. Me siento honrada de ser tu esposa.

—¡A brindar! —chilló Sveta dando pequeños saltitos mientras servía champagne en copas—. Un brindis por mis queridos amigos, el alemán y la pequeña, que su felicidad sea infinita, sean prósperos y tengan una larga vida juntos.

Se resistió a decir todo lo que ansiaba por la presencia de los vecinos, no podía hablar de sangre y muerte.

Chocaron las copas con ánimo y comieron juntos, y luego de ello los vecinos se fueron a su casa. Allí solo quedaron ellos con su grupo de amistad, que encontraban más y más motivos para brindar cada vez.

—Luego a la iglesia, ¡uf, no entro en una iglesia desde...! ¿Desde cuándo? —dijo Sveta con un gesto torcido que los hizo reír—. No lo recuerdo, ¿entré alguna vez en una iglesia?

—Para matar a alguien, seguramente —se rió Serge.

—Puede ser, puede ser...

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora