C A P Í T U L O 2 9

7.1K 1.5K 234
                                    

Durante las próximas seis horas, me he estado encargando de desmentir el mito de que los hombres no podemos hacer dos cosas a la vez. Prestad atención, porque en mi último almuerzo he sido capaz de buscar en Internet qué tipo de citas podrían hacer feliz a una mujer con un alto nivel de autoestima, mientras le recordaba a mi yo de dieciséis años que no tiene ningún derecho a ponerse nervioso. Por si fuera poco, al mismo tiempo cubría mi espalda. Jerome puede ser inexpresivo e importarle un carajo tu vida, pero me he tomado muy a pecho nuestra última discusión y no me sorprendería que aprovechase mi distracción para matarme. Y lo entiendo. Ahora que lo pienso, he sido jodidamente despectivo, como si acabara de confesarme que tiene tres pezones, o algo así.

¿Y yo qué le hago? Mi experiencia con los gays nunca ha sido divertida que se diga. Sí, ya sé que estoy mayorcito para ir generalizando. Y no, no voy a decir que soy el más tolerante del barrio porque tengo amigos homosexuales y los llevo entre algodones: hasta yo sé que esa excusa es muy pobre, y siendo radicalmente honesto con vosotros... Nunca se me habría ocurrido echarme un amigo marica. Nunca más. No señor.

Pero es verdad que mi culo está a salvo. O eso creo. Jerome no parece deslumbrado por mi físico, y ya ha recalcado en varias ocasiones que mi manera de pensar le parece absurda —bueno, ¿y a quién no?—... Razones de sobra para que no intente nada raro. Y aunque lo intentase, ¿qué más da que sea un poco más alto que yo? No es un delgaducho enfermizo como Remi, pero sí es un tirillas. En un combate cuerpo a cuerpo, en caso de tener que enfrentarme a él para defender la virginidad de mi ano, saldría victorioso.

Tranquilos, no he estado pensando en los caminos que Jerome podría encontrar para pasarme a la otra acera; he estado pensando en los caminos que yo tengo que encontrar para traer a Lana a mi terreno. Y esta vez, solo por esta vez, permitiré que os pongáis románticos, porque no me refiero a nada sexual.

Las tornas han cambiado, y eso significa que ahora, Lana está en el papel de Axel, y Axel —Alex, si tienes un lunar en forma de corazón en el culo— en el papel de Lana. ¿Quién lo iba a decir...? Nadie, no lo va a decir nadie, porque prefiero que no me recordéis que me he pasado las últimas horas metido en Yahoo Respuestas y leyendo revistas digitales del corazón para averiguar a dónde diablos se lleva a una mujer en la primera cita. En la única cita. Esto no son como las bolas del dragón, no voy a tener siete, así que más me vale no cagarla en esta.

Es una suerte que San Google esté ahí siempre para salvar mi ignorante trasero, o de lo contrario no habría logrado estructurar un plan tan metódicamente perfecto como el que estoy a punto de exponer.

—Admito que estaba preocupándome demasiado por la ropa, cuando ni la va a ver, ni probablemente me la quite... Así que será suficiente con ponerme unos vaqueros corrientes, y una chaqueta medio elegante —empiezo a contar, mirando con fijeza a la única persona que se ha ofrecido a escuchar mi maléfico boceto de cita—. Sí, ya sé que las americanas me sientan mal, y no me siento cómodo con unas hombreras horteras del siglo pasado, pero a Lana le gustan los tíos con clase. ¿Qué menos que consentirla? —No obtengo ninguna queja, así que continúo—. Bien... Esto va a ir así: he decidido que voy a forrar el asiento del copiloto para que Lana no descubra que está entrando en el Mustang, y llevará la capota cubierta. De este modo, cuando la recoja, no tendrá dudas de que soy otro hombre, y al mismo tiempo sabrá que poseo el mismo gusto exquisito en lo que a bugas se refiere. Lana está ciega, como tú ya sabes, así que he pensado que podría potenciar sus sentidos intactos; con el paseo en coche podría sentir el aire en el pelo, y tengo un reproductor de música cojonudo con un sinfín de canciones de Beyoncé que sé que le encantan. Y a mí también, claro. Pero tampoco quiero que se resfríe, porque la salud es lo primero, y seguro que ella la valora más que nadie... Por eso aparcaremos delante de un italiano. Estoy de acuerdo en que sería sospechoso que la llevara a comer espaguetis cuando Axel sabía que es su comida preferida, pero creo que todo el mundo se decanta por el estilo mediterráneo en estos casos: no creo que dude de mí. Si hubiera suerte, podría tocarle un poco el muslo por debajo de la mesa, como pasa en las películas... En caso negativo, iremos a la siguiente parada. Más música, aunque sería un concierto al aire libre en los Jardines de Luxemburgo. Ni puta idea de si es rock o algo clásico, pero de toda la vida, si sabes distinguir a Mozart de Bethooven, dejas impresionada a la titi, ¿no? Exacto, eso pensaba yo... Y finalmente, iríamos a bailar a alguna parte; quizá un chill out, porque después de los viajes no tendrá ganas de dar saltos. Con este plan, creo que está cubierto el trabajo de papilas gustativas —con el restaurante—, el sentido del oído —con la música—, el las manos —que espero que use para agarrarme fuerte mientras bailamos— y la nariz. Los jardines siempre huelen bien, ¿no...? En fin. —Doy una palmada y cojo aire para recuperar todo el que he soltado al hablar—. Eso es todo. ¿Qué te parece?

Dachau entorna los ojos un momento, y al segundo siguiente, se tira un eructo gutural.


Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now