C A P Í T U L O 2 0

8.9K 1.8K 387
                                    

—¿Cómo que te preocupa? ¿A qué te refieres? No me digas que te importa lo que piense de ti.

—La verdad es que no, no me importa la idea que tenga de mí un tío tan infantil —responde. Su sonrisa es tan cálida que no puedo ofenderme. Además, ¿por qué iba a hacerlo? Solo dice la verdad. Por favor, miradme: estoy jugando a la pareja feliz—. Pero te veo infeliz desde hace un tiempo, y eso nos afecta a todos. Leon anda inquieto y yo he acabado de entender estos días a qué se refería. Por eso pregunto si ha pasado algo.

Podría contarle lo de Nicole, ya que parece tan dispuesta a tragarse mi drama solo por ayudarme... Pero, aunque Adrienne no sea una de esas personas que te juzgan, ¿quién no miraría con otros ojos a un tío que, indirectamente, ha causado la muerte de una mujer en la flor de la vida?

Por Dios, ¿cuántos años podía tener Nicole? ¿Veinticinco? Eso como mucho. Podría haber sido su padre, joder... Si hubiese eyaculado dentro de alguna mujer con diez años, claro. Pero peores casos se han visto.

—No ha pasado nada. Supongo que ese es el problema. Que llevo cinco años siguiendo una rutina deprimente, y que en un viaje de una semana a París, me he dado cuenta de que hay muchas cosas que se me escapan, y que todo lo que me importa, importó o podría importarme, está muy lejos de mí —contesto al final, lanzándole una mirada a Dau.

Ha dejado de peinar a Jade para ponerla a cocinar en la casa de ensueño, mientras canturrea la intro de Brandy y Mr. Whiskers. Al igual que los ñús reales, le encantan las series con animales. Y a mí también, si soy sincero: Lola la boa y el misterio de cómo se sujetaba los pendientes sin tener orejas, me tuvo en vilo durante años.

Por otro lado... ¿Por qué llamar «Brandy» al personaje de una serie infantil? Hasta yo pillé el mensaje subliminal para comprar vino de calidad.

—¿Y por qué no te mudas?

Muevo el cuello muy despacio, hasta que Adrienne vuelve a estar en mi campo de visión.

—¿Cómo?

Ella se encoge de hombros.

—Dicho de golpe, parece una locura... Pero no es para tanto. Yo he vivido en cuatro ciudades distintas, y no me costó tanto irme como echar raíces en una de ellas. Si crees que vas a ser más feliz yéndote a otra parte y sientes que lo que dejas no significará una gran pérdida, vete. Ven a París.

Mito verificado: los genios están locos.

—No puedo venirme a vivir a París solo porque eche de menos a mi amigo y quiera ver más a menudo a su familia.

—Pero puedes venirte a vivir a París solo porque Múnich ha dejado de llenarte. Entiendo que no eres como yo... A mí nunca me ha costado cambiar de aires, porque iba a un lado o a otro según me pedían mis estudios o mi trabajo; la gente no era una razón para quedarme, ni el tiempo allí, ni la vivienda. En cambio, tú nunca has salido de tu ciudad natal. Pero estás a tiempo —insiste—. ¿Qué es lo que estarías dejando allí?

Un trabajo en el que me pagan menos de lo que merezco, una follamiga que sabe unos cuantos movimientos y a mi padre... Pero el empleo podría encontrarlo en cualquier parte porque tengo currículum de sobra para impresionar al más perfeccionista, portentos del sexo hay en todas partes y a mi progenitor lo veo cada dos meses... con suerte.

Así que, dicho de otro modo, no estaría dejando una mierda. La vecina septuagenaria que por estar enamorada de mí me cuida al perro cuando no estoy es lo único de valor que conservo por allí.

—Ya estás dudando —observa Adrienne—. ¿Ves? No es una idea tan disparatada.

—Salvo por el insignificante detalle de que Leon pensará que mi vida gira en torno a él, y no voy a aguantar una de sus charlas.

«Pero es que tu vida gira en torno a él». Pues no, mi vida giraba en torno a él cuando estaba enfermo y quería pasar a su lado todo el tiempo que le quedase. Creo que ese fue uno de los problemas anteriores a mi vacío existencial: que cuando se recuperó y dejó de necesitarme, no encontré nada que hacer. A fin de cuentas, había dedicado mi vida enteramente a cuidarlo.

—Estoy segura de que Leon no es el motivo por el que llevas una semana procrastinando tu regreso. Si lo fuera, supongo que no lo habrías estado esquivando como la peste —señala Adrienne, poniéndose de pie—. Piénsalo. Encontrarías rápido trabajo: mi amigo Even trabaja en el hospital y podría incluirte en plantilla como fisioterapeuta. Sabes hablar francés perfectamente... Y parece que tienes algunas cuentas que saldar con ciertas personas.

Entorno los ojos ante su tono místico.

—¿De qué hablas?

Encoge un hombro. Toma de la mano a Dau, le sacude los pantaloncillos manchados y la coge en brazos.

—Voy a llevarla al médico para que le receten algo contra el resfriado. Tú solo... Plantéatelo. El asunto tiene su lógica. Si no estás a gusto en un sitio, prueba en otro, y así hasta dar con el hogar que no cambiarías por nada del mundo.

—¿Has estado leyendo a Eckhart Tolle [6]? —pregunto, mirándola de hito en hito.

—No, pero me he hecho un maratón de Anatomía de Grey y siento que debo replantearme muchas cosas. Como en el fondo no quiero cambiar nada, ¿por qué no cambiarte a ti? —sugiere. Luego mira a Dau, que tiene la cabeza apoyada en su hombro—. ¿Tú que crees, liebe?

—Yo quiero que tito Axel viva aquí.

Pues ya está, me quedo.

—Y estoy segura de que a tito Axel le encantaría no tener que pagar el alquiler, pero eso no es posible. Aunque me encantaría tenerlo por aquí más de vez en cuando —comenta, sonriéndome—. Si al final decides que sí... Avísame. Mi ex compañero de piso acaba de venderle el apartamento a un tipo, y el tipo busca compañeros... Podrías probar unas semanas hasta que te acostumbres, y decidas si te gusta para quedarte o mejor dejarlo en unas vacaciones.

La idea de las vacaciones no suena mal... Aunque lo de mudarme a Francia, tampoco. Es verdad que he estado siempre en Múnich y que de joven tenía la aspiración de viajar por todo el mundo, y aunque quedarme en París no suponga un gran cambio cultural, ya tendría una diferencia. Mi padre no me va a echar de menos, no tengo posesiones a mi nombre salvo el coche —porque vivo en un piso de alquiler— y llevo amenazando con dimitir si no me suben el sueldo alrededor de tres meses. No creo que les pillara por sorpresa mi repentino finiquito.

Pero, ¿por qué iba a mudarme cuando lo que quiero es volver a Múnich, olvidarme de que Lana está ciega y he colaborado indirectamente con el asesinato de Nicole...?

Sí. Irme es justo lo que necesito. Alejarme de esta semana de mala suerte, aunque sea a coste de seguir mosqueado con Leon y con su fantástica esposa.

La gran pregunta es... ¿Poner distancia servirá? Porque ni siquiera sé cuál era el color exacto de los ojos de Nicole, y la veo cada vez que cierro los míos, esté a punto de acostarme o ande desayunando. Y eso por no mencionar que haber estado cinco años sin ver a Lana no ha conseguido apagar todo lo que sentía. No, no estoy enamorado, dejad de flipar. Han sido cinco años, joder. Pero es evidente que volver a casa ahora solo va a aumentar el número de preguntas que ya me hago sobre ella.

¿Por qué coño está ciega? ¿Y por qué está soltera? ¿Es que el tipo con el que estaba le hizo daño, y por eso ya no quiere nada serio...?

Carraspeo, metiendo a Barbie en el Fiat de Ken. Una cena no la va a matar, ¿no? Mientras Jade esté presente... Sí, haremos que Jade sea policía especialista en crímenes domésticos, y nos quitamos de tonterías.

—Bueno... Podrías dejarme el teléfono de tu amigo el del piso, por si acaso.

[6] Eckhart Tolle es un escritor de libros espirituales.


Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now