C A P Í T U L O 6 7

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Es verdad que por las mañanas, todo se ve de otro color... Especialmente si a tu lado duerme una mujer en pelotas. Y si encima esa mujer es a la única a la que le perdonarías que prefiriese a Han Solo antes que a Skywalker, ¿qué podría haber mejor...? Nada, pero en cambio sí que puede haber algo peor. No encontrar a Dachau por ninguna parte de la casa.

—¿Qué pasa, por qué estás gritando? —me pregunta Nanna, incorporándose muy despacio del sofá. Emite un gemido lastimero y se lleva una mano a la espalda para frotarse la zona lumbar—. Dios... Más que un sillón, parece un instrumento de tortura china.

—¿Y por qué diablos duermes ahí? Tienes una cama muy bonita en tu habizulo.

—Mi habizulo ha resultado estar infestado a cucarachas, y por el momento no tenemos dinero para pagar al tipo que se encarga de las fumigaciones, así que me toca dormir en el sofá por lo que queda de mes... Por suerte hice gimnasia acrobática cuando era una cría y mis huesos y músculos están curados de espanto, que si no... En fin, ¿por qué gritabas? ¿Te ha atacado una galleta de chocolate mientras buscabas tus zumos naturales?

—Eres muy graciosa, Ivanna —ironizo, fulminándola con la mirada—. No encuentro a Dau, y tengo que llevarla a casa en los próximos veinticinco minutos. Obviamente no es la violación de la puntualidad lo único que me preocuparía en caso de que Jerome la haya troceado para comérsela, pero si no tuviera prisa la buscaría sin chillar.

—Ax, este sitio es muy pequeño. Es imposible que una niña de cinco años se haya podido perder, y Jer tiene la manía de cerrar la casa con llave. A lo mejor ha aprovechado que Jerome se ha ido a trabajar para colarse en su habitación, ayer se pasó toda la tarde contándome lo que había visto. Un relato muy interesante...

Me doy la vuelta antes de que me entretenga con una detalla descripción de todos los fémures humanos que tiene Jerome apilados sobre la mesilla de noche. Puede que me cause curiosidad lo que esconda en la habitación, pero no permitiré que ese hijo de puta y sus artilugios de tortura maten al pobre gato cotilla que habita en mi interior. Aun así, emprendo la marcha hacia el lugar prohibido, por si de casualidad Dau ha quedado atrapada en una trampa para humanos. No me extrañaría que hubiese colocado una para repelernos.

Inspiro hondo, francamente intimidado por lo que pueda esperarme al otro lado de la puerta, y la empujo de golpe con los párpados presionados. Cuando abro los ojos, mi mandíbula sigue el ejemplo y golpea el suelo.

—...por el sonido —explica Jerome, de espaldas a mí. Está sentado de rodillas delante de Dau, y le señala un punto en un libro que no consigo descifrar—. Se llaman los unos a los otros diciendo «gnu, gnu», o algo parecido. Me lo explicó el tío del safari. También contó que es uno de los animales que menos tardan en echar a correr; a los tres o cuatro minutos de su nacimiento, ya están dando vueltas...

—¿En serio has visto un ñu? —exclama Dachau, abriendo mucho los ojos. Por el camino del deslumbramiento absoluto hacia Jerome, me encuentra a mí. Me habría fijado en su enorme sonrisa si no tuviera unas ojeras horribles—. ¡Tito Axel! Mira, mira... Jerry tiene un libro lleno de curiosidades de animales. ¿A que no sabías que los delfines duermen con un ojo abierto?

No puedo apartar la espantada mirada de Jerome, que se levanta con tranquilidad, se sacude los pantalones de chándal y me echa un vistazo de arriba a abajo sin expresar ni una jodida emoción. Y lo peor es que no se me ocurre nada que decir para romper el hielo. Estoy absolutamente anonadado... Palabras que me vienen de Remi, por si no se ha notado.

Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now