C A P Í T U L O 1 8

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La miro regocijándome en mi diversión.

—¿En serio? ¿Beckham? Esperaba algo mejor.

—Lo siento, pero mi pobre mente humana no puede imaginar algo mejor que el hombre más sexy del mundo —ironiza—. Es rico, tiene tatuajes y fue futbolista. Reúne las tres cualidades del sugar daddy que solía esperar con ansias.

—¿Quieres un ex futbolista con dinero y tinta?

—Eso sería por preferencia, pero ahora mismo me conformaría con que fuese amable. Y ahora, pon la película.

Estoy poniendo la película... y también estoy pensando en los requisitos.

Siempre he sido un matado al fútbol, aunque quizá sea porque cuando lo practicaba como deporte, pesaba alrededor de cien kilos y los chavales de mi propio equipo encontraban divertido ponerme la zancadilla. Quizás, dándole una segunda oportunidad, podría especializarme y convertirme en un jugador profesional... O por lo menos, telefonear al futbolista habitual que viene regularmente a la consulta con contracturas en los cuádriceps y pedirle las claves para fingir haber jugado en segunda división. Porque lo que son las otras dos características, las cumplo. Tengo pasta y estoy tatuado. No tanto como Beckham, pero solo hay que darme tiempo. Entonces, seré...

Un gilipollas. No sé en un futuro, pero ahora soy gilipollas. ¿Y a mí qué más me dan sus requisitos imprescindibles? Lo único que quiero es partir el mar rojo con Lana; ahora... Si para eso tengo que correr detrás de una pelota, lo siento mucho. Puedo mentir sobre mi identidad y mi aspecto físico, y puedo hacer el pino con las orejas para que me roce con la cadera sin querer, pero darle patadas al balón sería cruzar la línea.

—Empieza —anuncio, sentándome cerca de ella. Muy cerca de ella. Tan cerca, que para la diferencia que hay, podría haberme sentado encima suya. O no, mejor no... Me reconocería enseguida. El culo de Axel Volney sobreviviría a cualquier amnesia selectiva—. Míralos, ahí están Brad Pitt y Angelina Jolie, sentados frente al terapista de pareja... A punto de ponerle los cuernos a Jennifer Aniston delante nuestra, como hicieron hace casi veinte años.

Ella se ríe.

—¿Y qué más?

—Ahora... Fiesta ibicenca. Jolie está más borracha que Charlie Sheen de rave... —Su carcajada me interrumpe—, y Pitt acecha con la camisetita abierta, exhibiendo un pecho lobo muy apetecible. Jolie se cuelga de sus hombros, mecen las caderas... ¡Ah! Ahora están bebiendo como cosacos, sí... La está emborrachando. Espera, ¿es eso burundanga? ¡Qué hijo de puta! —Se ríe tan fuerte que tengo que esperar un rato para seguir comentando—. Jolie probando con una pistolita de balines en la feria y acertándolo todo... Guau, estamos ante una mujer independiente, se consigue sus propios peluches sidosos. ¡Hostia, que encima sabe boxear! ¿Cómo no pudo sospechar Pitt que estaba metida en la mafia y que acabaría matándolo? La mujer es un portento... Debería dedicarse al air-soft.

—Y tú deberías ser comentarista de partidos de fútbol.

Dale con el fútbol...

—¿Qué viene ahora?

—La parte en la que Jolie se convierte en sado-masoquista mientras mantiene una relación distante con su marido. Casi se atropellan... Vaya coches horribles. Coches de recién casado. ¡Acaban de atropellar al niño!

Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora