C A P Í T U L O 2 4

7.8K 1.6K 347
                                    

Este pensamiento es terrible y aceptaré que me queráis lapidar por ello, pero me alegro de que Lana no pueda verme, porque de lo contrario se habría dado cuenta de la cara de estúpido que se me ha quedado... y que se me sigue quedando. No sé cuánto rato paso con los ojos clavados en esos dedos entrelazados; solo sé que le debo una cerveza a Even por ser quien rompe el silencio.

—Hola, Lana —saluda, saliendo del ascensor y retirándolos suavemente del sensor antes de que se cierren las puertas—. ¿Qué tal ha ido la reunión hoy?

—Genial, como siempre. Los segundos jueves de cada mes tenemos baile libre, que ya sabes que es mi parte preferida de la terapia... Así que ha sido un gustazo. Y más cuando han puesto una de mis canciones preferidas. Esa gente de ahí dentro me tiene demasiado consentida.

—¿Tita Lana? —interviene Dachau, dándose cuenta justo ahora de quién es la Pippi de delante. Necesitaba unos minutos más para deleitarse con Even—. ¡Tita Lanaaaaa!

Esto de que lleve unas gafas enormes es un problema, porque la expresividad de sus cejas oscuras se ha perdido, pero la sonrisa que le llena casi toda la cara habla por sí sola. Enseguida se pone de rodillas y extiende los brazos, y yo, ante la estampa de Dau enroscándose a su cuerpo —y también feliz por el hecho de que haya soltado a ese pardillo—, no puedo hacer otra cosa salvo copiar el gesto. O no copiarlo, porque eso habría sido un acto voluntario; más bien me lo contagia, y un calor de incalculable valor se extiende por mi pecho.

—¿Qué haces aquí, Dau?

—Estoy malita. El tit... —Antes de que diga algo que pueda dejarme en evidencia, me coloco detrás de Lana y me pongo un dedo en los labios. Dau sonríe, y por primera vez, entiende lo que significa mi lenguaje no verbal—. Es un secreto.

—Conque un secreto, ¿eh? Vas a tener que soltarlo, Dau... No soporto que me escondan información.

Si hubiera tenido un humor un poco más dark, a lo mejor me habría reído, porque parece que me está lanzando una indirecta. Y solo por eso, por imaginar que podría llegar a conocer mi secreto, empiezo a sudar.

—Voy a llevarme a la niña a hacerle la revisión —anuncia Even, mirándome de hito en hito. Genial, este también sospecha de qué voy—. Volveré en unos minutos. Lana, si quieres esperarla... Adrienne deberá estar al caer.

—Claro, claro... Eu, ¿esperas conmigo en la sala?

El tal Eu, que supongo que vendrá de Eugene y para colmo no guarda ningún parecido con el propietario del Crustáceo Crujiente, asiente tan emocionado que parece que va a llorar. Es evidente que Lana no ha perdido ni un uno por ciento de su atractivo a causa de sus problemas de visión. De hecho, parece que se lo ha añadido, porque el tío se regodea en su buena suerte al llevarla por la cintura hacia la sala.

No me doy cuenta de que soy el único que queda a medio camino entre el ascensor y el pasillo. Las puertas tienen que estar a punto de darme en las narices para que cruce el sensor y, sin saber qué hacer, dónde esperar o a quién aburrir con mi amena charla mientras mentalmente recuerdo a todos mis fallecidos, me dirija hacia la pareja.

Lana sonríe con suavidad, aparentemente halagada por algo que Eugene le dice. Nada que ver con la sonrisa que me ponía a mí, entre otras cosas porque no me sonreía: se reía a carcajadas o me miraba con asco por ser un niñato indeciso —sus palabras, no las mías—... Pero igualmente es un tipo de expresión que nunca me ha dedicado y que me hace arder de pura frustración.

Eugene se acaba dando cuenta de que me acerco. Bueno, en todo caso, se da cuenta de que me encamino hacia él con el cuello por delante y la cara roja, el aspecto que supongo que he de tener. Y de pensar en el ridículo que puede que esté haciendo, freno justo a unos pasos de distancia.

—¿Dónde puedo encontrar el baño? —pregunto, en tono vulnerable.

—Eh... Al fondo a la derecha.

Por supuesto, ¿cómo no? ¿Alguna vez habéis pisado un baño que no estuviera al fondo a la derecha? Creo firmemente que existe un acuerdo, quizá firmado por la Unión Europea o tal vez la ONU, que obliga a los establecimientos a poner los servicios siempre en el mismo sitio. Aún no sé la finalidad, pero cuando la sepa, os lo diré...

—¿Alex? —llama Lana, poniéndose de pie muy espacio—. ¿Eres tú?

¿Le digo la verdad, o le miento...? Sí, lo mejor sería mentirle, ya que es lo que llevo haciendo desde que la he vuelto a ver.

—Hola, Lana... Me alegro de verte.

—Lo mismo... diría —bromea, acercándose torpemente—. ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí?

Pues ver cómo dejas que un tío llamado Eugene te sobe.

Mira que hay nombres franceses bonitos, y mira que hay maduritos interesantes como Even... Pero no, ella tenía que irse con el capullo con nombre horrible y pinta de no haber levantado una pesa en su vida.

—Estaba asegurando el parte de lesiones de una mujer que ha venido a denunciar. Ahora mismo la están revisando. —Que Dios me perdone por atreverme a utilizar esto como escudo para esconder mi patética mentira..., o que me perdone Nicole—. Ya veo que tú también estabas ocupada. No sabía que tuvieras pareja, por lo que diste a entender en la boda.

Ella, en lugar de ofenderse porque tenga la cara dura —que la tengo, no pienso mentiros cuando ya os hacéis una idea de hasta dónde soy capaz de llegar— de meterme en su vida y hablarle con tono de reproche, sonríe levemente.

—No es mi pareja. Eugene y yo nos conocimos hace unos años en terapia de rehabilitación, y... Bueno... Siempre ha querido salir conmigo, así que... Visto lo aburrida que estoy, ¿por qué no darle una oportunidad? Fíjate... Ha recuperado la vista y aun así sigue interesado en mí. Es un buen hombre.

Hi ricipiridi li visti y in isí sigui intirisidi in mí.

Valiente gilipollas.

—Lo siento, pero, ¿qué es eso de terapia de rehabilitación? Porque hasta donde yo sé, los ciegos no pueden curarse con rehabilitación. No es como un hueso roto.

Sí, aparentemente soy un cerdo y me merezco una medalla de oro después de semejante comentario de mierda. Pero pienso defenderme, que conste: primero, estoy muy cabreado y no tengo por qué estarlo. Eso me pone de peor humor y hace que no piense las cosas. Y, segundo... Claro que sé de qué va la rehabilitación para ciegos, soy especialista en terapia, no imbécil.

Al menos, no mucho. Solo lo suficiente para soltarle en la cara que su problema no tiene solución.

Con dos cojones, Axel.

—No es una rehabilitación como la que le hacen a los que se han roto algo, sino una más parecida al trato de los drogodependientes. Nos enseñan a sobrellevar esto, nos hacen sugerencias para mejorar nuestra calidad de vida, nos ayudan a expresar cómo nos sentimos y así colaborar en nuestra integración y aceptación... Al principio me parecía una tontería, pero ahora tengo buenos amigos ahí.

—Eugene entre ellos.

—Sí...

—Solo que con Eugene sales.

—Sí.

—Pero a mí me dijiste que no estabas interesada en salir con nadie —puntualizo, mirándola con los ojos entornados—. Te he pillado, Lana.

—¿Cómo?

—Me mentiste —le recuerdo—; se supone que no querías una relación, y a la vista está que estás abierta a propuestas. Tal y como yo lo veo, ahora tendrás que salir conmigo para recomponer mi orgullo de macho y compensar el cruel embuste que me soltaste.

Habló de putas «La Tacones'»... Sí, ya lo sé, callaos.

Ella abre la boca, sorprendida.

—¿Qué?


Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now